5. Confuso

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—Te dejé muy claro que no quería que te acercaras a ningún Bracken, ¿y qué es lo primero que haces?

Davos no puede evitar resoplar con desgana, sintiendo varios pares de ojos sobre él. Se deja caer sobre una de las sillas.—Padre, fue una tontería, un simple desacuerdo entre nosotros, realmente no le hablo, ¡no somos amigos siquiera! de hecho, me cae fatal, lo odio.

Le sorprende sentir que un nudo en su estómago se forma al decir eso, y no puede evitar pensar en que, pese a que Aeron es la persona más arrogante que ha conocido jamás, busca de su atención constantemente. Le agrada sentir sus ojos brillantes observándolo, verlo sonreír pese a ser sonrisas forzadas, soberbias, sin rastro de verdadero júbilo. Le gusta la forma en la que camina, tan hipnotizante, es casi como si danzara, como una ninfa o un hada en un etéreo bosque, su aspecto tan encantador, con una delicada belleza. Le gusta hacerlo sonrojar, la forma de sus labios y como se ensanchan al sonreír, su expresión de furia y su forma de hablar y retarlo. Aeron le agrada, pese a no comprenderlo del todo.

—No quiero que te acerques a ese niño de nuevo, ¿entendido, Davos?

Este asiente con la cabeza, evitando la severa mirada de su progenitor, al igual que la de todos los que están ahí presentes. Encuentra atípica esta sensación, jamás ha sentido esta vulnerabilidad cuando Samwell lo reprende tras una nueva travesura. Normalmente, se mantiene con la cabeza bien en alto, tratando de reprimir sus risitas mal disimuladas, y la satisfacción se mantiene latente en su interior durante todo el día, mas esta vez no es así. Esta vez no busca la rabia de sus progenitores ni la admiración de su hermanito, mucho menos sentirse satisfecho con lo que puede llegar a conseguir. Sólo puede pensar en Aeron, pese a que quizás no debería.

Porque, si sus primos no mucho mayores que él fueron capaces de golpearlo de esa manera, ¿qué podrá hacerle su tío? le preocupa el ambiente que envuelve a Aeron, las personas que lo rodean, y lo que eso puede significar para él. Quisiera protegerlo él mismo, pese a que, en estos momentos, Bracken lo odia, y muy en el fondo, comprende la razón.

[...]

Grisáceas son las nubes, anunciando una venidera llovizna que azotará a las Tierras de los Ríos. Davos observa el cielo, algo aburrido. Aeron no le ha dirigido la palabra en todo el día, ni siquiera la mirada, incluso cuando lo ha tratado de detener y hablar con él, el otro muchacho se ha mostrado de lo más arisco, incluso agresivo. Lo ha empujado para seguir su camino y se ha marchado hecho una furia, incluso parecía que salía humo de su cabeza dura. Pero gracias a los Antiguos Dioses, no percibe ninguna herida nueva en su piel. Se encuentra a la perfección.

Y ahora, por fin, van a comenzar con los entrenamientos físicos tras días de clases de pura teoría que él considera inútil y a la que ciertamente no le ha prestado atención.

—En parejas, muchachos, haremos combates uno contra uno.—anuncia su profesor, emocionado.

Instantáneamente se aproxima a Aeron, suplicando que este sea su pareja para el ejercicio. Puede percibir un brillo extraño en sus ojos, junto a una sonrisa que le causa escalofríos. Siente algo extraño en su interior cuando Aeron finalmente acepta, lo considera un mal augurio, mas está tan desesperado por su perdón que lo deja pasar. Mientras esperan su turno, Aeron no le habla, se mantiene ocupado atacando al aire con su espada de madera, mientras el Blackwood lo admira algo espantado, su actitud le altera.

Finalmente, es su turno de combatir, Davos observa espantado la sonrisa maníaca en el rostro de Bracken mientras se ponen en posición. Una vez comienzan, es muy obvio para él que Aeron está hecho una furia, que lo odia a más no poder y todo lo que busca es hacerle el mayor daño posible durante el combate. Davos intenta, sin mucho éxito, de esquivar sus constantes y brutales ataques, mas Aeron es mucho más escurridizo que él y parece leer su mente, pues es capaz de esquivar cada uno de sus torpes ataques sin siquiera despeinarse. Davos no puede evitar caer de rodillas al recibir un golpe en su estómago que le saca por completo el aire, y antes de que el chico decida atacarlo de nuevo, su profesor los detiene.

—Bracken, esto es un combate amistoso, no un campo de batalla.

Y Aeron parece despertar de su ensoñación, y vuelve a ser aquel muchacho que tanto le agrada a Davos.—Lo lamento, señor.

—Lleva al joven Blackwood con el maester para tratar sus heridas.

A regañadientes, Aeron lo ayuda a levantarse y sin mediar palabra comienza a caminar en busca de quien pueda curar las heridas provocadas por él mismo. Davos como puede trata de seguir su ritmo, extrañado mas a la vez irritado por el comportamiento del Bracken.

—¿Qué demonios pasa contigo, Bracken?

—No quiero hablar, Blackwood.

—Me debes una explicación y una disculpa, mira como me has dejado.

Aeron le dedica una mirada de soslayo, llena de desprecio.—No era mi intención dejarte así, tan sólo quería vengarme por lo de ayer.

—¿Vengarte? el rencor es malo, Aeron.

—Te recuerdo que nuestras familias tienen una rivalidad milenaria por el rencor, precisamente.

—Tienes razón, siento lo de ayer, seguro te dieron un gran sermón por mi culpa.

—Mi tío ya no confía en mí, jura que si vuelvo a pelear con un Blackwood o siquiera acercarme a uno lo pagaré caro. Y mi padre puso el grito en el cielo cuando se enteró.

—No ha sido muy diferente en Raventree Hall. No debería hablar contigo y tú tampoco conmigo, mas no puedo evitarlo.—Exhala con fuerza, puede sentir la mirada color miel del otro chico sobre él, juzgando aquello que tiene por decir.—Aeron, quizás pienses que me burlo de ti, que todo lo que busco es hacerte la vida imposible, pero no puedes estar más equivocado, soy genuino con todos mis comentarios, y realmente me agrada estar contigo.

—La verdad es que a mí también me agrada tu compañía, Davos.

"Davos" jamás lo ha nombrado por su nombre de pila hasta ahora. Siempre era ese mismo "Blackwood" con ese tono tan odioso y despectivo. Pero su nombre ha sonado tan dulce saliendo de esos labios, como una suave brisa que ha acariciado sus oídos, causando que su mejillas se calienten en un intenso rubor y su corazón comience a latir desenfrenado.

—¿Qué te pasa ahora?—Aeron inquiere, observándolo de muy cerca.

—¡Nada!

Aeron no insiste, continúa caminando en silencio, parece no haber notado realmente lo que acaba de pronunciar. O quizá es sólo él, que le está dando demasiada importancia a algo tan simple como él diciendo su nombre. No lo sabe, pero siente que su relación con el Bracken cada vez es más estrecha, y más confusa también.



Enredador | Davron Donde viven las historias. Descúbrelo ahora