CAPÍTULO XXVII 4/4

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Maratón 4/4

—Bueno la que haya sido que pase al frente—dice Harnold, dibujando una sonrisa arrogante en su rostro.

No me podía esperar menos de ti, don ego.

Todos miran alrededor esperando que la niña de la carta saliera, osea yo, lo cual no iba a salir. Su cara dibujaba una terrible decepción.

—¿Fuiste tú eh?—oigo decir a Alex que se posiciona a mí lado.

—¿Yo?, incapaz—finjo desinterés.

—Quien más que no fueras tú—dice riendo y se gira hacia el escenario donde se encontraba su amigo.

—Esto es, calle ahora—dice nervioso, pero se rectifica—Hable ahora o calle para siempre—termina la frase cogiendo la carta en sus manos y se retira.

Ahora sí, todo acabó.

O no del todo.

¿Qué?

Lo que mi cuerpo no había procesado, mi cerebro ya lo tenía claro. De un momento a otro ya no estaba dentro del gentío, estaba en el centro de todos, con todas las miradas posadas en mí.

Hace unos segundos estaba escondida detrás de Alex, y ahora me encontraba en el centro de la escuela.

Con miradas sorprendidas, anonadadas, felices, de infelicidad y desprecio hacia mí.

Sí, fui yo.

Quería gritar. Pero alguna vez han escuchado la frase, los nervios pueden ser tu peor enemigo. Mis pies se movieron solos al instante, mientras escuchaba los gritos y silbidos del público.

Esto es un espectáculo, y tú eres el payaso mija.

Gracias conciencia por el apoyo.

—Esta, esta es. Esta es la señorita. Autora de la carta—dice uno de mis profesores tomándome por el brazo pero yo me suelto de su agarre y de todo el que se metiera en mi camino, cegada de la rabia e impotencia.

[...]

—¿¡SÉ PUEDE SABER PORQUÉ NO SALISTE!?—grita, literal, Nayla regañándome.

—Nayla...

—No Esther, voy hablar yo...

—No lo sé, no podía, me puse nerviosa. Mi cuerpo, mi mente, me fallaron. Yo simplemente quería que él leyera esa carta, yo ni la firmé, porque yo sé—digo algo exaltada y desesperada por la situación.

Quería llorar, quería gritarle, quería desaparecer de la escuela sin que nadie me viera, estaba escondida en mi aula, no quería salir.

—Vamos a salir, y vas a enfrentar a toda esa gente—dice la rubia tomándome de la mano.

—Yo. No puedo, no. Mañana no vengo—digo reposando mi cabeza arriba de la mesa dando ligeros golpes en ella.

—No vas a venir mañana, pero vas a tener que venir pasado, y no creo que a las personas se les vaya a olvidar eso de un día para otro, tienes que subir la cabeza y enfrentarlo todo.

—No puedo—digo al borde de las lágrimas. Ya podía sentir como se humedecían mis mejillas.

—Entonces para que escribiste la carta si no ibas a enfrentar después todo y a todos—dice dando un golpe a la mesa que me hace levantar la cabeza para enfrentarla, quedando de cara a ella, pero somos interrumpidas.

Me Enamoré De La Persona Equivocada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora