CAP. 26: Contra la espada y la pared

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Primera parte:

Randy patrullaba en su turno nocturno después del festejo. Una tarea que se había vuelto rutinaria, pero que jamás subestimaba. Las calles ahora desoladas, bajo la iluminación de las farolas, anticipaban como si algo inesperado estuviera siempre al borde de suceder.

Conducía su patrulla con calma, atento a cualquier movimiento extraño. Los barrios más tranquilos eran a menudo los más impredecibles durante la noche. Fue entonces cuando, al doblar una esquina, advirtió una figura corriendo despavoridamente por la acera; lo curioso no era la velocidad de la persona, sino el hecho de que un perro grande lo perseguía, ladrando ferozmente.

Reaccionó rápido, activando la sirena de la patrulla. El sonido cortante asustó al perro que detuvo su persecución y salió corriendo en la dirección opuesta. Estacionó el coche y bajó al pendiente, acercándose al hombre que se había detenido a unos metros, respirando con dificultad.

Al iluminarlo con la linterna, se dio cuenta de que el joven estaba palidísimo, sosteniéndose con sus propias rodillas para recobrar aire.

—¿Estás bien, hijo? —preguntó, manteniendo la luz enfocada hacia él por un momento más de lo necesario.

Hasta que aquel volteó aún recuperando el aliento, levantó su brazo derecho para cubrirse del brillo intenso de la linterna y, con amabilidad incómoda, pidió:

—¿Podría... bajar la linterna? Apenas puedo ver.

—Oh, sí. Scusime, señore.

—Es... "mi scusi, signor".

—Excuse me, boy. —Bajó la linterna inmediatamente, un poco avergonzado por el exceso de rareza en un momento tan casual.

Cuando Shin Sungh terminaba de incorporarse aún sacudiéndose el susto, por fin pudo ver con claridad; parpadeó un par de veces, como si reconociera algo en el rostro de Randy. Su expresión pasó del susto a una genuina admiración.

—¡Usted es Randy Blair! De los grandes capitanes de milicia policial. He oído hablar mucho de usted. ¡Es mencionado en Oceanía y Asia igual!

Sin impresionarse mucho, asintió algo apenado. Estaba acostumbrado a los comentarios sobre su reputación, pero no imaginaba que se lo recalcasen de lo lejos que llegaban los rumores sobre su carrera.

—Sí, ese mero.

Sungh aún lo admiraba emocionado. No obstante, algo en el señor le resultaba familiar, algo más allá de su renombrada profesión. Lo analizó por un momento más y, entonces, una especie de epifanía llegó. ¿Cómo no lo cuestionó antes?

—Oiga... no sé si esto sonará raro, pero... —Ladeó la cabeza, como si estuviera buscando las palabras correctas—. Se parece mucho a alguien que conozco. ¿Por casualidad es pariente de Syla Blair?

Randy alzó una ceja, extrañado por la mención de su hija en ese contexto, aunque no del todo extrañado de que alguien hiciera la conexión. Después de todo, su niña era bastante conocida en algunos círculos.

—Es mi hija —afirmó en modo más neutral.

El chico abrió los ojos de par en par, asimilando la coincidencia.

—¡Lo sabía! —exclamó—. Es que... wow, qué pequeño es el mundo, ¿no? Nunca pensé que terminaría siendo rescatado por el padre de Syla. —Soltó una risa nerviosa, como si la ironía de la situación fuera demasiado para comprender.

Randy no comprendía.

—Bueno, ahora que lo mencionas, ¿qué hacías por aquí a estas horas? —preguntó, cambiando el tema de forma sutil—. Esta zona suele estar llena de perros callejeros. Es mejor que tengas cuidado.

DULCE AMARGURADonde viven las historias. Descúbrelo ahora