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Esa noche, después de la reunión, me quedé despierta más tiempo del habitual, mirando el techo en la oscuridad de nuestra habitación. Juan estaba a mi lado, dormido, respirando de manera tranquila, casi como si nada de lo que hubiera pasado en el día le afectara. Pero para mí, las palabras de esa reunión, las miradas de esos socios, y sobre todo, la manera en que Juan me había usado como pieza clave de su juego, seguían pesando en mi mente.

Todo parecía tan confuso. Mi vida, que alguna vez había sido tranquila, se había transformado en una montaña rusa de emociones y peligros. El hombre que me había secuestrado, el mismo que ahora era el padre de mi hijo, lograba desarmar todas mis defensas sin esfuerzo. ¿Cómo era posible que comenzara a sentir algo por él? Sabía que era peligroso, sabía que estaba atrapada en su mundo, pero a veces me sorprendía deseando más de esos momentos en los que se mostraba tierno, como en la revelación del género de nuestro bebé.

No podía evitar acariciar mi vientre una vez más. La pequeña vida que crecía dentro de mí era lo único que me daba fuerzas. A veces, me imaginaba la cara de mi hijo, sus manos diminutas aferrándose a las mías, su risa llenando la casa. Y en esos momentos, la idea de huir, de escapar de Juan, se desvanecía. Estaba ligada a él de una manera que ni siquiera podía explicar, y el hecho de que él fuera el padre de mi hijo complicaba todo aún más.

Los primeros movimientos del bebé habían empezado a sentirse hace unos días. Eran suaves, como un leve aleteo, pero cada vez que los sentía, algo en mí se iluminaba. Era una conexión indescriptible, y aunque aún faltaban meses para que lo tuviera en mis brazos, ya sentía un amor profundo por esa pequeña criatura.

A la mañana siguiente, Juan se levantó temprano, como de costumbre. Lo observé desde la cama mientras se vestía, y por un momento, supe que había algo distinto en su comportamiento. Estaba más callado que de costumbre, más pensativo. No pude evitar preguntarle qué le pasaba.

—¿Está todo bien? —pregunté, con cuidado, mientras lo veía abrocharse los botones de su camisa.

Juan se detuvo un momento, mirándome a través del espejo. No respondió de inmediato, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras.

—Tenemos algunos problemas con los negocios en Monterrey —respondió finalmente—. No es nada que no pueda manejar, pero necesito viajar pronto.

Mi corazón dio un vuelco. Viajar significaba que me dejaría sola aquí, en esta mansión que, aunque lujosa, siempre me recordaba mi situación. Ya había pasado por esto antes, pero esta vez se sentía diferente. Estaba embarazada de su hijo, y la idea de quedarme sola sin él por días o semanas me llenaba de incertidumbre. Había aprendido a temer no solo lo que él podía hacerme, sino también el caos que seguía a su ausencia.

—¿Por cuánto tiempo? —pregunté, tratando de ocultar la preocupación en mi voz.

Juan se giró hacia mí, sus ojos encontrando los míos con una intensidad que siempre lograba desarmarme.

—No lo sé aún. Puede que sean unos días, puede que más. Pero estarás segura aquí. Siempre lo estarás.

Me acerqué al borde de la cama, tomando una bocanada de aire antes de hablar.

—Juan... no quiero quedarme sola aquí.

Por un segundo, vi una sombra de duda cruzar su rostro. Algo que rara vez mostraba, pero que me hizo pensar que quizá, detrás de esa fachada impenetrable, también había una parte de él que no quería dejarme sola.

Se acercó a mí y se agachó hasta quedar a mi nivel. Su mano, firme pero suave, se posó sobre mi vientre. Acarició mi barriga con un gesto casi protector, lo que me hizo sentir una punzada de algo que no podía explicar.

—Nunca estarás sola, Isabel. No mientras yo esté aquí. Te prometo que volveré pronto.

Sus palabras, aunque tranquilizadoras, no lograban aliviar del todo la sensación de vacío que me invadía cada vez que pensaba en su partida. Pero sabía que no podía detenerlo, no podía pedirle que se quedara. Sus negocios siempre venían primero, y yo... yo solo tenía que aceptarlo.

***

Los días pasaron, y como Juan había dicho, pronto se preparó para viajar. Antes de irse, se aseguró de que tuviera todo lo que necesitaba. Me dejó con varios guardias, con instrucciones claras de que mi seguridad era lo primordial. Pero a pesar de todo, me sentía extrañamente sola.

Pasaba las tardes caminando por los jardines de la finca, tratando de no pensar demasiado en las cosas. El aire fresco me ayudaba a despejar la mente, pero cada vez que miraba el horizonte, no podía evitar imaginar cómo sería mi vida si no estuviera atrapada aquí. A veces, soñaba con una vida normal, lejos del peligro, donde pudiera criar a mi hijo sin miedo, pero esos sueños siempre se sentían demasiado lejanos.

Una tarde, mientras caminaba, sentí un movimiento más fuerte en mi vientre. Me detuve, sorprendida por la intensidad de la patada. Me llevé las manos al estómago y sonreí, sintiendo una oleada de felicidad. Mi bebé estaba cada vez más presente, y ese pequeño gesto me hizo recordar que, pase lo que pase, él sería mi luz en medio de la oscuridad.

Decidí que esa noche escribiría en mi diario. Aunque no tenía con quién hablar abiertamente de mis sentimientos, escribir siempre me había ayudado a procesar las cosas.

Cuando la noche cayó y el silencio de la finca se hizo más profundo, me senté en mi escritorio y abrí el cuaderno donde había estado anotando mis pensamientos desde que llegué aquí. Mientras la pluma se deslizaba por el papel, sentí que, aunque mi vida estaba llena de incertidumbre, al menos tenía algo por lo que luchar. Mi hijo.

Y aunque mis sentimientos hacia Juan eran una tormenta de confusión, una cosa era clara: haría lo que fuera por proteger a mi bebé. No importaba lo que el futuro trajera, esa era mi promesa.

𝕸𝖆𝖋𝖎𝖆: In The Morning 🚬💵 Juansguarnizo X Tnજ⁀➴𝑰ssabel ⌇🟣 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora