Los Armstrong (18)

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El aire frío y denso parecía pesar sobre los hombros de todos los presentes mientras se despedían de Sara. La brisa suave movía las hojas de los árboles, creando un susurro constante que acompañaba el lamento silencioso de la multitud. Freen, con los ojos enrojecidos y las manos temblorosas, se mantenía cerca de Malai, sintiendo que el vacío que su madre había dejado era imposible de llenar.

La ceremonia estaba llegando a su fin cuando John, vestido de negro impecable, se acercó a ellas. Su rostro, serio y marcado por las arrugas de la preocupación, reflejaba una tristeza contenida. Tomó la mano de Malai con delicadeza, ofreciendo sus condolencias con una mirada que intentaba transmitir consuelo. "Lamento mucho tu pérdida, Malai.", dijo con voz baja. Malai asintió ligeramente.

John entonces dirigió su atención a Freen. Sin decir nada, John la abrazó levemente, un gesto más simbólico que afectuoso. Durante ese breve contacto, inclinó su rostro hacia el oído de Freen y, en un susurro casi imperceptible, dijo: "Puedo ayudarte con la demanda contra Ricardo para el caso de tu madre... si estás dispuesta a hacerlo. Tengo suficientes pruebas en su contra para llevarlo a juicio."

Freen se quedó paralizada, sin saber cómo reaccionar. Antes de que pudiera responder, John ya se había alejado. El nombre de Ricardo resonaba en su mente como una campana de advertencia, un eco del peligro y el sufrimiento que su familia había soportado.


Mientras las últimas paladas de tierra cubrían el ataúd de Sara, Freen se quedó a solas con Malai junto a la tumba. El silencio entre ellas era denso, casi palpable. Finalmente, Freen encontró el valor para romperlo.

"Tía...", comenzó, pero su voz se quebró. "Tía, lo siento. Siento no haberte dicho antes quién era realmente Ricardo. Debería habértelo contado, pero... tenía miedo. Tal vez mamá aún estaría con vida si lo hubiera hecho."

Malai permaneció en silencio por un momento, su mirada fija en la lápida de su hermana. Cuando finalmente habló, su voz era fría, distante, como si la persona cálida que Freen había conocido hubiera desaparecido. "Ricardo... Ricardo me engañó a mí, a tu madre, y a todos nosotros. Y tú... tú sabías algo, pero no dijiste nada."

Freen sintió que las palabras de Malai la atravesaban como cuchillos. Cada palabra de su tía era una verdad dolorosa que no podía negar. "Lo sé, tía. Y no hay día que no me arrepienta de haber guardado silencio. Pero ahora... ahora John dice que puede ayudarnos a hacer justicia. Talvez tenga pruebas contundentes para hacer que Ricardo pague por todo."

Malai giró la cabeza lentamente para mirar a Freen. Sus ojos se clavaron en los de su sobrina. "¿John? ¿No será otra trampa? Al final son hermanos."

"Dice que tiene información que podría llevar a Ricardo a juicio.", respondió Freen, intentando transmitir la esperanza que había comenzado a arder en su interior.

Malai se quedó en silencio, sopesando las palabras de Freen. Después de un largo momento, asintió con la cabeza, aunque sin la convicción que Freen esperaba. "Si eso es lo que hace falta para obtener justicia para Sara... entonces lo haremos. Solo espero que sea verdad y no otra trampa de los Armstrong."

Mientras Freen y Malai se alejaban de la tumba, la joven no pudo evitar sentir que, aunque habían perdido a Sara, aún había una oportunidad de redención. Una oportunidad de asegurarse de que Ricardo pagara por todo el sufrimiento que había causado.


Mientras tanto, en otra parte de la ciudad, Ricardo estaba sentado en su oficina, observando con ojos vacíos los documentos sobre su escritorio. Desde la muerte de Sara, Malai se había vuelto cada vez más distante, y aunque él intentaba convencerla de que todo era por el dolor de la pérdida, en el fondo sabía que había algo más. Algo que estaba fuera de su control.

El sonido de la puerta al abrirse lo sacó de sus pensamientos. Rogelio, su fiel asistente, entró con una expresión preocupada. 

Ricardo levantó la vista, frunciendo el ceño. "¿La encontraste?"

"No, señor. No hemos encontrado a la señorita Kate.", explicó Rogelio.

El rostro de Ricardo se endureció. Kate había sido una espina en su costado durante años, y había confiado en John para que la eliminara como amenaza. Se levantó bruscamente, sus movimientos reflejaban la tensión que sentía. "John me aseguró que Kate estaba muerta. Le pagué una fortuna para que se encargara de eso."

Rogelio tragó saliva, notando la ira creciente en su jefe así que permaneció callado. "John dice que la persona que contrató para el trabajo le confirmó que Kate estaba muerta. Pero obviamente, algo salió mal."

"¡Esto es inaceptable!", rugió Ricardo, golpeando la mesa con un puño cerrado. "Si Kate llega al juez con pruebas, estamos acabados. Encuentra a Kate y haz lo que sea necesario para detenerla."

Rogelio asintió, sabiendo que su margen de error era cero. Ricardo observó cómo su asistente salía de la oficina, llevándose consigo la posibilidad de evitar un desastre. Mientras, la rabia bullía dentro de él. Sabía que su control sobre la situación se estaba desmoronando, y eso lo aterrorizaba más que cualquier otra cosa.


Las horas siguientes fueron una mezcla de llamadas urgentes y reuniones tensas. Ricardo y Rogelio revisaron todos los contactos que podrían ayudar a localizar a Kate. Sin embargo, lo que Ricardo no sabía era que su enemigo más cercano no era Kate, sino John, quien había comenzado a mover las piezas en su contra desde las sombras.

Esa noche, Ricardo se quedó solo en su oficina, con la mirada perdida en la oscuridad que se cernía sobre la ciudad. Sabía que su mundo estaba empezando a colapsar, pero no tenía intención de rendirse sin luchar. Mientras tanto, Freen y Malai, aunque heridas y llenas de dolor, habían comenzado a preparar su venganza silenciosa, decididas a asegurarse de que Ricardo pagara por cada lágrima que había causado.

En el horizonte, la tormenta que se avecinaba era inevitable. Y cuando finalmente llegara, nadie, ni siquiera Ricardo, estaría preparado para enfrentar las consecuencias.



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