Capítulo 24: Valentía.

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-Dale Julián, no podés encerrarte a llorar cada vez que te pelees con Enzo, no vas a solucionar nada así. -dijo el Cuti apoyado del otro lado de la puerta de su pieza, tratando de no ser demasiado duro con su amigo, pero al mismo tiempo tratando de ser sincero y decirle lo que pensaba de la situación que veía.

-Dejame solo, no voy a salir. -respondió el otro desde el interior de la habitación, con su voz suprimida por el sonido de alguna almohada sobre su cabeza.

La puerta estaba cerrada con llave, pero el Cuti se acordó que tenía guardada una llave de repuesto (en alguna parte entre el quilombo de los cajones de la cocina). Después de un rato de estar revolviendo y revoleando por el aire cosas que no eran lo que buscaba, finalmente dio con la llave.

Después de dar dos vueltas, abrió la puerta de la pieza. El panorama era sombrío, no se filtraba ni una gota de luz por la ventana. La ropa estaba tirada por todo el piso, y Julián reposaba hecho una bolita sobre la cama, tapándose la cara con una almohada blanca.

-Dale Juli, en serio te digo, me tenés preocupado. Hace una semana que no vas a la facultad, apenas salís para comer y antes que me dé cuenta ya estás encerrado acá de nuevo. Háblame, decime cómo ayudarte por lo menos.- dijo el morocho mientras se sentaba en un costado de la cama.

“Decime cómo ayudarte”, como si existiese una solución mágica para abandonar esas ganas de hundirse entre las sábanas y desaparecer. Por más que el castaño sabía que su amigo lo hacía con la mejor intención, había algo en su interior que lo obligaba a quedarse en ese estado. 

La cursada ya había terminado, esta última semana de facultad había sido de recuperatorios. Julián había aprobado todo, así que no hubo razón ni responsabilidad que haya logrado que salga de su pieza en los cinco días hábiles que iban de la semana.

-En serio te digo, vamos a la plaza aunque sea, pero tenés que salir un poco. -insistió el morocho.

Julián asomó su cabeza por debajo de la almohada, mostrando un rostro ojeroso y el pelo muy despeinado. Ahora reposaba sobre la parte de arriba de la almohada, pero su cara no mostraba ninguna expresión.

-¿No volviste a hablar con Enzo en estos días? -preguntó el Cuti, tratando de arrancar el problema de raíz.

Los ojos de castaño lo miraron fijamente.

-No. -respondió con frialdad, para después volver su mirada a la nada misma.

-Deberías. No se van a solucionar solas las cosas. 

Julián no pensaba dar el brazo a torcer después de las palabras que habían salido de la boca de Enzo. Ya le había perdonado otras actitudes de mierda en el pasado, pero esta vez no, se la había mandado fuerte.

-Dale Julián, levantate. -volvió a insistir su amigo, tratando de que el otro salga de la cama de una vez por todas.

-No me hinches los huevos culiado, salí. -respondió con malhumor el cordobés cuando sintió la mano de su amigo sobre su brazo, intentando moverlo de su reposo.

Cristian ya se había dando por vencido, levantándose del colchón y agitando su mano por encima de su cabeza en un gesto “andate a cagar”, pero inesperadamente sonó el celular de Julián, apoyado sobre la mesita de luz.

El castaño ni siquiera desvió la mirada, como si ya hubiera recibido llamadas en esos días y estuviera acostumbrado a ignorarlas.

Cristian levantó el celular, para ver en la pantalla quién era. 

-Si es Enzo no le atiendas. -advirtió el más bajo.

-No es Enzo.

La cara de Julián cambió por primera vez desde que el otro entró a la habitación. Juntó las cejas en señal de confusión.

Mis ganas de no quererte - JulienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora