CAP. 18: Dulce amargura

9 2 0
                                    

Primera parte:

     Minhyun

     ¿Dónde estás ahora?

Syla     

En el gym.     

     Minhyun

     Pues tu ubicación dice otra cosa.

En el asiento del copiloto, al lado de Aksis, salían de la universidad. Alarmada, revisó su información de contacto, y sí la tenía activada. Inmediatamente la desactivó, atosigada. A continuación, otro mensaje le cayó:

     Minhyun

     Yo sé que estás con Aksis o con Ed o con algún otro hombre, como tu estúpida costumbre de acompañarte solo de hombres.

Syla     

¡¿Cuál es tu puto problema si es así?! No eres nadie como para prohibirme mis AMISTADES, que llevan más tiempo que tú que te apareces de la más fea manera de mi vida. Yo no te ofusco en nada si tienes a tus amistades femeninas de infancia.     

     Minhyun

     Con solo tú me basta.

Syla     

Ajá.     

     Minhyun

     Hoy mismo te quiero en mi apartamento. Si no te veo en quince minutos, me voy a asegurar en que seas la decepción física y moralmente de tu padre; jamás me dirigiré a ti y estarás despedida. Me encargaré de la peor forma.

Syla     

Órale, yo no hablo chino mandarín, pedazo de caspa. ¿Son amenazas? Haz lo que quieras; de todas formas mi padre finge que le agradas, pues lo conozco, no vivo del drama y ambos sabemos que el que siempre termina acercándose eres tú como loco peor que Minerva. La que termina ganando soy yo.     

     Minhyun

     Tu cerebro con esa lógica es una; lo que siente tu corazón es otra del cómo te pones con solo mirarme y escuchar mi nombre, debilucha.

Syla     

Ojalá te hubiera dejado morir ese día en las colinas MOR.     

Hasta que advirtió su perfil cambiar al usuario en gris estándar con el ícono humano. Rio para sus adentros por ese desequilibrio que contaba el gran varón, que se cree el mayor galán de la historia y es como un niño sádico y traumático en ese cuerpo. La innecesaria voluntad de quererla y acorralarla como si manipulara por completo su vida...

Definitivamente él no era normal.

Hizo lo mismo hacia su contacto. Decidió ya dejar ese asunto atrás, pero no sabía cómo tomarlo.


Los mejores amigos estaban abrazados sobre la cama; la televisión reproducía una serie de humor negro. Aksis hablaba a segundo plano, contándole sobre su carrera y una actividad reciente que le había propuesto su licenciado: un estudio del cuerpo humano, de cómo las heridas y lesiones de tercer grado eran causadas por entornos de reuniones.

—Voy a necesitar una musa para eso y pensé en ti —espetó sonriendo mientras la abrazaba más fuerte.

Ella, sin apartar la mirada de la pantalla, asintió, pero en realidad no estaba prestando atención. Su mente vagaba, perdida en pensamientos sobre Minhyun y su tormentosa actitud; el hecho de soltarlo tan fácil y las repercusiones que eso le transmitiría (no solo iba de la superficialidad de su físico tan tallado por la irrealidad y lo angelical no le quedaba; era demoníaca su aura que la puso inmersa en un dilema sin salida por muy fácil que pareciera). Intentaba enfocarse en lo que Aksis le decía, pero no podía evitar dudar. ¿Por qué Minhyun la afectaba tanto? ¿Por qué su desagradable ser la hacía cuestionarse cosas que nunca había considerado antes?

Este, notando la desconexión en los ojos de la castaña, suspiró. Sabía exactamente en quién estaba pensando.

—Ya deberías dejarlo. Ese desgraciado no es bueno para ti. No solo es problemático, hay algo muy profundo y oscuro en él; hasta puede ser capaz de gritar a la calle que eres suya como la vez que tu papá invitó a Ed a almorzar. No fui estúpido como para intuir su faceta amargada llevándote a una sala privada cuando Randy se despedía de Lyons, y sus reproches no eran dulces que digamos...

—Ya sé.

—Estoy apunto de hablar con Randy. Ambos conocemos cómo actuaría nuevamente y sin frenos. No me gusta cómo actúas respecto a él y cómo te afecta. Y mucho menos que no quiero verte atrapada en esta novedad.

Apartó la vista de la pantalla, pero no dijo nada. Dudaba. A pesar de las advertencias de Aksis, no podía negar que algo no la dejaba explicar. Todo era nebuloso, y la idea de alejarse de Minhyun era algo que aún no podía procesar completamente.

Cambiar de tema era lo más fácil. Él, quizás buscando alivianar el ambiente, se levantó de la cama con una excusa. Se dirigió a su clóset, buscando algo. Cuando regresó, traía consigo una rosa y una pequeña pulsera, junto con una carta. Lo miró con sorpresa, sin saber qué conjeturar.

—Tu dulzura no contrasta con su amargura. No dejes que tu vida se vuelva un fruto podrido.

El rostro agotado de Syla tornó por unos segundos iluminación, pero se volvió a apagar, decayendo.

—Esto es... para ti —extendiéndole la rosa primero, con una sonrisa ruborizada que no llegó a sus ojos—, y también esta pulsera. Ah, y la carta... es algo así como de amistad. O algo más, no sé. No tienen que ser literales mis culeras metáforas.

Tomó las cosas. La carta tenía un aire enigmático, y mientras Aksis empezaba a recitar algo que sonaba como un monólogo sacado de una película psicológica y misteriosa, sus palabras eran difíciles de interpretar. Parecía estar diciendo algo más pronunciado, algo que iba más allá de una simple amistad, pero su tono lo hacía sonar casi superficial, como si estuviera ocultando algo.

De repente, mientras él seguía hablando, Syla notó algo en su escritorio. Una cápsula con pastillas. Algo en ellas le llamó la atención de inmediato. Eran raras, algo que no había visto antes, y la visión de esas pastillas hizo que una sensación incómoda se asentara en su pecho.

—¿Qué... mierda es eso, Aksis Falco?

DULCE AMARGURADonde viven las historias. Descúbrelo ahora