CAPÍTULO XIV

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Llevé gran tiempo sin hablar con Harnold, simplemente por el bien de mi estabilidad, pero cuando mi mamá llegó a mi casa desesperada se me detuvo el mundo.

–Harnold tuvo un accidente y está grave

Mi cuerpo empezó a temblar y mi corazón a desenfrenarse.

–Qué, qué Harnold–digo nerviosa, mis labios temblaban y mis ojos se cristalizaron.

–Jarnold, el hijo de Hayner.

Sentí un gran alivio sobre mis hombros y se me escapó una lágrima rebelde de mis ojos.

Pensé que te había perdido.

Suspiré en alivio, me sentía mal por Jarnold, pero sinceramente me sentí mejor cuando supe que no era mi Harnold.

Sentí mi celular sonar, y era él.

Me prometí a mi misma que no le iba a volver a escribir, pero que más da, si hubiese sido él quien sufrió el accidente, no me lo perdonaría jamás.

Harni:Es cierto que un chico que se llama igual que yo, que vive allá sufrió un accidente.

Ken:Sí, es cierto, dicen que está grave.

Harni:Sí, yo lo conozco, él ha jugado pelota conmigo.

Ken:Sí, él es pelotero.

Harni:Anjá.

Le digo.

No le digas.

Replica mi subconsciente.

Ken:Por un momento pensé que te había perdido.

Harni:Jaja, ¿Por qué lo dices?

Ken:Porque cuando me llegaron con la noticia, pensé que habías sido tú y me asusté mucho.

Harni:Jaja, tranquila todo está bien, aquí estoy, vivo y coleando.

Seguimos hablando un buen rato, pasamos la noche entera y madrugada así.

Por un momento, me volví a sentir feliz, volví a sentirme yo.

[...]

–En serio tienes un diario–dice Harnold por atrás, cierro automáticamente mi libreta y la pongo encima de la mesa.

–No es un diario, es ahí donde anoto mis escritos–digo poniendo cara de niña chiquita, mientras el se sentaba en la mesa delante de mí.

–Imagino lo que debe estar ahí escrito–dice riendo, intentando coger la agenda.

–No te imagines–digo cogiéndola y poniéndola sobre mi pecho.

Él iba a decir algo, pero se lo reserva y sigue riendo.

Arrugo mis cejas y hago una mueca extraña.

–Querido diario, ricitos de oro me tiene enamorada–dice riendo aún

Mi boca se abre en sorpresa pero antes de que mis nervios aumentarás le respondí.

–Te dije que no es un diario–digo enojada levantándome de la mesa.

–Ey, tranquila, era broma–dice sentándome y pellizcando ligeramente mi mejilla derecha.

Cruzo mis brazos y pongo cara de niña berrinchuda.

–¿Cuándo me vas a enseñar algo de lo que escribes?–dice atento mirando aún mi agenda.

Cuando te separes de Juliana.

Me Enamoré De La Persona Equivocada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora