CAPITVLVM XIV

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XIV
~ 𐙚 ~
[Una semana después...]
Matilde

—¿Chucky, por qué no entrai?—escuché a lo lejos, aún cuando la persona que me habló estaba al lado mío.

La verdad es que andaba muy en otra como pa' haberme dado cuenta que llevaba como diez minutos sentada en la misma posición y toda disociada. De hecho, solo logré notar la presencia del Maxi cuando agitó su mano delante de mis ojos pa' sacarme de mi trance.

—¿Qué querí?

—Oye...—me miró ofendido, pero aún así suavizó la mirada a los segundos.—Anda pa' tu casa, no veí que la Amaya me tiene amenazado.

—¿Amenazado?

—Me dijo que si no llegaba contigo me iba a tirar un hechizo pa' volverme feo.

—Dile que no gaste hechizos en hueás...—solté un suspiro y enrollé un poquito del pasto que me rodeaba en mi dedo índice.—Ya erí feo.

—Mentirosa.—balbuceó ofendido, lo que provocó que lo quedara mirando con atención. Hace semanas que no teníamos una conversación tan larga; tenerlo así de cerca me hizo darme cuenta de cuánto lo extrañaba.

Aunque no vaya a admitirlo.

Estoy bien.—balbucee y me abracé por las piernas, mientras escondía la mirada en el mini-parque del edificio para que no se diera cuenta que en verdad no estaba tan bien.—Anda a tu casa nomás, Maximiliano.

El Maxi se levantó rendido e iba a empezar a caminar hacia las escaleras. Pero, tan pronto como dio un paso, volvió a girarse en mi dirección:

—¿Querí que me quede contigo...?

—No.

—¡Ah, Matilde!—se quejó e hizo una mueca resentida, para volver a sentarse al lado mío.—Dime que me quede contigo, por fi.

—No estoy de humor, Maxi.

—Nunca estai de humor pa' mí.—miró hacia el frente y caché que su semblante pasó a uno más serio.—Pero pa' hueones que no valen la pena tení humor y todo el tiempo del mundo, ¿o no?

—Si vai a venir a criticarme, prefiero que te vayai.—lo miré dolida, porque nunca me había hablado así.—Ya soporté harto a un hueón que todos los días resaltaba mis defectos, no necesito otro así.

—¿Por qué estai así? Antes nos contábamos todo, Matilde.—me miró con preocupación y una pizca de nostalgia.—¿Por qué no me decí...?

—¿Pa' qué? No sirve de nada.

—Quiero ayudarte.

—No lo necesito, Maxi.

—Pero yo necesito de vuelta a la Matilde que conocí.—soltó de una, lo que nos tomó por sorpresa a ambos. El Maxi carraspeó y prosiguió, un poco avergonzado:—Yo necesito... Necesito de vuelta a mi mejor amiga.

—¿Erí masoquista, Maximiliano?—lo miré perpleja.—¿Por qué siempre vení donde estoy yo? Te obligo a ver hueás que no te gustan, te ignoro, te trato mal...

—Aún así erí la mejor persona que he conocido en mi vida.—me despeinó y ladeó ligeramente la cabeza hacia un costado.—Me preocupo por ti de manera inevitable, solo quiero asegurarme que estai bien.

—No estoy bien, Maxi.

—Por eso estoy aquí.—musitó y aproveché ese momento para apoyar mi cabeza sobre su hombro.—¿Querí contarme qué pasó con...?

—¿No me vai a retar?

—¿Por qué te retaría, Chuky?—suavizó la mirada y suspiró, como si mi respuesta lo hubiese tranquilizado de alguna manera.—Lo que más quiero es saber de ti y qué pasa por esa cabecita tan maliciosa.

—Al Camilo no le gustaba que estuviera contigo, Maxi.—musité cabizbaja y él asintió lento, dándome a entender que lo que acababa de confesar no lo tomó por sorpresa.—¿Sabí por qué?

—Puedo imaginármelo.

—Sabía que me gustabai...—confesé, pero la voz del Maxi sonó al unísono sobre la mía, lo que me hizo mirarlo rápido:—¿Qué?

—¿Qué?—preguntó nervioso, soltó una risa y se pasó las palmas de las manos por los pantalones.—Sigue, sigue.

—¿No me vai a preguntar por la confesión que...?

—¿Qué confesión?—se levantó rápido del pasto y me miró inquieto.—No escuché nada, creo que no me limpié bien mis orejitas.

—Maxi...

—Lero lero, soy de palo, tengo orejas de pescado.—se tapó las orejas con las manos, lo que me hizo levantarme del pasto y pegarle un manotazo en el brazo pa' que reaccionara.—¡Ay!

—¿Pa' qué me pedí que te cuente si te vai a poner así? Me gustabai, Maximiliano.—solté molesta e hice un mohín.—¿Tan terrible es saber que una mina como yo sintió algo por ti? Sí sé que no soy la media hueá, pero...

—¡Nunca dije eso!

—Sí, con la mirada.—apunté sus ojos y entrecerré los míos. Finalmente, solté un suspiro y caí rendida nuevamente al pasto para proseguir:—El Camilo me decía hueás súper hirientes, así que empecé a hacer cosas para "gustarle más".

—¿Qué cosas?

—Dejé de comer.

—Matilde...

—Llegó un punto en el que me sentía tan débil, que me desvanecía en cualquier parte.—le mostré los moretones que aún tenía en mis brazos y sentí mi labio inferior temblar.—Me perdí por gustarle a un saco de hueás, Maxi.

El Maxi se puso de cuclillas frente a mí y tomó mi cara entre sus manos para musitar:—Quizá esto no es lo que esperai escuchar y posiblemente ahora no te sirva de mucho, pero para mí, erí la mina más increíble y hermosa que existe en este mundo culiao.

Las lágrimas empezaron a caer de mis ojos, pero él las limpió rápido con el dobles de su polera, incluso mis mocos.

—No podí dejar que un hueón, que más encima parece screamer de lo horrible que es, te haga sentir insuficiente.

—Quiero que alguien me quiera por como soy, Maxi.—sollocé y lo abracé con fuerza.—No quiero sentir otra vez que no soy lo suficientemente linda como para gustarle a alguien. No quiero sentir que la gente se aburre estando conmigo...

—Yo te quiero, Matilde.

Sabía que lo hacía. Pero, lamentablemente, no de la forma que a mí me gustaría.

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⏰ Última actualización: Oct 05 ⏰

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Hechizo CuliaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora