CAPÍTULO 8

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Emilia mira la nota por centésima vez. No es que necesite hacerlo; la tercera vez ya había memorizado cada palabra. Simplemente le gusta poder mirar los garabatos familiares de Ona.

La nota no dice mucho. Solo tiene un nombre y una dirección.

Había buscado la dirección en Maps la noche anterior. Está en la esquina de una calle repleta de establecimientos comerciales, ridículamente cerca del Distrito de las Artes.

Sin embargo, un establecimiento tiene un aire siniestro, como si fuera una secta a punto de salir mal.

¿Cómo se supone que una mujer asociada a esta academia la ayudará a salir de su situación inmobiliaria?

Emilia no tiene idea de qué esperar, pero llegará a tiempo para encontrarse con ella porque confía en Ona.

Ona, quien dejó claro que no quiere tener nada que ver con ella, pero aún así hizo todo lo posible para ayudarla.

Emilia no se hace ilusiones. Sabe que no cambia nada el hecho de que Ona haya venido a verla por voluntad propia ayer. Sabe que, aun así, fue la última vez y lo entiende.

¿Por qué Ona querría volver al pasado si ya lo ha superado? ¿Qué bien le haría?

Cualquier conversación que tuvieran sólo beneficiaría a Emilia.

Ella sabe que a veces puede ser egoísta, pero esta vez no lo será.

No importa que ahora sepa dónde trabaja Ona. No importa que Ona pareciera un poco diferente ayer (todavía cerrada, con la guardia alta, pero un poco más accesible). No importa que Ona no haya dejado que su pasado afectara la forma en que trataba a Conejito (que no ha podido dejar de hablar de lo increíble que es Ona). No importa que Ona se vea increíblemente bien con su uniforme y que el cuerpo de Emilia todavía reaccione con la misma potencia a la proximidad de Ona (Ona probablemente tenga una novia, o peor, una mujer, e incluso solo pensar en eso hace que Emilia se sienta enferma).

No. Nada de esto cambia nada.

Y Emilia respetará los límites de Ona.

Eso no significa que no le duela igual cada vez que tiene que dejar atrás a Ona. Porque Ona puede haber seguido adelante, pero Emilia nunca lo hizo realmente. Emilia nunca tuvo una razón real para hacerlo.

Duele, pero está bien. Porque saber que Ona está cerca, en algún lugar de la misma ciudad, viviendo una vida plena, es mejor que los últimos diez años en los que no sabía nada de ella. Al menos, Emilia tiene nuevos recuerdos de Ona que la animan ahora.

Gracias a su terapeuta, Emilia sabe contar sus victorias.

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Resulta que la Academia q le había parecido extraña a Emilia no tiene nada que ver con el cristianismo.

Emilia mira el cartel que cuelga sobre la entrada del edificio de dos pisos, donde está impreso el nombre con una fuente elegante debajo de un logotipo circular, rodeado de ilustraciones de figuras en varias poses de artes marciales.

Emilia entrecierra los ojos para leer las palabras impresas en la parte inferior del cartel en letra más pequeña.

"Centro de formación certificado que ofrece cursos integrales basados en el sistema híbrido de artes marciales desarrollado por la reconocida entrenadora transformacional Gretchen Grey".

Hay un tablero más pequeño colgado en la pared al lado de la entrada que enumera la oferta de cursos, los horarios de las clases y la información de contacto.

Muy intrigada y muy confundida, Emilia mira su teléfono y espera que el reloj cambie de las 4:59 p.m. a las 5:00 p.m.

Tan pronto como lo hace, le da un codazo a Conejito para que la siga y empuja la puerta de vidrio para cojear hacia el interior.

RECUERDOS QUEMADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora