CAP. 5: Paranoia

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Días después. El sol apenas comenzaba a elevarse en el horizonte, cuando Randy se posicionó en el terreno de entrenamiento, sus ojos verdes fijos en el lejano objetivo al frente. El arma se sentía como una extensión natural a su brazo, el resultado de años de práctica y dedicación en su labor como capitán del cuerpo policial.

A su lado, Ed Lyons: alto, atlético, moreno, pelo liso caído negro, ojos cafés oscuros, cejas pronunciadas y labios alargados; se ajustaba los protectores para oídos, cuya concentración reflejaba la misma intensidad del capitán.

—Vamos a ver quién tiene mejor puntería hoy, Randy —canturreó, aunque ambos sabían que la competencia amistosa era solo una excusa para perfeccionar sus habilidades.

—Soltó una risa orgullosa mientras mantenía el enfoque al blanco—. Te voy a enseñar cómo se hace, emo depresivo.

Ambos hombres dispararon en sincronía, el sonido de las balas rompiendo la calma; los proyectiles alcanzaban los blancos con precisión y puntería. El entrenamiento continuaba y Randy decidió cambiar de ejercicio para todos.

—Ahora pasaremos a los escenarios tácticos. Quiero que cada uno se dirija a su entorno, anticipando actividad y reaccionando de acuerdo. La situación real no será tan predecible como un blanco estático. —Los oficiales se agruparon en dos equipos, cada uno asignado a un área del terreno que simulaba distintos escenarios urbanos: callejones oscuros, puertas que ocultaban amenazas y vehículos bloqueando el camino. Randy y Ed se dividieron, liderando y supervisando un equipo respectivo.

En uno de los ejercicios, el de Ed tuvo que maniobrar en un estrecho callejón, identificando posibles amenazas.

—¡Mantengan formación y comuníquense constantemente! —ordenó el moreno escaneando cada rincón. Cuando unos cuantos objetivos de saco emergían súbitamente, los oficiales reaccionaron de inmediato tras él, quien giró de cuerpo al suelo, disparando con agilidad antes de desplazarse hacia la siguiente cobertura.

Mientras tanto, Randy estaba a cargo del suyo ante un simulacro de control vehicular, enseñándoles cómo abordar un automóvil sospechoso sin exponerse demasiado. Instruía, señalando puntos clave, tomando en cuenta las estrategias.

Al final del exitoso ensayo, volvieron al terreno para practicar tiros con calibre veloz.

—Los movimientos influyentes en la ciudad están más presentes que nunca —comentó Ed entre tiros retumbantes—. El sofoco se siente desde todos lados y mantener a salvo a los nuestros se vuelve más difícil cada día.

—Supervisándolo—. Por eso estamos aquí. Veintidós años en esta labor me han enseñado que cada día cuenta. A veces me pregunto si fue el destino o simplemente una decisión que tomé a pesar de tener la muerte frente a mis ojos. Sé que hice lo correcto por la justicia... y por mi único tesoro.

—Bajó su arma, mirándolo comprensivamente—. Es difícil equilibrar todo; especialmente cuando se trata de proteger a quienes amas. No la paso bien con mi preciado cuñado, e intento de todo por cuidar de él. Es un cascarrabias malagradecido. Parece que nada es suficiente.

—Exhaló profundamente—. Todos tenemos nuestros demonios, Ed. Mi hija estuvo en su peor etapa psicológicamente, y eso me hizo darme cuenta de que necesitaba estar más presente. Aprovecho cualquier oportunidad para apoyarla porque sé lo que significa perderse en la oscuridad. Por eso te digo que no te desmotives en abandonarlo, pese a querer alejarse de ti; algún día lo agradecerá.

—Saber que estamos aquí para algo más grande que nosotros mismos. Eres un gran hombre, Ran.

******

Padre e hija salieron a trotar juntos, algo que habían comenzado a hacer desde su llegada a la ciudad. Randy, acostumbrado a la rutina por disciplina como policía, le era fácil resistir el movimiento intenso más que Syla, menos experimentada, por seguir su ritmo con esfuerzo, tratando de mantener la respiración controlada.

—¡Vamos, Sy! —animaba enérgicamente, entrecortado por el ejercicio—. Nos quedan muchos más kilómetros por recorrer.

—Dios mío... Ya no vuelvo a hacer estas estupideces. —El aire fresco le hostigaba, y a la vez una ligera incomodidad; como si algo no estuviera del todo bien.

—¡No seas aguada! ¡Mueve esas patas! —La hacía centrarse más con voluntad.

Pero a medida que avanzaban por las calles más tranquilas, donde la vocería ciudadana se apagaba un poco, esa rara sensación incrementaba en su interior.

—Ammm... Papá. —Minimizando el andar.

—Volviéndola a ver con trotes estáticos—. ¿Hmmm?

—Andemos por otra calle.

—Chasqueó la lengua—. No hay nada aquí. Mira, hay personas. —Señalando a las pocas que estaban en lo suyo y siguió trotando, dándole a entender que proseguirían—. Ni vas a percibir que saldremos de esta zona.

Prosiguieron. Quería convencerse que era alusión paranoica y precaución por ansiedad social... Le costaba.

La tarde había caído ya y el aire fresco le chocaba peor en molestia contra su cuerpo sudado y caliente. Al fin, ya estaban en otras calles un poco más decentes, mas el sentimiento era igual. Quería detenerse; pues a su papá se le ocurrió la idea de rondar una villa entera (de ser así, por lo menos hubiera traído sus audífonos para ignorar el lapso de tiempo e inquietud).

No notaba la figura que la seguía a distancia prudente. Siendo observada y perseguida con atención, oculto. Su existencia era imperceptible, como si fuera una sombra más entre las muchas que llenaban los senderos.

Ajena a la amenaza que la seguía, sabía que Randy la ignoraría si volviese a interrumpirlo. Sus temores eran un torbellino carcomiendo su mente. La sensación de ser vigilada no la abandonaba por mayor esfuerzo en pensar escenarios fantasiosos, atribuyéndola a su monomanía creciente.

No advertía a nadie sospechoso. Aceleró el trote llevando la delantera del padre, quien ni parecía percatarse.


Desde las sombras, inmerso en su McLaren negro, la seguía. Podía percibirla. Sabía que el miedo estaba tomando control sobre ella, y eso era precisamente lo que buscaba. El retrovisor reflejaba su parte alta del rostro, cuyos lentes Ray-Ban cubrían el acecho penetrando aquella lejana espalda.


Syla rezaba para sus adentros llegar inmediatamente al hogar.

DULCE AMARGURADonde viven las historias. Descúbrelo ahora