Mini maratón 1/2
Unos minutos más tarde estábamos sentados en el reservado de un comedor de cromo brillante, rodeados por un montón de familias que zampaban hamburguesas y bebían refrescos.
Al final vino la camarera. Arqueó una ceja con aire escéptico e inquirió:
—¿Y bien?
—Bueno... queríamos pedir la cena —dije.
—¿Tienen dinero para pagar, niños?
El labio inferior de Grover tembló. Me preocupaba que empezara a balar, o peor aún, a comerse el linóleo. Annabeth parecía a punto de fenecer de hambre.
Estaba tratando de inventar una historia tristísima para la camarera cuando un rugido sacudió el edificio: una motocicleta del tamaño de un elefante pequeño acababa de parar junto al bordillo.
Todas las conversaciones se interrumpieron. El faro de la motocicleta era rojo. El depósito de gasolina tenía llamas pintadas y a los lados llevaba fundas para escopetas... con escopetas incluidas. El asiento era de cuero, pero un cuero que parecía... piel humana.
El tipo de la motocicleta habría conseguido que un luchador profesional llamase a gritos a su mamá. Iba vestido con una camiseta de tirantes roja, tejanos negros y un guardapolvo de cuero negro, y llevaba un cuchillo de caza sujeto al muslo. Tras sus gafas rojas tenía la cara más cruel y brutal que he visto en mi vida, el pelo, cortísimo y negro brillante, y las mejillas surcadas de cicatrices sin duda fruto de muchas, muchas peleas.
Al entrar en el restaurante produjo una corriente de aire cálido y seco. Los comensales se levantaron como hipnotizados, pero el motorista hizo un gesto con la mano y todos volvieron a sentarse. Regresaron a sus conversaciones. La camarera se le quedó viendo como embobada.
—¿Tienen dinero para pagar, niños? —volvió a preguntarnos.
—Ponlo en mi cuenta —respondió el motorista. Se metió en el reservado, que era demasiado pequeño para él, y acorraló a Annabeth contra la ventana. Levantó la vista hacia la camarera, la miró a los ojos y dijo—: ¿Aún sigues aquí?
La muchacha se puso rígida, se volvió como una autómata y regresó a la cocina.
El motorista se quedó mirándonos a mi y a Percy, que estábamos sentados al lado. No le veía los ojos tras las gafas rojas, pero empezaron a hervirme malos sentimientos. Ira, rencor, amargura. Quería darle un golpe a una pared, empezar una pelea con alguien. ¿Quién se creía que era aquel tipo?
Me dedicó una sonrisa pérfida.
—Así que ustedes son los críos del viejo Alga y el viejo Aliento de Muerto
—¿Y a ti qué te importa?—le espetó Percy.
Annabeth le advirtió con la mirada.
—Percy, éste es...
El motorista levantó la mano.
—No pasa nada —dijo—. No está mal una pizca de carácter. Siempre y cuando te acuerdes de quién es el jefe. ¿Sabes quién soy, primito?
—Ares—dije—. El padre de Clarisse.
Ares sonrió y se quitó las gafas. Donde tendrían que estar los ojos, había sólo fuego, cuencas vacías en las que refulgían explosiones nucleares en miniatura.
—Has acertado, niña—se volvió hacia Percy—. He oído que le has roto la lanza a Clarisse.
—Lo estaba pidiendo a gritos.
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Hades' child; sometimes lucky
FanfictionAstoria Rousseau es hija de Hades, lo sabe desde los 7 años y cada día lo tiene más claro. Disfruta de una vida normal, o lo más normal que se puede siendo vidente, semidiosa e hija de el más temido de los tres grandes; el dios Hades. Durante años...