Extra III - En voz alta

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8 años después de la Eurocopa, julio

Etihad Stadium, Manchester

UNAI

Siempre el último. Es lo que llevo haciendo toda mi carrera, salir el último del vestuario. La gran mayoría cree que es por superstición y así he dejado que lo pensaran, pero la verdad es muy diferente. Me he quedado siempre el último porque necesito estos momentos de tranquilidad para pensar, para reafirmarme y convencerme de que lo podía hacer bien. Hoy no voy a jugar ningún partido, el traje que llevo puesto, sin corbata, faltaría más, demuestra que no voy a parar ningún balón. Aún así, he querido quedarme aquí unos momentos, a pensar.

Sin embargo, me interrumpen. Él es el único que se ha atrevido desde hace ocho años a interrumpirme en estos momentos. Es al único al que se lo he permitido con gusto. Va vestido con el polo del equipo y vaqueros, como el resto de nuestros compañeros hoy. Se acerca a mí con una sonrisa, y todavía me sigue pareciendo tan sumamente guapo como el primer día, incluso aunque le hayan salido un par de canas y esté obsesionado con ellas. Sobre todo porque yo, que tengo cinco años más, todavía no tengo ninguna y le jode.

-Cariño... No quiero interrumpir tu ritual, pero te están esperando -se coloca entre mis piernas, como ha hecho incontables veces en este y en otros vestuarios del mundo entero.- ¿Estás nervioso?

-Joder, pezqueñín, ya te digo -cierro los ojos y suelto una risita floja, apoyando la cabeza sobre su estómago, que tiembla con su risa.

-¿Algún día vas a dejar de llamarme pezqueñín? Tengo casi treinta años, Unai -me separo para mirarlo a la cara. Es evidente en sus rasgos que se ha hecho más mayor, también en su actitud, en todo en general. Me ha hecho esa pregunta miles de veces, principalmente en los últimos años, pero sigue siendo mi pezqueñín, no lo va a dejar de ser nunca, o eso espero.

-Pues claro que no, ¿por quién me tomas?

-Anda, idiota, levántate y sal, que no puedes retrasarlo más.

Le doy un beso a la altura del ombligo y lo aparto a regañadientes. Sé que él también se hubiera quedado así, pero tiene razón, tengo que salir del vestuario. Se adelanta, lanzándome un beso y asegurándome que estará ahí, en todo momento. No le digo que no tiene más cojones, es parte del equipo del que hoy me despido. No termino de asimilar que me retiro, que jugué mi último partido hace unas semanas y que hoy el club ha preparado todo esto para decirme adiós. Tengo 35 años, soy joven para retirarme, pero mi mano hace por lo menos un año que me pide pausa. Además, tengo muchos proyectos que tengo ganas de emprender, así que a inicio de temporada comuniqué mi decisión. He pasado por miles de fases y he estado a punto de alargarlo una más, pero no, este es mi momento.

Sin embargo, cuando el staff me prepara para mi salida al campo, siento un nudo en el estómago que me hace dudar. Quiero volver a meterme en el vestuario y no salir. Me obligo a respirar hondo y cerrar los ojos unos segundos, recordando los motivos por los que he tomado esta decisión. Recordando todo lo que Pedri y yo queremos hacer a partir de ahora, aunque él va a seguir jugando, por supuesto, todavía le quedan algunos años por delante. Siempre me hace la coña de que voy a desentonar que te cagas entre las WAG's cuando venga a ver sus partidos, pero me la suda, no voy a perderme ni uno. Ver jugar a mi novio desde las gradas siempre es un buen espectáculo. Y poder llevar al fin su número a la espalda es algo que me hace hasta ilusión.

Una de las encargadas me pregunta si estoy listo y me limito a asentir. Entonces escucho que el maestro de ceremonias grita mi nombre y me calzo una sonrisa. Salgo y la gente que ha venido a verme, que es mucha más de la que esperaba, estalla en vítores. Saludo a las gradas y me acerco a mis compañeros, que me esperan en dos filas, haciéndome pasillo. Los saludo a todos con el mismo cariño, a los más antiguos y a los nuevos, hasta que llego a mi compañero favorito. A él le doy un abrazo y un beso en la cabeza, como he hecho incontables veces delante de las cámaras. Tiene los ojos empañados.

Revisa el VAR | Unai + PedriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora