Capítulo 17: Malas formas.

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El último día hábil de la semana comenzó con Enzo tocando bocina afuera del departamento de Julián.

—Está tocando bocina tu novio. — dijo el Cuti, que estaba parado, en calzones, mientras miraba a la calle por la ventana del comedor. Ese día a él no le tocaba ir a cursar.

El castaño estaba corriendo de un lado a otro por todo el departamento, agarrando sus cosas. Se le había hecho tarde y la bocina del auto lo tomó por sorpresa, pensó que tenía más tiempo para prepararse.

—No es mi novio. —respondió, habiendo terminado finalmente de agarrar todo lo que necesitaba y colgando la mochila de su hombro derecho.

El Cuti le hizo una mueca, llevando sus ojos hacia arriba.

—Chau Cris, nos vemos. —dijo Julián y luego cerró la puerta del departamento.

La situación entre Enzo y su compañero de piso había mejorado. Apenas, pero había mejorado. Es más, un día de esa misma semana, en la que él morocho lo había dejado en su casa al volver de la facultad, Cristian casualmente también estaba entrando al edificio. Lo sorprendente de esto fue que el Cuti se acercó a la ventanilla del auto para saludarlos a ambos, parecía que ya se le había pasado el enojo. Al fin y al cabo, la ecuación era simple, si el castaño estaba feliz, también lo estaba su amigo. La trompada de aquella vez simplemente había sido un pequeño desliz en su vinculación, pero ninguno de los dos le guardaba rencor al otro.

Al llegar al auto, Julián abrió la puerta del lado del acompañante y se subió.

—Buen día, En. —dijo el cordobés mientras se acercaba para darle un beso en el cachete.

—Buen día, bombón.— respondió el otro, colocando una mano en el cuello del otro y devolviendo el saludo.

—¿Hoy no me vas a dar un beso como el de ayer? —agregó, dejando ver una sonrisa, con su mano tatuada aún en el cuello del de piel más clara.

Julián le devolvió la sonrisa y se acercó para juntar sus labios, haciendo que el morocho apriete más fuerte su cuello para mantener sus bocas juntas por varios segundos. Al alejarse, éste le dio un último beso en el cachete, para luego poner una mano en el volante y arrancar el auto.

Los dos llegaron a la facultad a tiempo, por suerte. Ese día nuevamente les tocaba rendir examen, esta vez de una materia teórica. Julián había estado estudiando los últimos días, Enzo también, pero preguntándole cada dos horas al castaño todas las dudas que le surgían. Era evidente quién la tenía más clara.

Después de salir de rendir, fueron hasta la entrada con la compañía de Paulo y su amigo más reciente, Lautaro.

El de ojos verdes no tardó en subirse al auto rojo que lo estaba esperando, con Rodrigo al volante. Saludó a sus amigos desde la ventanilla. El cielo estaba nublado, parecía que iba a largarse a llover en cualquier instante.

Pocos segundos después, llegó ese instante. Sin previo aviso una tormenta torrencial azotó la calle y la vereda, con una gran cantidad de agua cayendo.

—Uh, la concha de la lora, espero que no se inunde el subte. —pronunció el Toro.

—¿Hasta dónde tenés que ir?— preguntó Julián.

Después de escuchar la respuesta, levantó sus cejas, con cierta alegría de escuchar esa dirección.

—Justo nos queda de pasada, te llevamos en el auto si querés, así no te mojás.— le ofreció el castaño con toda la amabilidad el mundo.

—Uh buenísimo, me viene de diez. —dijo el morocho de piel clara con una sonrisa.

El que no tenía una sonrisa era Enzo. Casi se cae de cabeza al piso al escuchar la propuesta que acababa de hacer Julián sin preguntarle. No sabía si tenía más ganas de matarse ahí mismo o de matarlo al cordobés.

Mis ganas de no quererte - JulienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora