CAP. 3: Compañía

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Primera parte:

Llegaron con estómagos llenos y corazones contentos a la mansión de la residencia Loux. Los jardines yacían bien cuidados y las fuentes susurraban su sonoridad como pequeñas cascadas, acentuando la noche. Al cruzar la entrada principal, los tres fueron recibidos por el amplio vestíbulo con pisos de mármol, paredes adornadas con obras de arte y un gran candelabro de cristal que colgaba del techo, iluminando el espacio con una suave luz dorada. Los recién llegados no podían evitar la admiración a la morada que tanto escrutaban a duras penas en videollamadas.

A medida que recorrían las zonas por cada pasillo, se encontraron a empleados que laboraban con dedicación, cada uno saludando respetuosa y amablemente. Había desde el mayordomo elegante que supervisaba cada detalle hasta las encargadas de limpieza que, a pesar de la hora, mantenían todo impecable.

Después de recorrer todo, se despidieron para retirarse a descansar en sus propias trincheras. Aksis se dirigió a la suya y comenzó a ordenar, colocando libros en pequeñas estanterías, organizando papeles que habían quedado desordenados durante la semana y tendiendo la cama que por todo el día no pudo hacer.

Estando absorto en su tarea, logró escuchar toques a su puerta abierta. Levantó la vista para notar a Syla empijamada bajo el umbral con sus grandes ojos detrás de los lentes que solía ocupar mayores veces. La invitó a pasar; la conocía tan bien como para que estuviera así de callada, dejándose caer sobre la cama cuando se le aproximaba y abrazó fuertemente.

—Me siento como pollo recién comprado. El corazón me comprime por pelones que no conozco —susurró contra su pecho.

—La rodeó con los brazos, correspondiendo al abrazo—. Jajaja, no inventes. Apenas has hablado con un camarero y mis empleados.

—¡Eso es mucho!

—Me sorprende que siendo carismática y visionaria seas así.

—Odio socializar con la conglomeración, no con personas. —Mirándolo de forma graciosa.

—Uy, bien llegaste al país desértico —con sarcasmo—. Estás así porque te adentraste a un nuevo capítulo de vida.

—Pero volveré al anterior después de mi lapso aquí, idiota.

—Renovada desde cero —agregó—, aunque recuerda que tienes la opción de quedarte como yo, y estaría para ti cuidando que no generes desquiciados torbellinos, jajaja.

Lo escrutó fijamente, destilando brillo en sus ojos. Él le retiró los lentes cuidadosamente.

—Ya no los uses. Ahora que estás aquí, deberías intentar ver el mundo con tu belleza pura.

Sintiéndose repentinamente vulnerable sin ellos, trató de recuperarlos, sonrojada.

—Sabes que por más que lo intente no soy nada sin ellos. Sin poder ver nada de cerca ni de lejos, podría pasarme cualquier vergüenza en el exterior.

—Pues acostúmbrate a pasar más tiempo sin ellos como sueles hacer... pero más prolongado. —Miró a la nada, reaccionando de repente—. Tu naturalidad reluciría mucho más en las pantallas. ¿Por qué no intentas adentrarte al mundo del arte conmigo? Eres buena en las artes escénicas desde que éramos niños.

Syla soltó una risa burlona, jugando con las patas de sus gafas, negando rotundamente; refutando que eso ya no era para nada lo suyo. El amigo contradijo optimista, en que seguir practicando la devolvería a las buenas tácticas hasta desenvolverse mejor. Mas ella no cedía, excusando tener mejores cosas en seguir proyectando como el dibujo y carrera.

—Por lo menos podrías acompañarme estos días animándome desde la tarima de espectadores. Puedo reservarte un asiento en primera fila por ser el protagonista. Solo diré que eres mi familiar así de fácil, y permitido.

—Ammm... Y si me piden credencial para confirmar y resulta ser una farsa y nos demandan, tu perfil ya estaría manchado y me vetarían de la universidad.

—La paranoica no entendió que soy alguien importante del stand y no se necesita nada con tal que mi narizota esté presente. —Rodó los ojos—. ¡Nada malo pasará!

No estaba del todo convencida, pero no quería quedarse sola en casa sin hacer nada productivo, esperando dos semanas enteras para iniciar el ciclo universitario vespertino; porque incluso su padre en pocos días se integrará al nexo internacional laboral. Era mejor morir lanzándose que no hacerlo. Así que aceptó a regañadientes con tal de verlo en acción como todo un tipazo, y organizar un nuevo itinerario para activarse.

Aksis le dio un empujón en el hombro como agradecimiento, expresando que no habría arrepentimiento alguno y sería divertido.


Volvió a su habitación no tan alejada a la de él, cerró la puerta y recostó su cabeza, deslizándose al suelo y ocultando esta entre sus piernas abrazadas. Estuvo así buen rato hasta que elevó vista para escrutar su entorno semivacío, la cual necesitaba un arreglo propio y femenino, porque iba a ser su trinchera por largo tiempo, aunque estaba cansada para iniciar el proceso y desempacar sus grandes maletas negras. Se levantó y fue a la mesita de noche, tomó el IPhone y se tumbó sobre el colchón dedicándose a curiosear por las redes sociales.

Entre tanto, recibiendo vista al cielo estrellado desde los ventanales, volvió a la pantalla iluminada en busca de su mejor amigo por la web; lo encontró rápidamente en sus perfiles sociales: con miles de seguidores, fanmeetings, etc...

Pero no se detuvo allí. Por alguna razón, su instinto la llevó a buscar a otra persona.

Escribió el nombre en la barra de búsqueda y al instante, una avalancha de imágenes y artículos llenaron el difusor. Fotos de Minhyun aparecían por montón en diversas poses, con su típico aire de superioridad, magnificencia y dinamismo. Entre otras, portaba gafas de sol caídas, trajes a la moda y esa actitud de despreocupada arrogancia que parecía encantar a las masas.

Pasó de una foto a otra, notando los comentarios debajo de cada imagen: personas lo piropeaban sin cesar alabando su belleza, estilo y hasta carácter; otras hacían lo contrario. Definitivamente ella no veía nada admirable en él. Rodó los ojos, raída de lo que estaba revisando.

Se detuvo en una imagen en la que Minhyun miraba a otro lado de lo que parecía ser la costa de un lago, posando de perfil. Parecía tranquilo, recibiendo el despeine de aquel viento a su platinado cabello y vistiendo cómodamente ropa suelta de colores frescos a comparación de la mayoría de fotografías. Se quedó mirando la publicación durante unos minutos; meditaba todo lo que escuchaba sobre él, cuestionándose cómo era antes de su actualidad.

De todas formas, mañana lo vería en persona para plantearse una opinión definitiva. Rogando a Dios que Aksis mantuviera siempre su humildad.

**Lo que te consume el éxito.**

Salió de la web, apagó el dispositivo y se acurrucó dejando que el sueño finalmente la venciera, para así prepararse para su productividad.

DULCE AMARGURADonde viven las historias. Descúbrelo ahora