Capítulo 12: Sorpresas.

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Un nuevo día comenzaba para Julián después de un fin de semana lleno de emociones. Ese último domingo compartido con Enzo había terminado de volver su cabeza un quilombo (si no es que ya lo era). Si de algo estaba seguro es que le encantaba pasar tiempo con el morocho. Sus besos, sus ojos, sus tatuajes, todo de él lo volvía loco. Por un lado era un sentimiento hermoso, nada se equiparaba a la felicidad que le producía pasar tiempo con él. Pero por otro lado era incertidumbre. Lo mataba no saber cómo continuarían las cosas con Enzo. Sabía de antemano que el bonaerense también lo quería mucho, pero también sabía, por comentarios de sus amigos, que el morocho no era ningún santo, y que le encantaba seducir a cualquier cosa que se cruce en su camino. Al cordobés le preocupaba ser un nombre más en la lista.

Después de todo, ésta era la primera vez que Julián comenzaba a desarrollar sentimientos tan complejos por alguien. Y sumado a eso, resulta que ese alguien encima era un pibe. Además, le incomodaba un poco lo que pudieran pensar sus cercanías, y sobre todo, su familia.

A pesar de la ansiedad que le causaba la situación, la única forma de aclarar las cosas era hablándolas con Enzo, así que se propuso esperar al momento adecuado para poder tener esa charla. Mientras tanto, le tocaba seguir cursando y aprovechando la compañía de sus amigos y del de ojos oscuros.

El cordobés armó su mochila e hizo el recorrido de siempre hasta llegar a la facultad. Al llegar, se unió al grupo de Paulo y Enzo que ya estaban en el aula.

La clase transcurrió de una manera bastante intensa, los temas comenzaban a avanzar y ya estaban cerca de las fechas de los primeros parciales. Esta materia puntual era de cuestiones musculares y anatómicas del cuerpo humano, con una gran cantidad de contenido teórico.

Los tres trataron de prestar atención durante las cuatro horas de cursada, pero en el medio intercambiaron varias miradas al notar la dificultad de los temas que estaban viendo. Una vez que terminó la clase, caminaron juntos hasta la salida.

—No entendí una mierda. —dijo Enzo mientras se rascaba la nuca.

—Yo entendí la mayoría, pero este fin de semana me voy a tener que poner a estudiar o el profe me va a culiar en el parcial. —dijo Julián que caminaba a su derecha.

—Unas ganas de ser el profe. —acotó el morocho lanzándole una mirada pícara al castaño.

Paulo, que iba caminando a la izquierda de Enzo, sonrió de lado al escuchar ese comentario. Era típico que el bonaerense le diga ese tipo de cosas a Julián, pero nunca lo había hecho delante de alguien.

Julián golpeó con su codo el brazo del morocho, clavando una mirada fulminante.

—Ya sabe Pau, no hace falta que me pongas esa cara, jajaja. —se rió Enzo.

Julián abrió sus ojos como dos focos de luz por la sorpresa.

—Desde el primer día que entraste por la puerta del aula que me viene diciendo que estás re lindo Juli, no es ningún misterio, jajaja. —se rió también el de ojos claros.

Julián suspiró y se rió en voz baja con los otros.

—Además a vos falta que se te dibujen dos corazones en las pupilas cada vez que te sonríe el culiado éste. —agregó Paulo mirando al castaño.

—No le digas eso que le da vergüenza. —dijo el morocho cruzando su brazo por detrás de la espalda del más bajo.

Efectivamente, los cachetes de Julián se ruborizaron por el comentario del otro cordobés, pero rió porque lo que dijo Enzo también era cierto.

Los tres llegaron a la salida, mientras el brazo del morocho seguía cruzado por la espalda del castaño, terminando en su cintura.

Al bajar los escalones, vieron un auto rojo que se estacionó en el cordón frente a ellos. Al bajar la ventanilla, reconocieron al chico de pelo rubio que estaba manejando cuando bajó su ventanilla, era Rodrigo. Sacó su mano por la ventanilla para saludar a los tres que estaban apenas al final de las escaleras.

Mis ganas de no quererte - JulienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora