Enredador | Davron

14. Mal Presentimiento

Aeryk camina quejumbroso, aún sintiendo su ojo magullado palpitar ligeramente. Aeron las va a pagar, jamás nadie le había golpeado antes, siempre había sido el niñito amado y consentido de su padre, aquel que podía hacer lo que quisiera, tomar cada lugar como suyo, y no habían consecuencias. Y ahora, gracias al osado de su primo, eso ha cambiado.

No es culpa suya, cuando dijo aquello sobre su propio tío, no lo pensó dos veces, eso era lo que siempre había escuchado entre murmullos. Cuando el abuelo Humfrey falleció, su Nana le contó enfurecida como la madre de Raylon era una simple campesina, y que por años imaginó el momento en el que su señor esposo muriera y ella finalmente pudiese privar a ese bastardo de todos los lujos que se le había otorgado, mas no podía. No en el momento en el que Raylon era un adulto, la mano derecha de su adorado Amos, y le dijo como jamás podría hacerle algo así a su dulce y joven tía, o a su primo. Y entonces supo que ella no haría lo mismo por él, sólo por el pequeño Aeron, y aquel pensamiento lo persiguió durante años.

Nana adoraba a Aeron, llegaba a rozar lo inhumano. Quizá es porque su primo siempre ha sido dulce, inteligente, simplemente agradable, algo carente en el resto de hombres.
Cuando la madre de Aeron murió, Nana pasó día y noche junto a él, lo consolaba cada vez que la tristeza consumía su pequeño cuerpo, y lo arropaba con la calidez de sus caricias sobre sus cabellos dorados, recitando palabras cariñosas a su oído y viejas leyendas de cripta cada noche para ayudarlo a conciliar el sueño. Y él, en cambio, cuando perdió a su madre, no recuerda que nadie hiciera ese tipo de cosas con él, pese a que ambos eran próximos en edad cuando ambas tragedias sucedieron. Aeron contaba con siete días del nombre, Aeryk con seis. Sin embargo, todos sintieron lástima por Aeron, pero nadie la sintió por él. Y no pudo evitar ver a su primo como el culpable. Y pese a que siempre guardó un cariño desmedido por él, el rencor y la envidia crecían en cada fibra de su ser, y poco a poco lo consumían, hasta que no pudo soportarlo más y decidió atacar con las únicas cosas en las que Aeron jamás podría ganarle; en fuerza y coraje. Y nada lo hizo sentir tan satisfecho como el convencer a su hermano Aegor y a otros jóvenes escuderos de hacer lo mismo. Y su padre jamás se interpuso, Aeryk bien sabe que siempre ha sido el favorito de Amos, y aún así, este no tuvo la decendia de estar ahí para él en los momentos más difíciles de su corta vida. Cuando su madre murió, él se fue a ahogar sus penas en una taberna —y probablemente en un burdel, después— cualquiera, como si no tuviera a dos niños pequeños esperándolo en casa, con sus pequeñas e inexpertas almas rotas tras una pérdida semejante. Jamás sintió tanto odio hacia nadie, ni siquiera un Blackwood, como aquel día.

Y todo ese odio fue dirigido únicamente hacia Aeron, una y otra vez, durante años.

[...]

Camina con los puños cerrados, iluminando su camino con una vela, la cual lentamente se consume, incapaz de soportar la forma en la que es tomada con demasiada fuerza, al punto de ser aplastada por completo, la cera derretida se aferra a la piel de sus manos, provocando graves quemaduras que, en cualquier otro momento, lo habrían llevado de inmediato llorando a un maester, mas en ese instante, cuando la ira y adrenalina nublan su mente, no es capaz de sentir nada. Llega hasta los aposentos de su primo, toca con fuerza la puerta de madera, sus nudillos adoloridos por su propio rigor. Sin respuesta. Debió haberlo supuesto, Aeron jamás se dignaría a abrir a nadie a estas horas, y mucho menos con los últimos acontecimientos. Pero él necesita mostrarle que sus actos tienen consecuencias, que esta humillación por la que le ha hecho pasar sólo se paga con una aún peor.

Y por eso decide que sí o sí, entrará.
Comienza a donar fuertes golpes en la puerta, buscando desatascar su cerradura, no es difícil conseguirlo. Y para su sorpresa, descubre el ventanal abierto, la cama perfectamente ordenada, y ni rastro de Aeron. Entonces se percata de que eso es aún mejor que lo que tenía planeado para él en un primer momento. Con una sonrisa de oreja a oreja, camina de regreso al comedor, allí donde Amos y Raylon discuten temas políticos.