Un recuerdo pequeño

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Ver a Maya y Daryl dormir me tranquiliza un poco. Necesito silencio, y al menos en este momento, lo encuentro en la suave respiración de ambos. El mundo exterior se desvanece, dejándome a solas con mis pensamientos, mientras la luz de la luna se filtra a través de las cortinas.

Estoy sentada junto a la ventana de mi habitación, mirando al horizonte, cuando una ola de náuseas me golpea de repente. El malestar me arrastra hasta el baño, apenas alcanzando a inclinarme antes de vomitar. Es un reflejo físico de la tormenta emocional que llevo dentro.

Cuando el malestar finalmente cede, me enjuago la boca y salgo del baño, el aire fresco de la noche me llama. Sin pensarlo mucho, me dirijo al granero, un lugar que ha estado lleno de recuerdos desde siempre.

El crujido de la puerta al abrirla me resulta familiar. Aquí es donde solía venir a esconderme cuando era niña, buscando consuelo en la presencia de los animales o en la soledad que el granero ofrecía. Y ahora, en este lugar casi sagrado, los recuerdos de mis padres me invaden.

Me detengo en medio del granero, sintiendo la presencia de ellos a mi alrededor. La forma en que mamá siempre se inclinaba sobre la cerca para hablar con los caballos, o cómo papá solía enseñarme a cuidar de las herramientas. Son imágenes tan vívidas que casi puedo oír sus voces, sentir sus manos guiándome.

El silencio del granero me envuelve, permitiéndome recordar sin la urgencia del dolor. Es un pequeño recuerdo, uno que se queda grabado en mi corazón, un rincón de paz en medio del caos. Me siento en el heno, dejando que los recuerdos me lleven, permitiéndome llorar en silencio por lo que he perdido, y también por lo que aún tengo.

Subo las escaleras del granero, cada paso resonando en el silencio. El frío de la noche me rodea cuando alcanzo la parte superior y me siento en el borde, mirando hacia el exterior. La vista es tranquila, casi serena, y por un momento, todo parece estar en paz.

Respiro hondo, dejando que el aire fresco me despeje la mente. Mis pensamientos se pierden en la oscuridad del cielo, en el suave movimiento de las hojas que el viento apenas agita. Este es el único lugar donde puedo estar sola con mis recuerdos, donde no necesito esconder lo que siento.

Pero entonces, sin previo aviso, lo siento. Esa presencia tan familiar, ese peso en el aire que me indica que ya no estoy sola. No necesito mirar para saber que es Daryl.

Se acerca en silencio, como siempre lo hace, respetando mi espacio. No dice nada al principio, solo se queda ahí, a mi lado, observando el mismo paisaje que yo. Aprecio eso de él, cómo siempre sabe cuándo necesito compañía sin palabras, cuándo el silencio es suficiente.

— No pensé que vendrías — murmuro finalmente, sin apartar la vista del horizonte.

— No te sentí a mi lado, Anni — responde en su tono bajo y tranquilo, cargado de esa mezcla de preocupación y afecto que solo él puede expresar de manera tan sencilla.

Asiento ligeramente, sintiendo cómo su presencia me brinda una calma que no encontraba por mi cuenta. Es reconfortante tenerlo aquí, saber que sin importar lo que pase, siempre estará a mi lado.

Nos quedamos así, en silencio, compartiendo un momento que no necesita más. La noche sigue su curso, pero con Daryl a mi lado, el peso de mis recuerdos se siente un poco más liviano.

— Aquí solía venir cuando me enojaba con papá — le digo, rompiendo el silencio — Mamá siempre venía a hablar conmigo.

Daryl me escucha en silencio, como siempre lo hace, sin interrumpir ni presionar. Su mirada sigue fija en el horizonte, pero sé que está completamente presente, atento a cada palabra que digo.

Estoy Perdida En El Azul De Tus Ojos. T2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora