CAP. 3: Compañía

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Segunda parte:

Lunes. El sonido de la alarma rompió la calma matutina. Syla se levantó perezosamente, tallándose los ojos aún entrecerrados. Remembrando que ya no sería su rutina habitual de ir a clases muy temprano o actividades radicales que solía realizar; sino algo completamente diverso, un tanto retador para alguien perfeccionista.

Comenzó su día de la manera que lo haría cualquier otra persona, tratando de mantener un sentido de normalidad. Primero, se dirigió al baño para lavarse la cara y despejarse; después hizo algunos estiramientos suaves para despertar sus músculos (una rutina de yoga que adoptaría para estar bien despierta); y luego se vistió con ropa cómoda casual, consciente de que iba a ser un día ajetreado.

Mientras tanto, Randy estaba en la cocina preparando el desayuno, negando el servicio de un chef contratado. Preparar comidas era su manera de sumergirse en la positividad y animosidad. Colocó en la mesa una variedad de panes, quesos y embutidos, además de una jarra con batido recién hecho, cuyo aroma llenaba la pequeña cocina de un magnífico dulzor.

Tras comer, Syla desempacó todo, poniendo en zonas adecuadas sus cosas y metiendo ropa en los clósets; adornó las paredes con pósters y stickers; posicionó su laptop y herramientas de dibujo y escritura sobre el amplio escritorio; extendió un tapete en forma de cereza sobre el suelo barnizado; y por último, tendió la cama. Ya fuera, aprovechó en estudiar en el jardín la materia de química general (odiaba con toda el alma ese dichoso conocimiento).

Ya al medio día, a la hora acordada, el sonido de un claxon la alertó, brincando y saliendo en corrida. El padre apareció con pocos de harina esparcidos por su cuerpo y delantal gris.

—¡¿No almorzarán?!

—¡No! ¡Comeremos después! —Aksis estaba apoyado sobre la puerta del conductor, alzando la mano en señal de despedida.


El trayecto hacia el enorme edificio blanco PAV donde se realizaría el ensayo fue breve, pero Syla lo sintió más largo de lo que era. El pelinegro, notando su inquietud, no podía dejar de mofarse.

—No sé tú, pero por si acaso traigo mi DUI, pasaporte, Visa, tarjeta de crédito y débito, licencia y una toalla sanitaria.

—¿Para qué diablos enseñarías eso? —soltó extrañadísimo, mirándola un instante.

—Por si hasta no creen que soy mujer.

—Exagerada.

Al parquearse, la magnitud del lugar la intimidó más. Bajaron del auto. El edificio parecía una fortaleza moderna con ventanas reflectantes y estructura altiva que se elevaba hacia el cielo. Syla tragó fuerte, sintiendo cómo el pánico crecía y, en cualquier momento, lo de toalla sanitaria no iba a ser broma.

Le ofreció su brazo en gesto protector; inmediatamente lo aceptó y lo estrujó. Entraron juntos; apretó tan fuerte los glúteos al pasar frente a los guardias. El actor con habitual carisma explicó que la presente era su "cercana" y que venía a verlo trabajar. Casualmente los dejaron pasar sin problema, aunque Syla no soltaba el brazo masculino mientras caminaban por los pasillos llenos de movimiento, pues se abrumaba por la cantidad de gente y la energía que inundaba el profesionalismo.

Ingresaron al stand de grabación, donde Aksis fue recibido gustosamente por sus compañeros de trabajo. La presentó y le saludaron, transmitiendo familiaridad. Después de armonizarse, la condujo a la tarima reservada con algunos familiares y cercanos del elenco que yacían sentados.

**Ah... Me afligí por nada.**

Se acomodó, Aksis besó su frente y la dejó para unirse al equipo; le deseó la mejor suerte posible. Descubrió cómo se preparaban los escenarios, algunos biombos verdes y otras decoraciones detalladas; los actores se alistaban en sus personajes.

No obstante, no se veía al flamante Minhyun por ninguna parte, lo que la hizo preguntarse si realmente aparecería. Mientras tanto, el murmullo en la sala se detuvo abruptamente cuando D'Alesso, el creador, apareció. Comenzó a dar instrucciones: les recordó que debían sumergirse por completo en sus papeles y dejarse llevar por la intensidad de la historia y ante la necesidad de improvisar, libre sea.

Aksis, ahora vestido y maquillado como su personaje Ernesto, cobró vida. La espectadora observaba con atención, tratando de contener la maravillosidad a primer plano...

La escena que estaban ensayando era crucial: Ernesto descubre a su esposa Emma (Minerva), en la cama con Luigi (Daniel), el amante. Silencio expectante inundando juicios. Ernesto entraba a la habitación reflejando sospecha y dolor; caminó hacia la cama donde aquellos dos estaban unidos en acto traicionero.

La situación pronto se salió de control cuando Aksis, completamente inmerso en su papel, permitió que la ira y decepción tomaran control. Violentamente separó a los amantes, haciendo que Emma gritara. En un arrebato a ciegas, perdiendo la noción de la realidad, lanzó una bofetada a Minerva, algo fuera de lo esperado para todos los presentes.

El sonido del golpe resonó; la expresión de Minerva cambió al instante. Su mirada oscura se clavó en Falco, y sin pensarlo se abalanzó contra él gritando insultos que ya no formaban parte del guion. Todo estalló por parte de aquella endemoniada; el equipo rápidamente intervino para intentar separarlos tras los gritos demandantes del escritor.

El corazón de Syla latía frenéticamente hasta arder; no pudo contenerse gracias al sentido sobreprotector que le rugía prendiéndola. Saltó desde su asiento de la tarima y corrió hacia la escena, empujando a varios miembros del staff que intentaban recurrir. Sin pensarlo dos veces, se lanzó sobre la pelirroja, derribándola al suelo y atacándola con rabia que sorprendía a todos. Aksis, aún adolorido por los golpes recibidos, fue rápidamente apartado mientras ambas se enzarzaban en un intercambio de insultos y golpes.

A lo lejos, el sonido de unos zapatos resonando serenamente se aproximaba hacia el desastre, casi imperceptible entre el exasperante bullicio.

Daniel ágilmente levantó a Syla con facilidad, pero las dos mujeres continuaban gritando obscenidades la una a la otra, desatando el caos.

—¡¿Crees que puedes tratar a la gente como basura solo por un puto accidente?!

—¡Idiota entrometida! ¡Ni siquiera sabes lo que estás haciendo aquí, pezzo di merda inutile!

—¡Al menos yo no parezco zorra desquiciada real! ¡Shit face si vas a meterte contra mi amigo! ¡Sácate esa cara de niña buena, estúpida! ¡VEN PARA ACÁ, PERRA!

—PORTALAFUORI!! —vociferó alterada.

Los pasos se acercaban más.

—¡¡TU VIEJA, ITALIPUTANA!! —Notó que la italiana aguardó su histeria de a poco—. ¡Joo! ¿Te di en donde te duele, loca enferma? —todavía gritando, sin darse cuenta cuando Daniel la soltó lentamente, retrocediendo con precaución—. Para que aprendas que de ahora en adelante estaré vigilándote el culo de vieja implantada para enzarparte mis puños. ¡Es una amenaza!

De repente, todo cambió sin saberlo. Jadeante, notó que todas las miradas no estaban en ella, sino justo sobre su cabeza.

Volteó lentamente y alzó la cabeza. Ahí estaba él, inclinado hacia ella a solo centímetros de su físico.

Una ola de intimidación la paralizó incapaz de moverse, como si sus piernas hubieran dejado de funcionar. Nunca había sentido un miedo tan visceral, algo tan fuerte para dejarte estático.

Con agarre firme pero no violento, Minhyun le tomó la barbilla, obligándola a sostener la vista fija a la suya por segundos eternos y aterradores. Su grave voz fue baja, pero cargada de autoridad incuestionable.

—Largo de aquí.

DULCE AMARGURADonde viven las historias. Descúbrelo ahora