Capítulo 21 - El primer gol

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Siete meses después, febrero

Estadi Olímpic de Montjuïc, Barcelona

El vestuario es un hervidero, como siempre antes de un partido. Sin embargo, mis sentimientos hoy están todavía más a flor de piel. Jugamos contra el Athletic de Bilbao. Es mi primer partido contra Unai, que se incorporó en enero y hoy está de titular, igual que yo. Tengo ganas de verle, hace demasiados días que no hemos podido cuadrar agendas, pero al mismo tiempo estoy nervioso. Sé que lo de hoy va a ser todo un reto, hemos conseguido estar bien, más que bien los últimos meses, pero siento este partido como una prueba de fuego. Me estoy vistiendo y no puedo parar de moverme, me pongo incluso las botas de pie y oigo risitas a mi lado. Me giro y Ferran y Gavi me miran con las cejas levantadas.

-¿Qué cojones os pasa? -prácticamente les ladro, porque a mí nada de esto me está haciendo gracia.

-Estás histérico, hermano -Gavi le da un codazo a Ferran, supongo que esperando que le siga el cachondeo.

-Ya te digo, que solo es un partido.

-¿Y qué? ¿Vosotros no os ponéis nerviosos antes de los partidos o qué?

-Claro, hombre, pero yo no tengo que marcarle goles a mi novio.

Me cago en Gavi y en toda su estirpe. Alargo la mano y le doy un empujón en el pecho que no hace más que provocar más risas. No lo ha dicho alto, pero igualmente espero que ninguno de mis compañeros lo haya escuchado. Lo saben muchos, puede que más de los que me gustaría, pero no todos y quiero que siga siendo así. Siento burbujas debajo de la piel y casi desearía no salir hoy de titular.

Salimos al túnel para colocarnos y nos encontramos con los jugadores del equipo contrario. Saludamos a todos, sobre todo a aquellos que conocemos. Me fundo en un abrazo con Nico, el cabrón al final no vino al Barça, una verdadera lástima. No puedo evitar fijarme en que falta el portero, pero tampoco me sorprende. Sé que saldrá el último, él siempre el último. Me coloco en mi posición e intento respirar hondo, concentrándome en el partido. Sin embargo, sé el momento exacto en el que Unai aparece. Lo oigo saludar a sus compañeros y a los míos. Llega a mi altura y me pongo más nervioso todavía. He compartido los últimos meses con este hombre, pero esto es un contexto nuevo y muy diferente y no sé cómo actuar. Lo miro y automáticamente me sale una sonrisa, qué guapo está. Se me acerca, me coge de la cabeza y me da un beso, antes de susurrarme al oído.

-Hola, pezqueñín.

-Hola, cari... -me corto en el último segundo y él se ríe, mientras yo susurro una maldición.

-Mucha suerte -eso ya lo dice en un tono de voz normal, sin miedo a que nos escuche nadie.

-A ti también.

Me revuelve el pelo y yo me río, mirándole el culo cuando se pone frente a mí a saludar a mis compañeros. No necesito más suerte, ya la tengo toda, joder. Siento una colleja y me giro a fulminar a Gavi, que se descojona vivo. No le da tiempo a decirme nada, porque es nuestro momento de salir y si algo tenemos los dos es que nos concentramos a muerte en cuanto pisamos el campo.

La primera parte es dura. El Athletic nos opone muchísima resistencia, pero no paramos de pelear. Tenemos ocasiones de gol, pero Unai las para todas. A mí se me hincha el pecho de orgullo, porque nada deseo más que verlo en todo su esplendor bajo los palos, aunque eso vaya en contra de mi propio equipo. Creía que sería más difícil, pero cuando he tenido que chutar a portería no he dudado, casi ni me he acordado que era Unai quien estaba allí.

Sin embargo, eso cambia a los pocos minutos de la segunda parte. Me llega una asistencia de Gavi que sé que es gol asegurado y se confirma cuando el balón toca la red. Doy un grito y me lanzo a celebrarlo, pero entonces veo de reojo a Unai y dudo por un momento. Los últimos meses he añadido una parte a mi celebración. Antes de ponerme las gafas, finjo que me pongo unos guantes. Es algo que la prensa no dejó de comentar durante los primeros partidos, sacando un montón de conclusiones descabelladas. En este momento, cuando estoy a punto de hacerlo, me freno, mi cabeza pensando a mil por hora, y hago únicamente el gesto de las gafas. Unos segundos después me abraza Gavi, y aunque está eufórico, veo como frunce un poco el ceño, se ha dado cuenta. El partido sigue, pero yo me he salido un poco de él. Esto era lo que no quería que me pasara, pero me ha pasado y cuando me llega el cambio, no me sorprende. Lo termino desde el banquillo, donde veo otro gol de mi equipo, pero lo celebro con moderación. Tengo tantos sentimientos contradictorios y enmarañados que no sé por dónde empezar a desenredarlos.

Revisa el VAR | Unai + PedriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora