Capítulo 18: Guerra de miradas.

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Julián se despertó sintiendo un brazo alrededor de su cintura. Por un momento se olvidó de que Enzo estaba durmiendo con él, pero al esclarecer sus pensamientos, terminó por sonreír al ver el brazo tatuado del morocho.

Se giró para ponerse de frente al de ojos oscuros, que continuaba durmiendo, emitiendo ese sonido de respiraciones cortitas por la nariz. El castaño no podía evitar sonreír de la felicidad y la ternura que le causaba ver al otro durmiendo así, podría pasar horas enteras haciéndolo.

Enzo descansaba con una paz increíble, cosa que era difícil de creer sabiendo cómo habían sido las cosas el día anterior:

Después de hablar con el Cuti, Julián le ofreció quedarse durante el fin de semana. Al principio el morocho se negó rotundamente, argumentando que podía pedirle a otro amigo que le haga ese favor, para no molestar. El castaño insistió un par de veces más, hasta que el otro aceptó, pero aclarando que solo sería por ese fin de semana. La tarde del viernes transcurrió dentro de todo tranquila, los dos cordobeses y el bonaerense convivieron en armonía, mientras tomaban mate y charlaban. Fue la noche la que transcurrió con otras emociones.

Después de cenar, Julián le ofreció al morocho que duerma con él, a pesar de la idea inicial del otro de dormir en el sillón para no estar incómodos en la cama de una plaza. Frente a la propuesta, no tardó mucho en decir que sí. A los dos les encantaba dormir abrazados, no había por qué mentir.

El cordobés apagó la luz y se acostó en la cama. A su lado se sumó Enzo, después de sacarse el short y la remera que tenía puestos. Los dos quedaron de frente, mirándose por un rato en la casi total oscuridad que había en la habitación, sus caras apenas se iluminaban por la poca luz que entraba por la ventana. 

Enzo acarició la mejilla izquierda del de ojos marrones, haciendo pequeños movimientos con su dedo pulgar.

—Gracias, Juli. —dijo susurrando, mientras seguían mirándose a los ojos el uno al otro.

—¿Por qué? No es nada que quedes acá unos días, Cristian no tiene drama. —respondió el cordobés también susurrando.

—No es solamente por eso. Por todo. Gracias por ser el único que siempre está para mí. Sos el único que con una sonrisa me saca el mal humor y el que me aguanta cuando estoy del orto. Sos lo más lindo que me pasó en la vida.

A Julián se le achicó el corazón al escuchar esas palabras. Era real que el castaño había sido el único que había estado siempre para él. Enzo no recibía ese tipo de amor y compañía hacía mucho tiempo. Ni siquiera cuando estaba de novio con Valentina, a lo sumo era cojer y compartir alguna que otra salida, pero no sentía la misma contención que le daba estar abrazado al cordobés que tenía al lado.

Julián le sonrió, apoyando su mano sobre la del otro y acercando su cara un poco más, deslizándose sobre la almohada que compartían.

—Siempre voy a estar para vos, En. Te lo prometo. —dijo el más bajo pasando su mano por la espalda del otro, acariciándolo.

Enzo le sonrió al escuchar esas palabras, pero esa sonrisa escondía muchos sentimientos más. Acercó su cabeza al pecho del cordobés, mientras éste seguía acariciando su espalda. Lo intentó, pero no pudo contener el llanto al pensar en lo mucho que le dolía sentir el rechazo de su familia. Desde que había terminado el colegio que sus papás habían tomado distancia, prácticamente vivían su vida alejados, apenas se juntaban para las fiestas o para algún cumpleaños. La situación de esa mañana había terminado de romper su corazón por completo. 

Bajó su mano hasta el hombro del cordobés apoyando su cabeza con más fuerza, tratando de frenar el llanto de alguna forma, pero simplemente no podía. 

Mis ganas de no quererte - JulienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora