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Los días pasaban lentamente en la mansión, y aunque mi situación seguía siendo la misma, algo dentro de mí había cambiado. No era exactamente resignación, pero me había dado cuenta de que, si quería sobrevivir, debía aprender a adaptarme. Juan, con su mezcla de afecto y control, se había convertido en una figura constante en mi vida, pero también en un enigma que no lograba descifrar del todo.

Una mañana, después de que Juan se fuera temprano a atender asuntos que no me compartió, aproveché la oportunidad para hablar con algunos de los empleados de la mansión. A pesar de la atmósfera lujosa y sofocante, había algo de tranquilidad en la rutina diaria de la servidumbre, algo que me hizo sentir un poco más humana en medio de la pesadilla.

Mientras una de las empleadas, una mujer de unos cuarenta años llamada Carmen, limpiaba los ventanales del salón principal, me acerqué a ella con la intención de obtener más información.

—Carmen, ¿puedo preguntarte algo? —le dije en voz baja, como si temiera que alguien más pudiera escuchar.

Ella me miró con un atisbo de sorpresa, pero asintió con amabilidad.

—Claro, señorita Isabel. ¿Qué quiere saber?

Respiré hondo antes de formular mi pregunta, tratando de encontrar las palabras correctas.

—Es sobre Juan... Quiero saber más sobre él. ¿Cómo es cuando no está aquí? ¿Qué piensa la gente de él?

Carmen dejó de limpiar por un momento y se giró para mirarme con una expresión que mezclaba compasión y cautela.

—El patrón es un hombre complicado, señorita —dijo, eligiendo sus palabras con cuidado—. Tiene un carácter fuerte, como es de esperarse en alguien que está en su posición. Pero también tiene una carga muy pesada sobre sus hombros. No es fácil ser quien da las órdenes, quien lleva todo el peso del cartel. A veces, esa presión lo hace actuar de manera que puede parecer fría o distante.

Asentí lentamente, procesando sus palabras. Aunque seguía viéndolo como mi captor, no podía evitar sentir una pizca de empatía por él. Sabía que la vida que llevaba no era sencilla, que estar en la cima de una organización como la suya implicaba una constante lucha por el poder y la supervivencia.

—¿Y la mansión? —pregunté después de un momento—. ¿Cuánto tiempo lleva aquí? ¿Siempre ha sido así de... opresiva?

Carmen sonrió débilmente.

—La mansión ha estado en la familia del patrón por generaciones. Es un lugar lleno de historia, pero también de secretos. Muchos han pasado por aquí, pero pocos se quedan. Usted es la primera persona que he visto a su lado de esta manera, señorita. Eso significa algo.

Su respuesta me dejó con más preguntas que respuestas, pero decidí no insistir. Había aprendido que, en este mundo, la información no se obtenía fácilmente, y debía ser paciente.

Después de mi conversación con Carmen, comencé a explorar la mansión con más atención. Recorría los pasillos silenciosos, admirando la arquitectura antigua y las decoraciones que reflejaban el poder y la riqueza de la familia de Juan. Había habitaciones que parecían haber sido cerradas por años, como si guardaran secretos que nadie se atrevía a desvelar. Algunas veces, encontraba a otros empleados ocupados en sus tareas, pero la mayoría de ellos evitaban hacer contacto visual conmigo, como si temieran que cualquier interacción pudiera traerles problemas.

Durante mis exploraciones, noté que había momentos en los que Juan regresaba a la mansión visiblemente molesto. Aunque trataba de ocultarlo, era evidente que algo relacionado con el cartel lo perturbaba. Su expresión severa y la tensión en sus hombros me indicaban que estaba bajo una gran presión. A veces, lo escuchaba hablando por teléfono en un tono bajo y peligroso, discutiendo sobre negocios que parecían estar fuera de control.

Sorprendentemente, en esos momentos sentía un ligero matiz de empatía hacia él. No podía imaginar lo que era llevar una vida tan peligrosa y solitaria, ser el hombre al que todos temían, pero al que pocos realmente comprendían. Aunque era mi captor, había una parte de mí que empezaba a ver más allá del monstruo que imaginé al principio.

Una tarde, mientras estaba en la biblioteca de la mansión, hojeando un viejo libro que encontré en uno de los estantes, Juan entró sin previo aviso. Su presencia llenó la habitación, y levanté la mirada para encontrarme con su rostro, que mostraba una mezcla de agotamiento y frustración.

—¿Estás bien? —pregunté en un impulso, sorprendiéndome a mí misma.

Él me miró con una expresión que no pude descifrar del todo.

—He tenido un día complicado —admitió, acercándose y sentándose a mi lado—. Hay cosas que debes entender, Isabel. Cosas sobre este mundo que no son fáciles de manejar.

No supe qué decir, así que simplemente asentí, permitiendo que el silencio se asentara entre nosotros. A pesar del temor que seguía sintiendo, había algo en esos momentos que me hacía ver a Juan de una manera diferente. No como el hombre que me había secuestrado, sino como alguien atrapado en su propia prisión, alguien que, a pesar de todo, buscaba algo más allá del poder y la violencia que lo rodeaban.

—Gracias por preguntar —dijo finalmente, rompiendo el silencio—. No es algo que escucho a menudo.

No respondí, pero dentro de mí sentí que algo había cambiado. No sabía si era el inicio de una verdadera comprensión o simplemente una estrategia para mantenerme a salvo, pero una cosa era segura: en este juego de sombras y susurros, cada pequeña conexión que lograba con él podría ser la clave para mi supervivencia. Y mientras pudiera mantener ese delicado equilibrio, aún tenía una oportunidad de escapar de esta pesadilla.

𝕸𝖆𝖋𝖎𝖆: In The Morning 🚬💵 Juansguarnizo X Tnજ⁀➴𝑰ssabel ⌇🟡 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora