CAP. 7: No bajar mirada

26 2 8
                                    

Sin perder tiempo en ese pasado día, le explicó al mejor amigo que previamente fue al edificio, y después de preguntar en cuatro recepciones diferentes, finalmente logró recuperar su credencial y embarazosamente su feminidad. Aksis la miró con reproche y cierto alivio, impresionado por su valerosa anticipación. Sin embargo, no quitaba el hecho de renovarle sermones, recalcándole lo riesgoso de extraviar algo tan importante en un nuevo y desconocido país.

Después, ambos decidieron dejar el asunto atrás (él confiando en la versión que Syla narró). La canadiense obviamente se guardó para sí el secreto de lo que realmente sucedió.

No podía dormir, incapaz de apagar los recuerdos que giraban en su cerebro. Pues para su disgusto, Minhyun yacía invadiendo su memoria, como sombra que no puede sacudirse. Se sentía atrapada en una extraña fascinación, un tirón magnético hacia ese varón que, a pesar de su fachada, despertaba algo insospechado. Era como si su corazón se rebelara contra su propio juicio, buscando en lo prohibido un sentimiento que nunca había tenido ni en experiencias pasadas.

Mientras intentaba luchar intrínsecamente, sus manos, casi por impulso, encontraron el pequeño papelito en su mesita de noche. Su corazón latía más rápido y su respiración se volvía pesada. Sin poder resistir, dejó que su fantasía viajara a él, aumentando la temperatura bajo las sábanas.

Movida por la entrega, se tocaba morbosamente bajo estas, reviviendo la marca que Minhyun clavó con dichoso tamaño. Nunca antes había imaginado hacer algo así, menos aún pensando en un hombre que apenas conocía en persona y que tanto la arrollaba. Para ella, la realidad y el ensueño se entrelazaban, llevándola a explorar un deseo oculto, una atracción prohibida que la consumía desde dentro.

******

Girando en torno a Syla como dulce droga que no podía desterrar de su alma. A pesar de su habitual indiferencia y egolatría hacia el mundo, ella logró interponer sus defensas. Recordaba cada detalle de su encuentro, cómo la espiaba a lo lejos, cómo había sentido esa chispa de reconocimiento en sus ojos cuando lo descubrió en el gimnasio y aquel candente escenario uniendo ambos cuerpos, dominándola totalmente.

Quería más para su insaciable satisfacción.

Sonrió para sí mismo, recordando sus ajenas reacciones al escrutarlo. Pero lo que no había anticipado era el efecto que esa pequeña interacción tendría en él. Pensar en ella, su alma, su cuerpo... Despertaba más el raro anhelo que permitía sentir una vez en su vida.

Movido por un perverso impulso con tal intensidad, Minhyun se dejó caer sobre el colchón. Reviviendo su femenina imagen, imaginándola con claridad perturbadora. Algo oscuro y profundo en su interior se avivó entre sus piernas. Su mano deslizaba sobre su abdomen mientras cerraba los ojos, dejándose llevar por dicha excitación. Liberando graves jadeos tras agitar su miembro pausada y rápidamente. Nunca había imaginado que una mujer como ella podría provocarle tal inmersión; pero allí estaba, enredada entre sus emociones, explorando una llama consumidora, una creciente obsesión que lo llevaba a un lugar donde control y poder se mezclaban para sí mismo.



El asiático salió del hotel donde se hospedaba, decidido en aprovechar el día para hacer algunas compras para salir de su zona de confort. Necesitaba renovar su guardarropa, y de paso, hacer la compra de algunos artículos de supermercado. Condujo a un gran centro comercial donde podía cumplir con ambas tareas.

De tienda en tienda. Primero, eligió un par de trajes perfectamente entallados: uno en tono gris oscuro y otro rojo vino; ambos de lana fina, con cortes modernos y detalles discretos que subrayaban sofisticación sin necesidad de extravagancias. Después se dirigió a la sección de camisas y corbatas, optando por algodón egipcio, algunas en blanco impoluto y otras en tonos azules y negros. Pasó a la sección de ropa más casual, seleccionando un par de suéteres de cachemira en tonos neutros; escogió un abrigo largo en color camel, con un corte clásico que le llegaba hasta las rodillas, lo suficientemente grueso para los días fríos, pero lo bastante ligero como para no agobiarlo. Por último, adquirió un par de zapatillas de cuero negro, minimalistas y elegantes, y unos tenis oscuros que combinaran bien tanto con sus atuendos casuales como con los deportivos.

DULCE AMARGURADonde viven las historias. Descúbrelo ahora