23: 'weird birds'

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Los siguientes días fueron una auténtica tortura para Percy, tal y como Tántalo deseaba.

—¿Percy, mi hermano? —decía Tyson, como si le hubiese tocado la lotería.

Y no había modo de explicárselo. Estaba levitando.

Y luego estaban los comentarios de los demás campistas. De repente, él ya no era Percy Jackson, el tipo genial que el verano pasado había recuperado el rayo maestro de Zeus; ahora era el pobre idiota que tenía a un monstruo horrible por hermano.

—¡No es mi hermano de verdad! —protestaba él cuando Tyson no andaba por allí—. Es más bien un hermanastro del lado monstruoso de la familia, como un hermanastro de segundo grado o algo así.

Nadie se lo tragaba.

Annabeth y yo hicimos lo posible para que se sintiera mejor.

Como yo pasaba a ser un problema secundario, Percy parecía haberse olvidado de su odio hacia mi.

Annie propuso que nos presentáramos juntos a la carrera de carros y tratáramos de olvidar asi nuestros problemas. No nos malinterpreten: los tres odiábamos a Tántalo y estábamos muy preocupados por la situación del campamento, pero no sabíamos qué hacer. Hasta que se nos ocurriera un brillante plan para salvar el árbol de Thalia, nos pareció que no estaría mal participar en las carreras. Al fin y al cabo, fue la madre de Annabeth, Atenea, quien inventó el carro, y el padre de Percy, Poseidón, quien había creado los caballos. Los dos juntos se harían los amos de aquel deporte.

[...]

Una mañana, mientras Annabeth, Percy y yo estudiábamos distintos diseños de carro junto al lago de las canoas, unas graciosas de la cabaña de Afrodita que pasaban por allí le preguntaron si no necesitaría un lápiz de ojo...

—Ay, perdón. De ojos, quiero decir.

—No hagas caso, Percy —refunfuñó Annabeth, mientras las chicas se alejaban riendo—. No es culpa tuya tener un hermano monstruo.

—¡No es mi hermano! —replicó— ¡Y tampoco es un monstruo!

Annabeth alzó las cejas.

—Oye, ¡ahora no te enfades conmigo! Y técnicamente sí es un monstruo.

—Bueno, fuiste tú quien le dio permiso para entrar en el campamento.

—¡Porque era la única manera de salvarle la vida a Astoria!

—¡Pues la hubieras dejado allí!

—Bueno... lo siento, Percy, no me imaginaba que Poseidón iba a reconocerlo. Los cíclopes son muy mentirosos y traicioneros...

—¡Él no! Pero, dime, ¿qué tienes tú contra los cíclopes?

Annabeth se sonrojó hasta las orejas. Había algo que no le habíamos contado a Percy; algo bastante malo.

—Olvidalo —dije, intentando que dejaran de discutir—. Veamos, el eje de este carro...

—Estás tratándolo como si fuese un ser horrible—dijo Percy ignorándome completamente—. Y me salvó la vida.

Annabeth soltó el lápiz y se puso de pie.

—Entonces quizá deberías diseñar el carro con él.

—Tal vez sí.

—¡Perfecto!

—¡Perfecto!

Se alejó furiosa y yo la seguí antes de que Percy desquitara su ira en mi.

[...]

Después del desayuno me entrenaba en el ruedo de arena con los de la cabaña de Atenea. El manejo de la espada ha sido siempre mi fuerte. La gente decía que yo era mejor en ese terreno que ningún otro campista de los últimos cien años, salvo Luke quizá. Siempre me comparaban con Luke.

Hades' child; sometimes lucky Donde viven las historias. Descúbrelo ahora