07 | Adormecido

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❝Si quieres paz, prepárate para la guerra.

Pasaron tres días antes de que Mikhael se sentara en el cuarto de Taylor y Daniel, frente a la computadora, y perdiese cuarenta minutos investigando cómo llamar a Elijah. Creyó que nunca se establecería la conexión pero, mientras esperaba que la llamada entrase, se preguntó cómo Zecharias sabía dónde estaba Elijah.

Ni él, que lo conocía desde hacía tres años, sabía con exactitud dónde se ubicaba el laboratorio en el que Elijah trabajaba. Apostaba que era alguna zona de Haejj, la capital, pues Sekulets había juntado a los científicos más inteligentes del país para resolver los niveles de radiación. Por eso, aunque Elijah era norteamericano, trabajaba para él.

—¿Entonces ya te contó todo? —fue lo primero que preguntó, refiriéndose a Zecharias, cuando la imagen de Mikhael apareció al otro lado de la cámara.

Mikhael había vuelto a sentarse con una rodilla pegada al pecho; los mechones de cabello rubio, revueltos porque seguía húmedo a causa de la ducha, rozaban su frente. Asintió, pero no había expresión alguna en su rostro.

—¿Tú lo sabías?

—Sí.

—¿Por qué nunca me lo dijiste? —inquirió en un hilo de voz, y Elijah, que estaba limpiando el interior de un finísimo tubo con una especie de aguja, encogió los hombros.

—Pensé que no me creerías —admitió— y habría odiado que dejaras de hablarme. Eres el único amigo que tengo.

Mikhael repiqueteaba los dedos sobre el escritorio. Observaba sus pálidos dedos, todavía rosados y quemados en los lados. Junto a la computadora, había un lapicero, y se vio tentado a estirar el brazo y agarrar un bolígrafo. Necesitaba algún contacto para sentir apoyo emocional.

—Quiero creer que te habría creído —musitó— precisamente porque eres también mi único amigo. ¿Has leído el libro?

Sin mirarlo, Elijah terminó de limpiar el tubo de cristal y apartó el paño turquesa que había sujetado a la aguja.

—No entero. Solo algunas partes.

—¿Cómo puedes leerlo si la tinta no se ve? —quiso saber—. ¿Cómo pueden copiarlo?

—La mayoría de los copistas replica partes que se perdieron para preservarlas. Hasta ahora solo seis personas podemos leer el original. Tal vez un día tú también puedas.

—¿Sabes dónde encontrarlo?

Despacio, Elijah rodó los ojos hacia él. Por una fracción de segundo, lo inundó la sensación de que no le diría la verdad porque ambos la sabían.

—Eso es información confidencial.

—Pero no tiene nada que ver contigo.

—No me secuestraron para investigar cómo reducir la radiación, Mikhael. Me metieron aquí para analizar la tinta del libro y crear una igual.

Cruzado de brazos, Mikhael parpadeó, estático. A pesar de que le costaba creer a Zecharias, porque lo consideraba un poco paranoico, no podía dudar de Elijah.

Elijah nunca le mentiría.

Pero en los tres años que habían estado hablando, nunca le había dicho que trabajaba en algo distinto a estudiar los niveles de radiación en el desierto.

—¿Estás prisionero?

—Te enseñaría la cadena si pudiera, pero no puedo moverme de esta mesa.

Mikhael bufó por el agobio.

Los Cinco SéptimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora