Pasaron unos días desde que Juan me había revelado su obsesión por mí, y la realidad de mi situación comenzaba a hundirse en mi mente. Estaba atrapada, una prisionera en su lujosa mansión, rodeada de riqueza que, en cualquier otra circunstancia, hubiera sido deslumbrante, pero que ahora solo me recordaba mi impotencia. Cada día que pasaba, me volvía más consciente de lo poco que sabía sobre él y de lo peligroso que era.
Juan no me había tocado, pero su presencia era constante, como una sombra que nunca se alejaba del todo. A menudo lo veía deambulando por la mansión, siempre impecable, siempre en control. Cada vez que lo veía, un torbellino de emociones me invadía: miedo, desesperación, pero también esa atracción inexplicable que me repugnaba y me intrigaba al mismo tiempo.
Una mañana, mientras me encontraba en la habitación que había llegado a considerar mi celda, Juan entró sin previo aviso. Llevaba una bandeja con el desayuno, lo cual era inusual, ya que normalmente un sirviente me traía la comida.
—Buenos días, Isabel —dijo con esa voz suave que escondía algo mucho más oscuro—. Espero que hayas descansado bien.
—¿Qué es lo que quieres de mí? —pregunté, tratando de mantener la calma mientras me obligaba a mirarlo a los ojos.
Juan sonrió, dejando la bandeja sobre una pequeña mesa cerca de la ventana. Se sentó en una silla frente a mí, con una actitud relajada, como si estuviéramos en una cita y no en una situación de secuestro.
—Quiero que te sientas cómoda aquí, Isabel —dijo—. Quiero que entiendas que estoy haciendo esto por nosotros, para que podamos estar juntos.
—Pero yo no quiero estar aquí —respondí, sintiendo cómo mi voz se quebraba ligeramente—. No quiero ser parte de esto, Juan. No puedes obligarme a sentir lo que tú sientes.
Juan inclinó la cabeza, observándome con una expresión casi triste, como si realmente lamentara mi resistencia.
—Lo entiendo —dijo finalmente—. Pero también sé que lo que siento por ti no es algo que pueda simplemente dejar pasar. Eres diferente, Isabel. No quiero que te sientas como una prisionera. Quiero que me conozcas, que veas que esto puede funcionar.
—¿Funcionará porque tú lo dices? —repliqué, intentando mantener mi valor—. ¿Cómo esperas que confíe en ti cuando me tienes atrapada aquí?
Él no respondió de inmediato, pero su mirada se endureció ligeramente. Había algo en sus ojos que me hizo entender que no estaba acostumbrado a que lo desafiaran.
—No estoy aquí para hacerte daño —dijo con un tono más firme—. Pero tienes que entender que no hay escapatoria. Esta es tu vida ahora, Isabel. Y cuanto antes lo aceptes, mejor será para ambos.
Sus palabras eran como una sentencia. Sentí un nudo en la garganta, y mi mente comenzó a girar en busca de alguna forma de salir de este infierno. Pero cada vez que lo intentaba, me encontraba con un muro tras otro.
—Tómate tu tiempo —añadió Juan, levantándose de la silla—. No espero que cambies de opinión de la noche a la mañana. Pero quiero que sepas que estoy dispuesto a esperar.
Salió de la habitación, dejándome sola con mis pensamientos. Sentí una mezcla de alivio y desesperación. Al menos, por ahora, no estaba presionándome, pero ¿cuánto tiempo podría mantenerme firme antes de que él decidiera tomar lo que quería por la fuerza?
Los días siguientes fueron una mezcla de monotonía y tensión. Juan seguía visitándome a diario, a veces trayendo comida, otras simplemente para conversar. Intentaba mostrarme su lado más humano, hablando de su vida antes de convertirse en el hombre poderoso que era ahora. Me contó sobre su familia, su infancia, e incluso sobre algunos de los sacrificios que había hecho para llegar a donde estaba.
A medida que lo escuchaba, no podía evitar sentir un conflicto interno. Era difícil reconciliar la imagen del hombre que tenía frente a mí, con el monstruo que sabía que era. Juan podía ser encantador, carismático, incluso dulce en ocasiones, pero nada de eso podía borrar el hecho de que me tenía cautiva.
Y entonces, una tarde, sucedió algo que no esperaba. Juan me llevó a un jardín escondido en la parte trasera de la mansión, un lugar que hasta ese momento no sabía que existía. Era un espacio tranquilo, lleno de flores exóticas y un pequeño estanque con peces de colores. Mientras caminábamos, él se mantuvo cerca, pero sin tocarme, dándome una sensación extraña de libertad en medio de mi encierro.
—Este es uno de mis lugares favoritos —me dijo mientras nos sentábamos en un banco de piedra junto al estanque—. Vengo aquí cuando necesito escapar del caos del mundo exterior.
—¿Por qué me trajiste aquí? —pregunté, aún desconfiando de sus intenciones.
—Porque quiero que veas que no todo en mi mundo es oscuridad —respondió—. Quiero que entiendas que puedes encontrar tu lugar aquí, que podemos crear algo juntos.
Sentí una punzada en el corazón. A pesar de mi miedo y mi desconfianza, había una parte de mí que deseaba creerle, que quería encontrar algo bueno en todo esto. Pero sabía que esa era la trampa. Juan era un maestro en manipular emociones, en hacerte sentir que tal vez, solo tal vez, las cosas podían ser diferentes.
Pero yo no podía permitirme caer en esa ilusión.
—No puedes comprarme con un jardín bonito, Juan —dije con firmeza, aunque mi voz temblaba ligeramente—. No puedes borrar lo que has hecho.
Él asintió lentamente, como si hubiera esperado esa respuesta.
—Lo sé —admitió—. Pero no voy a rendirme, Isabel. No importa cuánto tiempo tome, haré lo necesario para que veas las cosas desde mi perspectiva. Porque, aunque ahora no lo creas, estamos destinados a estar juntos.
Mientras sus palabras resonaban en mi mente, me di cuenta de que estaba atrapada en un juego que no entendía completamente, un juego de poder, seducción y peligro. Y mientras Juan seguía hablando, yo sabía que tenía que encontrar una manera de escapar, antes de que fuera demasiado tarde. Pero por ahora, todo lo que podía hacer era sobrevivir un día más, mantener mi mente clara, y esperar por una oportunidad que quizás nunca llegara.
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𝕸𝖆𝖋𝖎𝖆: In The Morning 🚬💵 Juansguarnizo X Tnજ⁀➴𝑰ssabel ⌇🟣
أدب الهواةIssabel era una joven universitaria en Colombia, conocida por su curiosidad y ganas de explorar el mundo. A pesar de su inocencia, se juntaba con amigas de mala fama, relacionadas con narcotraficantes. Los rumores en la universidad decían que Juan S...