CAPITVLVM VI

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VI
~ 𐙚 ~
Matilde

Si la palabra "hueona" estuviera inscrita en la RAE, definitivamente aparecería mi nombre escrito en mayúscula pa' dar su definición.

—No pueden pasar sin la entrada, señorita.

—¿Cómo que no?—pregunté toda alterada, porque fuimos los primeros en llegar. Los obligué a levantarse a las cuatro de la mañana solo pa' llegar antes que las hueonas desagradables del fan club, y así asegurar puestos.

—Se entregó una cantidad limitada de entradas, no los puedo dejar pasar sin ellas.—la señora a cargo de hacernos pasar se encogió de hombros y negó con la cabeza.

—¡Pero si las tenemos!—bufé y miré mal al Maxi, que se le habían quedado las hueás en la casa y recién se dio cuenta.

—Señora, por favor, ¡tenga piedad!—el Maxi se tiró de rodillas al suelo y suplicó:—No ve que si no nos deja entrar, me van a pegar aquí afuera.

—No puedo.

—Le regalo a mi amigo.—ofreció al Amaro, que lo miró todo ofendido.—A veces es un desagradable culiao, pero esta semana descubrimos que tiene un corazón muy grande.

—Perdone, señora.—el Amaro la miró apenado y le tomó la mano a la Amaya para luego entrelazar sus dedos.—Estoy comprometido.

—¡Mentiroso!—la Amaya trató de soltarse de su agarre, pero lo único que logró fue que el Amaro la abrazara por la espalda.

—Me hizo un amarre.—prosiguió, mientras la señora los miraba con una mezcla de diversión y sorpresa.

—No fui yo, señora.

—¿Por qué estoy perdidamente enamorado de ti entonces? Seguramente tú mandaste a la Matilde a hacerme el amarre.

La Amaya lo miró con los ojos entrecerrados, provocando que él sonriera con ternura y le pellizcara la nariz:—Tan linda.

—¿Nos va a dejar entrar? Por favor.—supliqué, rogando que la "historia de amor" de estos dos le haya removido el corazón.

—No puedo, disculpen.—negó apenada y nos pidió que nos hiciéramos a un lado para que empezara a pasar la gente.

Cuando llegó el turno de las minas del fan club de la Valeria, nos miraron divertidas y sacudieron los dedos en forma de saludo.

—¡El que se ríe al último, se ríe al final!—les grité, pero el Maxi negó rápido con la cabeza, llamando por completo mi atención.—¿Qué?

—Así no se dice, Mati.—murmuró y me corrigió:—Es: el que se ríe mejor, se ríe al final.

—Ah,—asentí agradecida y le sonreí, olvidando las ganas que tenía de pegarle una patadita en el hoyo por lo de las entradas.—gracias, Maxi.

—De nada.—sonrió con emoción y me despeinó, provocando que todo mi estómago se revolviera.—Me alegra haber venido, ya te extrañaba.

No, por favor.

Desde que el Maxi puso por el grupo que iba a salir con una mina, lo he ignorado olímpicamente. Sé que yo fui la hueona que se ilusionó con el mino lindo con el que tenía cero posibilidades; pero aún así me duele reconocerlo.

Hechizo CuliaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora