Capítulo 3: Rutina.

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Un nuevo día de estudios estaba comenzando. Esta vez, Julián había sido precavido y puso la alarma de su celular más temprano, de esta manera tuvo tiempo de desayunar tranquilamente con el Cuti, mientras hablaban del clima y de la posibilidad de que lloviera en las próximas horas del día.

Después de salir de la casa, se despidieron y nuevamente Julián hizo el recorrido ya conocido para ir a la facultad. Otra vez con una marea de gente de por medio, pero esta vez con más de media hora a su favor.

Habiendo llegado temprano, aprovechó para ir al aula antes de que empiece la clase y elegir dónde sentarse con tranquilidad, sin tener que pasar la vergüenza de ser mirado por todos de nuevo por llegar tarde.

Mientras iba mirando el piso inmerso en sus propios pensamientos, notó que había llegado a la puerta del aula que le tocaba ese día. Julián elevó la mirada y vio que había poca gente, recién habían llegado cuatro o cinco. Sin embargo, al mirar un poco mejor, notó que entre esos cuatro o cinco, una vez más estaban esos ojos oscuros y esa sonrisa radiante que lo habían dejado medio boludo la última vez que los vio. Enzo estaba sentado casi en el fondo, apoyando su hombro derecho contra la pared mientras parecía descansar, una vez más vestido con un conjunto deportivo negro, gorra y un reloj plateado.

Julián se sentó un tanto más adelante, sacó sus cosas y se puso a responder mensajes en su celular mientras esperaba que arranque la clase. Su concentración en el celular se vio interrumpida cuando el aula empezó a llenarse y uno de sus compañeros le pidió permiso para pasar al asiento al lado del suyo. Julián alzó la vista y vio un chico unos años más grande que él, con ojos verdes y pelo castaño. Sin hacerlo esperar, se levantó de su asiento y le abrió paso para que su compañero pasara. Julián volvió su vista al celular.

El aula cada vez estaba más llena, ya faltaban cinco minutos para que arranque la clase. Julián escuchó que alguien detrás de él arrastró una de las sillas y pronto vio a alguien más sentarse al lado del chico de ojos verdes que le pidió pasar anteriormente. Con tan solo un segundo de ver la visera negra, se dio cuenta que era Enzo.

-¿Che, Paulo, sabés si para mañana hay que traer antiparras? -le preguntó Enzo al chico que yacía sentado a la derecha de Julián, quien escuchó de rebote la pregunta pero continuó con la vista en su celular.

«¿Ese será Paulo el que jugaba con el Cuti y conmigo cuando eramos chicos?» pensó Julián mientras intentaba recordar la cara de su amigo de la infancia.

Paulo le respondió a Enzo que no tenía idea mientras levantaba los hombros.

Enzo, que estaba a dos asientos de Julián, puso su mirada fija en él. El cordobés se dio cuenta de esto, pero prefería fingir demencia antes que tener un cruce de miradas incómodo.

-¿Che Julián, vos cursás natación mañana? -le preguntó Enzo que todavía tenía su mirada intensa clavada en él.

Julián se había olvidado por completo de las clases de natación, no había comprado las cosas que necesitaba llevar al día siguiente.

Pocos segundos después de su pregunta, notó los ojos verdes de Paulo que también se posicionaron sobre él. Ambos lo miraban fijamente.

-¿Sí, por? -dijo Julián simulando que no había escuchado la pregunta que le había hecho Enzo a su compañero.

-¿Sabés si hay que traer antiparras? -repreguntó el morocho.

-La verdad que no tengo ni idea. Es más, me había olvidado que tenía que comprar el toallón para mañana. -respondió Julián con total sinceridad.

Paulo, que aún continuaba viendolo y que había notado la tonada cordobesa en su voz, aprovechó para preguntar:

-¿Vos sos Julián el que se está quedando en lo del Cuti? -.

Mis ganas de no quererte - JulienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora