CAP. 16: Desafío estilo Randy Blair

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La chica se maquilló y echó perfume. Revisó su atuendo: unos jeans ajustados con una blusa rosa de amarrar y zapatos tenis rosa con blanco. Salió de PAV tras unas grabaciones de su papel instruídas por Mariano (no había visto a Minhyun en el horario), teniendo en persona a Minerva, quien yacía prudente con ella y poco capacitada, si no era gracias a kilos de maquillaje que cubrían sus lesiones.

Se sentía apetecida, protegida y venerada.

El punto de encuentro iba a ser en la segunda parada de buses. Al andar, admiraba el cielo naranja oscuro con toques rosa pálido (le fascinaba apreciar los atardeceres). Luego, a lo lejos, advirtió a Ed junto con Daniel (fueron presentados días atrás y terminaron llevándose bien), acarreando dos motos. Alzó su brazo tratando de que se fijasen y lo consiguió cuando la repararon y repitieron su acción; ésta corrió contenta.

—¡Sy! —Cuando ya llegó a ellos—. ¡Pero qué guapa!

La castaña dio una vuelta halagada. Luego se subieron a las motos (ella tras de Ed).

Los tres se divertían mucho al llegar a un parque de diversiones; pasando el tiempo en gritos, risas y diversión. Lo más inolvidable era que en el "tagadá", Daniel no se agarró bien y cayó sobre la base rodando como pez recién salido del agua, y los otros se reían con ganas mientras se mareaban por las vueltas bruscas. Se subieron al "galeón" y Ed gritaba como niña ovulando, aferrándose del brazo de Daniel.

—¡¡¡AAAAAAAAAAHHHHH, JESÚS, MARÍA Y JOSÉ!!! ¡¡¡TENGO MIL RAZONES PARA SEGUIR VIVIENDO!!!

—¡¡¡HIJO DE PUTA, YO TE DARÉ UNA RAZÓN BUENA ANTES DE QUE YO TE MATE!!! —bramó maldiciéndolos por sus torneados torsos que ocupaban mayor espacio para el cinturón colectivo de metal, cosa que no le llegaba para asegurarla y tenía que apretar el asiento de adelante cada vez que se elevaba horizontalmente, presintiendo que, en cualquier segundo, iba a perder la vida por culpa de esos dos. Entre tanta aventura, se tomaban fotos con diversas poses.

Por muy raro que pareciera, una etérea paz la abrazaba: el hecho de no tener un peso encima que carcoma sus angustias, a excepción de que por cada instante debía responder los mensajes de dicha persona.


Volvió a casa antes de la hora de cena. Recibir la sensación de familiaridad y seguridad que le proporcionaba el ambiente del hogar la volvía en un dulce aroma a lavanda y galletas. Cruzó pasillos en dirección a su habitación, por lo que tenía que pasar por la sala principal. Al girar la esquina, se detuvo en seco, sobresaltándose en sorpresa al observar cierta escena.

Su boca amenazaba con desprenderse con todo y alma.

—¡Hija! ¿Te fue bien?

Allí en el sillón dual, estaba su padre con aire animoso y alegre. Frente a él, en el sillón para tres, estaba Minhyun, luciendo un conjunto completamente alentador: llevaba su chaqueta de cuero ajustada sobre una camiseta oscura y unos jeans deslavados; su cabello estaba peinado hacia atrás de manera impecable, sosteniendo lentes de combate transparentes, lo que le daba un look aún más apuesto y rudo (su corazón iba a volcarse, como si las mariposas en su estómago se hubieran convertido en papalotas). Trató de mantener el disimulo y la pertinencia.

Al darse cuenta de su posición, éste giró lentamente la cabeza hacia donde estaba y sonrió coqueto (tanto que la desestabilizaba).

—Syla, te ves preciosa hoy.

Un calor subió a sus mejillas y tuvo que tragar saliva para calmar los acelerados latidos que retumbaban dentro de su pecho. No esperaba verlo allí, y mucho menos recibir un cumplido tan directo frente al papá y... mejor amigo.

Afinó sus labios al advertirlo sentado sobre el sillón individual, al lado de la mesa de centro. Allí estaba Aksis, con los brazos cruzados y empurrado como niño resentido; precisamente sin humor.

Los nervios la dominaron. No tenía idea de que Minhyun había decidido venir a hablar con su padre ese día y mucho menos que se encontraría en medio de lo que parecía ser una confrontación por los choques pasados con Falco. Randy, sin embargo, parecía ajeno a toda la problemática; estaba animado, casi jovial, como si estuviera disfrutando de una agradable velada con amigos.

—Llegas a tiempo. Menos mal no viste el tortuoso interrogatorio, a punto de matar a Minhyun, jajaja.

—Tu padre es una caja de sorpresas —agregó tranquilo—. Congenié con él al aprobar su seriedad de amor paternal, y apuntamos justo en la plática de NFL.

—¡Apoya a los Dolphins de Miami! —Brincando desde su asiento—. De ahí me ganó el corazón.

—Oh... Wow. —Desorientada.

—Qué emoción, wow —ironizó Falco, rodando los ojos; el visitante ni fue ajeno en siquiera prestarle atención todo el transcurso.

—Y no acaba aún. Los cuatro iremos al nivel final que pondrá a prueba a este muñeco de nieve. —Señaló condicionante.


Al entrar a Golden Gym, el grupo se dispersó. Randy se dirigía inmediatamente a la zona de pesas y Minhyun lo seguía, claramente dispuesto a aceptar su último desafío.

Syla, ofuscando ciertos recuerdos que se volvieron a repetir en el gimnasio como en cualquier otro lugar con el evaluado a escondidas, se quedó cerca de Aksis, quien tenía una expresión de desaprobación claramente notoria. No parecía estar disfrutando del momento y mucho menos de ver cómo ese estaba siendo evaluado. La chica trató de animarlo, dándole un ligero golpe en el hombro, alentadora.

—Vamos, no puede ser tan malo. Solo hazlo divertido.

—Como si fácilmente olvidara tu ignorancia por preferirlo a él antes que a mí. Perdono pero no olvido, porque siempre serás una estúpida lamebotas.

—¡Claro que lo regañé! —mintió.

—Ver para creer —fulminó desdeñoso.

Respecto al ejercicio, él tomaba una mancuerna y comenzaba a levantarla con actitud fastidiosa. Por cada ejercicio y repetición, rezongaba exagerando el esfuerzo, claramente poniendo mala cara, y fulminando demasiado a la lejanía de los otros dos.

Mientras tanto, Randy y Minhyun estaban en plena competencia. A pesar de la edad del señor, estaba en excelente forma y lo demostraba con cada ejercicio. Observaba al chico atentamente cuando realizaba una serie de repeticiones con una barra más pesada de lo que había anticipado; la altura de metro ochenta y cuatro, sumándole a la estética, le daba ventaja. Enfocado levantaba con grandiosa técnica y fuerza la barra para peso muerto convencional, llevándose aprobaciones de su rival y ensimismamiento de los espectadores.

—¿Nada mal para un director, eh? —Ofreciéndole el puño.

—Chocándoselo, sudando, pero manteniendo rigidez—. Todo con tal de proteger a su hija, señor.

—Más te vale que me la cuides. Porque mi amabilidad no dura mucho, lagartija.

—Créame que no lo defraudaré. La confianza Blair para mí es algo inmemorable. Y más si se trata de velar por su hija. —Observando de reojo a la mencionada que entrenaba acompañada, aparentemente feliz.

Randy terminó luciendo satisfecho. Con la competencia finalmente terminada, los cuatro se relajaron, tomando agua y recuperando el aliento. Syla se acercó a Minhyun, dedicándole felicitaciones.

—Haría cualquier cosa por ti —susurró a su oído.

No se daba cuenta de que estaba caminando por una cuerda floja emocional. Pero le era difícil ignorar la viciosa química entre ambos; siendo así una subliminal causa para que su padre accediera y su mejor amigo actuara raro.

¿Qué más podría Minhyun cambiar del mundo de Syla, bastando solo su encanto disfrazado en máscara?

Pues la pobre no tenía cuenta de que su destino siempre fue, es y será el objetivo fijo.

DULCE AMARGURADonde viven las historias. Descúbrelo ahora