Capítulo 2

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Volvió a pasar una semana en la que Draco no volvió aparecer en el baño y en la que lo veía decaer, hoy note como una lechuza le dejaba una carta y como su rostro palidecía. Mi corazón se rompió ante la mirada desolada que se apodero de sus ojos grises.

- ¿Harry me estas escuchando?, debes comenzar... - decía Hermione mientras me zarandeaba, me volteo frunciéndole el ceño.

-Hermione, te voy a pedir de favor que te concentres en tus tareas y dejes de meterte en las mías- digo con más brusquedad de la que pretendía, se echa para atrás sorprendida con una mirada dolida remplazándola rápidamente.

-solo intento ayudar, si hicieras tu trabajo... - continua, pero la vuelvo a interrumpir, levantando mi mano.

-no necesito ni quiero tu ayuda, si mi trabajo no está en lo que tu consideras aceptable eso no es mi problema- digo con molestia -llevas años en lo mismo, no eres mi madre, la mía está muerta y no estoy buscando remplazo, así que deja de querer mandar o meterte- termino para comenzar a meter varias frutas en mi mochila.

-no había necesitada de ser tan duro amigo- dice Ron molesto mientras Hermione parpadea sus lágrimas.

-que a ti te guste y te atraiga que sea igual a tu madre no quiere decir que todos los demás debamos soportarlo- gruño hacia el viendo como comienza a enrojecer de furia y vergüenza, varios ríen en voz baja. -no acepto ni quiero su ayuda- digo levantándome.

- ¿a dónde vas? - dice Ginny quien se había mantenido en silencio, me volteo a verla con desprecio.

-que parte de que no quiero ni necesito una madre no lo entiendes- digo con brusquedad, se hecha hacia atrás mientras mira a su alrededor avergonzada ya que más personas nos prestan atención y ríen.

-te estas pasando, no dejare que le hables así a mi hermana- dice Ron levantándose de un salto.

-entonces mantén a tu jodida hermana lejos de mí, he tratado de ser paciente, pero no parece entender que no me gusta ni nunca me gustara- casi grito, las personas de las otras mesas comienzan a guardar silencio y a notar que algo pasa. -al igual que ustedes, mantengan la jodida distancia- grito al final hacia los tres, me doy la vuelta pisoteando hacia las puertas.

Aprovecho que todos están en el comedor para subir casi corriendo al séptimo piso, pido a la habitación una sala de entrenamiento de combate y que nadie pueda entrar. Paso una hora lanzándole hechizos a un maniquí, estoy todo sudado y jadeando cuando termino. Pido a la habitación un baño y algo de ropa, casi rio por la que apareció, eran anticuados y de estilo viejo, pero servirá.

Me doy una ducha en el pequeño baño que apareció, sonrió antes los olores de coco de los productos, debo conseguirme unos de ese olor y resultado, mi pelo se sentía más sedoso al igual que mi piel.

Hoy era sábado por lo que no había clases, busco en el mapa, viendo a Draco paseando solo por unos pasillos del quinto piso. Salgo metiendo mi ropa en mi mochila para correr con el mapa en mano para evitar que me vea. Me escondo tras una armadura esperando que Draco pase, lo sigo en silencio, esta mirando el suelo con las manos en los bolsillos, se ve triste y decaído. Veo que delante hay una habitación sin pensar jalo a Draco metiéndolo casi con brusquedad. Comienza a forcejear.

-soy yo- digo abrazándolo por la espalda, se detiene de golpe tenso.

- qué demonios Potter, casi me matas de un infarto- gruñe apretando sus uñas en mi mano, apuesto que me hizo sangrar de lo fuerte que lo está haciendo.

-lo siento- me disculpe escondiendo el rostro en su nuca apretándolo a mi pecho. -solo quería verte, saber cómo estas- susurro con sinceridad contra su piel, se estremece, pero no trata de alejarse, suaviza el agarre de sus uñas en mi mano.

La serpiente del león Donde viven las historias. Descúbrelo ahora