Capítulo 2: Fantasma.

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Ya habían pasado varios días desde la llegada de Julián a Buenos Aires.

Faltaba solo uno para su tan esperado comienzo en la universidad. En los días pasados Julián había aprovechado para empezar a conocer el recorrido que debería hacer de ahora en más para llegar a su facultad. La carrera que había elegido era una licenciatura en alto rendimiento deportivo. Desde chico le gustaban los deportes, el fútbol era su favorito. Recordaba las clases de educación física en el colegio como los días más divertidos, Julián era muy rápido con las piernas, en un segundo ya podía haber cruzado toda la cancha con la pelota entre sus pies dispuesto a hacer un gol.

Una vez que terminó el colegio, sin dudar mucho eligió una carrera relacionada con el deporte.

El único problema era que no conocía a casi nadie. Y ese casi nadie hacía la diferencia con un rotundo nadie solamente porque sabía que un amigo en común con Cristian estudiaba lo mismo, Paulo. Pero no había ninguna certeza de que fueran a cursar juntos, dado que Paulo estaba más avanzado en la carrera.

El día de Julián comenzó con el despertador sonando a las siete de la mañana. El sol se filtraba a través de las persianas bajas. Julián estiró un brazo de muy mala gana y apagó la alarma del celular. Pocos minutos pasaron cuando Cristian golpeó levemente la puerta y se asomó.

-Che Juli, ¿querés que te haga un café con leche para vos? -preguntó el Cuti, que apenas metió la cabeza dentro de la habitación.

-Uh, me vendría de diez. -respondió Julián mientras se frotaba los ojos, acompañado de un gran bostezo.

Los días de convivencia con el cuti habían ido de maravilla. El chico resultó ser súper simpático, siempre estaba pendiente de todo y no tenía problema con nada. Le gustaba hacer bromas de la nada, pero con el pasar de los días Julián se fue acostumbrando, se daba cuenta más rápido cuando el Cuti quería jugarle una broma inesperada.

Después de desayunar juntos, se saludaron en la vereda y cada uno partió para lados contrarios de la calle.

Julián siguió la ruta que se había estudiado al pie de la letra. Sabía el colectivo al que tenía que subir y las líneas de subte que tenía que combinar, sin embargo, su entusiasmo por el primer día de facultad se vio interrumpido cuando Julián llegó a la estación del primer subte.

La marea de gente que transitaba el transporte público lo dejó atónito. No había tenido en cuenta que a esa hora de la mañana la línea C del subte tenía más gente que el pueblo del que venía él.

Miró la hora mientras un tumulto de personas lo apretaban dentro del vagón subterráneo. Eran las ocho y media en punto (hora a la cual comenzaba su primer clase)

«Uh, la concha de la lora. Primer día y ya llego tarde.» pensó mientras se daba cuenta de lo tarde que era.

Luego de un rato, por fin llegó hasta el edificio de su facultad. Caminó apurando el paso entre los pasillos hasta que llegó al aula que le tocaba.

Ni bien abrió la puerta, vio una cantidad enorme de chicos de su edad llenando el salón.

El profesor, que hasta el momento había anotado su nombre y los horarios de la materia en una pizarra, no detuvo su monólogo mientras Julián buscaba un asiento libre. De repente, divisó un pupitre que no estaba ocupado y dirigió su paso hacia él.

Una vez se sentó, notó a un chico vestido con conjunto deportivo de Adidas color verde agua sentado a su lado. Era morocho, con ojos oscuros y la piel ligeramente bronceada. Tenía los brazos tatuados, un reloj muy llamativo en la muñeca y una gorra tapando totalmente su pelo. Mientras Julián seguía mirando de reojo, llegó a ver un tatuaje en su cuello. "Fé", decía la tinta justo debajo de su nuez de adán.

«Alto fantasma.» pensó.

Un instante después, el moreno notó la mirada clavada en él, por lo que giró levemente su cabeza y miró a Julián a los ojos.

El cordobés sintió como un calor subía a su cara, era como si hubiera escuchado su pensamiento. Sus cachetes se enrojecieron.

Para su sorpresa, el chico a su lado simplemente sonrió levemente y le guiñó un ojo, devolviendo su atención al frente. Su sonrisa era incandescente, era la sonrisa más perfecta y brillante que los ojos de Julián alguna vez habían visto. Finalmente, apoyó su mochila en el piso y sacó un cuadernillo para empezar a tomar apuntes.

La clase transcurrió tranquila, por ser el primer día, había sido más bien una bienvenida y una pequeña introducción de qué sería lo que se vería a lo largo del cuatrimestre.

Una vez terminada, Julián empezó a juntar sus cosas, dispuesto a levantarse y abandonar el salón.

Escuchó una voz que habló a sus espaldas.

-Che amigo. -pronunció el falso turro que había estado sentado a su lado durante la clase.

Julián se dio la vuelta y lo miró a los ojos. Una vez más se perdió en esos profundos e intensos ojos oscuros que brillaban producto de uno de los tubos de luz en el techo.

-Vos también arrancaste hoy, ¿no? -preguntó el chico que todavía estaba sentado.

-Sí, sí. -atinó a responder Julián que no sabía si estaba más perdido en la mirada o en la sonrisa del morocho que le estaba hablando.

-Enzo, mucho gusto. ¿Vos cómo te llamás? -preguntó mientras estiraba su mano para saludarlo.

Julián era más de saludarse de beso en el cachete con sus amigos, pero no dudó en extender su mano para apretar la de su compañero correspondiendo el saludo. Notó como al juntar sus palmas, sus manos estaban considerablemente más frías que las de Enzo, que había estado la mayor parte de la clase con las manos en los bolsillos. Intentó no darle demasiada importancia.

-Julián, mucho gusto igualmente. -respondió, dejando en evidencia una leve tonada cordobesa.

-¿Sos cordobés? -preguntó rápidamente Enzo, que se sintió intrigado por esa tonada.

-Si, soy de Calchín.

-¿Qué mierda es Canchin, culiado? -dijo Enzo mientras esbozaba una leve sonrisa en su rostro.

Julián tenía su cara seria, no le hacía mucha gracia que los bonaerenses digan "culiado", mucho menos que traten de hacer una tonada cordobesa forzada y poco graciosa.

-Se llama Calchin, con L. Es un pueblo del norte de Córdoba, es chiquito. -explicó el cordobés.

-¿Y el pueblo cómo es? -preguntó Enzo mientras todavía sonreía, esperando que su compañero se ría.

«Ah, es un pelotudo» pensó Julián mientras trataba de poner su mejor sonrisa falsa para no denotar que el chiste de secundaria no le había dado risa.

-Bueno che, nos estamos viendo en la cursada entonces. -respondió buscando cortar con esa incómoda conversación.

-Dale, un gustazo, rey. -respondió Enzo mientras terminaba de guardar sus cosas en la mochila.

Julián le sonrió y se dirigió a la salida del aula.

En el viaje de vuelta, ahora con un poco menos de gente y un poco más de oxígeno libre para respirar en el subte, se quedó pensando en cómo iba a ser el resto del cuatrimestre para él.

No le sorprendía el estilo de compañeros que le habían tocado, había muchos con equipo deportivo y accesorios, otros con ropa más casual y dos o tres que habían ido vestidos con camisa y pantalón de vestir. Por otro lado estaban las chicas. Eran seis como mucho, pero parecían un poco más normales que los varones.

«Justo al lado del más fantasma me fui a sentar, me hubiese puesto más atrás con los otros que eran más normales» pensó Julián mientras su cuerpo se sacudía por los movimientos del subterráneo.

De repente una imagen de la brillante sonrisa de Enzo se hizo lugar en los pensamientos de Julián. Una leve sonrisa se le dibujó en el rostro, pero fue velozmente interrumpida las puertas del subte que se abrieron, dando paso a la estación en la que le tocaba bajar.

Mis ganas de no quererte - JulienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora