Los Armstrong (17)

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La atmósfera en el hospital era fría y opresiva, como si el tiempo mismo se hubiera detenido en ese pasillo vacío. Freen y Malai caminaban rápidamente, sus corazones latiendo con fuerza por la ansiedad y el temor. Freen sentía un nudo en el estómago, una sensación que crecía con cada paso que daban hacia la habitación de su madre Sarah.

Cuando llegaron, un médico las estaba esperando en la puerta, su rostro sombrío confirmando lo que Freen más temía.

Lo siento mucho, dijo el médico con voz grave. —Intentamos todo lo posible, pero alguien desconectó a Sarah de las máquinas antes de que pudiéramos intervenir. Falleció hace unos minutos. Ya llamamos a la policia y vienen de camino...

El mundo de Freen se desmoronó en ese instante. El dolor la atravesó como una flecha, dejándola sin aliento. No pudo evitar soltar un grito ahogado, cubriéndose la boca con las manos mientras las lágrimas brotaban de sus ojos. Malai, en shock, se llevó una mano al pecho, tambaleándose hacia atrás.

¡No... no puede ser! Mi hermana no puede estar muerta!, exclamó Malai, negando con la cabeza como si eso pudiera revertir lo que acababa de escuchar.

Freen sintió una ola de rabia mezclada con desesperación. Su dolor se transformó en furia, y de repente todo quedó claro en su mente. Ricardo. Él era el culpable de todo.

¡Esto es su culpa! ¡Todo es por culpa de ese maldito! Ricardo fue él que la mando a desconectar. Estoy segurísima., gritó Freen, con la voz quebrada, mirando a su tía con ojos llenos de lágrimas y furia.

Malai la miró, confundida y angustiada. —¿De qué estás hablando, Freen? Ricardo siempre ha sido bueno con nosotras... ¿Cómo puedes culparlo en un momento como este y de algo tan grave?

Freen apretó los puños, sintiendo cómo la rabia la consumía. —¡No tienes idea, tía! Ricardo es la razón por la que mamá ya no está aquí. Ella nunca debió salir de Tailandia. Él es el monstruo que la llevó al Elite Way bajo engaños. ¡Hizo que la golpearan, la dejaron a punto de morir en un sótano!

Malai retrocedió, sacudiendo la cabeza en incredulidad. —Eso no puede ser verdad... No puedes estar diciendo la verdad. Richie nos ha ayudado, nos ha apoyado... ¡No puede ser cierto! él me ama!

Freen se acercó a su tía, su voz temblando de dolor. —Es cierto, tía. Yo misma lo descubrí. Ricardo la traicionó, la utilizó y luego la abandonó. Todo lo que ha sucedido es por su culpa. ¡Él es el verdadero culpable de toda la desgracia que le ha caido a nuestra familia!

Malai se quedó en silencio, luchando por procesar las palabras de Freen. La idea de que Ricardo, alguien en quien había confiado, pudiera ser capaz de algo tan horrible era demasiado para ella. Estaba a punto de responder cuando la puerta de la habitación se abrió de golpe, y Becky y Sebastian entraron, ambos con rostros llenos de preocupación.

Becky corrió hacia Freen y la abrazó con fuerza, tratando de consolarla mientras Sebastian se quedaba cerca, observando la escena con ojos asustados.

Malai miró a Becky, buscando alguna señal de que todo esto no era más que un malentendido. —Becky, por favor, dime que esto no es cierto. Dime que Freen está equivocada.

Becky levantó la mirada, su expresión seria y decidida. —Malai... Freen está diciendo la verdad. Mi padre es el responsable de lo que le pasó a Sarah. Yo estuve allí cuando atacaron a Sarah, y fue Irin, mi amiga, quien desconectó a Sarah de las máquinas... por órdenes de él.

El shock en el rostro de Malai fue evidente. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras intentaba asimilar lo que acababa de escuchar. —No... no puedo creerlo... ¿Por qué haría algo así?

Freen soltó a Becky y se acercó a su tía, tratando de calmarla. —Lo hizo para protegerse, tía. Para asegurarse de que no hubiera ninguna evidencia que lo incriminara. Ha estado manipulándonos a todos.

La habitación quedó en un silencio pesado, interrumpido solo por los sollozos ahogados de Malai. Todo en lo que había creído se había derrumbado en cuestión de minutos. Su esposo es un criminal y el asesino de su hermana Sara.


Mientras tanto, en un elegante restaurante de la ciudad, John y Kate estaban disfrutando de una cena romántica. El ambiente era cálido y acogedor, con velas iluminando suavemente la mesa y una suave música de fondo. La expresión de Kate era de satisfacción, mientras brindaba con John.

Salud por el fin de Ricardo, dijo Kate, sonriendo con un toque de triunfo.

John alzó su copa, sonriendo también. —Por fin está recibiendo lo que merece. Hoy le entregaron los papeles de la demanda por la custodia de Sebastian. Es solo el comienzo.

Kate bebió un sorbo de su vino, su mirada fija en la de John. —Estuve averiguando más sobre la familia Chankimha. Encontré evidencia de que Ricardo y unos jóvenes del Elite Way School son los responsables de la situación de Sarah. Fue un ataque planeado.

John frunció el ceño, tomando en serio las palabras de Kate. —¿Tienes pruebas de eso?

Kate asintió. —Sí, y estoy segura de que podemos usarlas en su contra. Ricardo ha hecho cosas terribles, pero por fin tenemos la oportunidad de detenerlo. Uno de los chicos fue tan estúpido de hablar de lo que paso en las redes sociales como si fuera una gran hazaña.

John tomó la mano de Kate, apretándola suavemente. —Voy a hablar con Freen. Necesitamos su apoyo para trabajar en el caso de su madre. Esto no puede quedar impune.

Kate asintió, sus ojos brillando con determinación. —Es lo correcto. No solo por Sarah, sino por todas las personas a las que Ricardo ha lastimado en especial sus hijos.

John y Kate chocaron sus copas nuevamente, uniendo sus fuerzas para lo que estaba por venir. Sabían que la lucha sería difícil, pero estaban decididos a ver caer a Ricardo y a proteger a quienes aún podían salvarse. Kate comía placenteramente mientras John apreciaba el poco tiempo que le quedaba de libertad. No le había dicho a Kate que él también sería encarcelado junto a Ricardo por su papel en su intento de asesinato, el único detalle que Kate nunca supo. 


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