CAP. 4: NO

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Yacía en su habitación, hecha ovillo sobre la litera, con la manta cubriéndola como si fuese un escudo contra lo que acabó atormentándole. Después del incidente, no le importó cómo terminaría su día; lo único que quería era recuperar compostura. Pues sin pensarlo dos veces, había pedido Uber para largarse de PAV, ignorando los intentos de Aksis por detenerla (no le importaban sus llamados ni la troya con esa perra). 

Huir de aquel tormento mental fue su única razón.

Ahora temblaba. Temblaba de miedo e intimidación que nunca había reconocido. El hombre que distinguía como algo simple, facial y llamativo, le había transmitido una sensación de psicosis que jamás imaginó... Nunca creyó que esto le sucedería: que algo o alguien con grado de superioridad la hiciera padecerse tan pequeña y tan incapaz (pues acostumbraba a dejar quietas a dichas personas que le afectaban).

Pero aquella cercanía, ese tacto, todo lo que Minhyun representaba e hizo, le había arrancado hasta el último rastro de color corporal. Eso ya pasaba un límite.

Las llamadas del mejor amigo sonaban una y otra vez, pero las ignoraba. Randy no estaba en casa, lo cual le resultaba un alivio. Estremecida, se levantó y echó pestillo a la puerta; necesitaba sentirse segura, aunque fuera solo por un momento.

Se acurrucó aún más, procurando tranquilizarse, pero el eco del miedo seguía reverberando en su subconsciente, impidiéndole encontrar paz.


No sintió la madrugada, hasta cuando escuchó insistentes golpeteos. Se sobresaltó, aún envuelta en su propio caos emocional. Sabía quién era; habiéndolo ignorado, al parecer no desistía, incidiendo en que le abriera.

Enojada y desesperada, se colocó los lentes y fue abriendo de golpe. Allí estaba él, con algunas curitas y gasas puestas. Lucía apagado y con ápice de preocupación al encontrarse cara a cara, iluminados por partes gracias a los rayos nocturnos de luna. Parecía que toda la jornada había pasado esperando a que el día terminara para poder verla y conversar.

—¿Ves cómo estás? —Lo señaló vagamente—. ¡Esto es lo que te está convirtiendo la fama, hombre! No serás más que una monstruosidad y ni siquiera te darás cuenta —reprochó irritada.

—Negó lentamente con la cabeza, tratando de calmarla—: No es lo que piensas. Improvisar a veces lleva a estos extremos; y Minerva... ya venía mostrando una actitud rancia y desquiciada cuando la conocimos. No te regaño por haberme defendido, sino porque te expusiste al peligro por ella. Esa llama de fuego es peligrosa.

Aquella trató de comprender, aturdida. 

—Lo hice porque siempre estaré para defenderte, Aksis. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras alguien te daña, porque te he apreciado desde hace años y mi vínculo contigo es irrompible. Tú harías lo mismo con tal de verme bien.

—Eh... no. —Haciendo mueca.

—Gracias —siseó con sorna.

—O sea, yo no busco meterme contra alguien enfermamente trastornado por tratar de defenderte, sabiendo que tendré las de perder —justificó y la dejó apretando los labios.

—Pues... a mí me daría igual, perdiera o no. 

—Sorprendido y sonrojado por sus palabras, bajó la cabeza—. No me dejaste terminar, que cuando claramente tendré las de perder, usaría un arma en vez de puños. —Rio rascándose la nuca.

—Muy tarde para agregarlo. —Cruzándose de brazos.

—La tomó del brazo y la atrajo para estar cerca y serios ante la situación sin distancia tímida—. Todo esto es culpa de Minerva y lo sabemos... 

—¿Y por qué no la despiden?

—Si fuera fácil, ya lo habrían hecho. Es sobrina del ceo de PAV. Hay que mantener respeto a sus putas reglas y decisión de haberla metido, y aparecer en capítulos ya grabados.

—Mierda... —murmuró entre dientes, sospesando lo que iba a agregar a continuación.

—Por eso te dije que es peligroso por todas partes haberla atacado. 

—Pero podrían echarte igual...

—No me importa.

—A mí sí.

—No me vengas con tus complicaciones —condicionó despreocupado—. No vivo de eso y lo sabes. Lo que ya estaba pensando es que tendré que intentar convencer a Minhyun para que no te prohíba tanto como la loca esa, y volver conmigo a acompañarme. No quiero que te sientas mal por lo que pasó, humillándote, pero conociéndolo...

—NO —soltó elevando su voz. No quería volver a ese lugar—. No quiero volver ahí de todos modos, Aksis. Ya basta con lo de hoy.

—Mirándola con severidad—. ¿Por qué? Estoy tratando de salvar nuestro pellejo, Syla. Porque pueden caerme a mí sus berrinches mimados.

—Por eso quiero evitar problemas que nos afecten y... —Suspiró—. He encontrado otras ocupaciones. No te preocupes por mí.

DULCE AMARGURADonde viven las historias. Descúbrelo ahora