Capítulo 12: Una Nueva Era

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El frío de la mañana acariciaba el rostro de Ashira mientras estaba de pie ante las majestuosas puertas del castillo de Camelot. El aire estaba cargado de incertidumbre, y sus pensamientos aún estaban pesados por la muerte de Bedivere. Su mentor, su amigo, un símbolo de todo lo que Camelot había representado, se había ido. Ahora quedaba ella. Solo ella.

Con un fuerte suspiro, se golpeó las mejillas con ambas manos, el sonido seco resonando como un eco que la sacó de su tristeza momentánea. "Vamos, despierta... necesitas estar lista," se dijo a sí misma con determinación. Ya sabía lo que venía, y no sería fácil.

Empujó las puertas del castillo, sus pasos resonando en los pasillos vacíos. De repente, escuchó una voz conocida.

—Ashira... —La voz de Eleanor rompió el silencio, preocupada, mientras se acercaba—. ¿Estás bien? No habrás hecho ninguna estupidez, ¿verdad?

Ashira esbozó una sonrisa triste, forzada. Eleanor negó con la cabeza, suspirando al verla así, y antes de que Ashira pudiera decir algo más, la envolvió en un abrazo fuerte, cálido y sincero.

—Sabía que intentarías cargar con todo tú sola —dijo Eleanor suavemente mientras la abrazaba.

Ashira cerró los ojos por un momento, permitiéndose disfrutar de ese momento de consuelo antes de separarse con un gesto de gratitud.

—Gracias... —murmuró Ashira—. ¿Qué ha pasado mientras yo...?

Eleanor apretó los dientes, evidentemente molesta.

—Los nobles están aquí. Y algunos caballeros de alto rango. Todos discutiendo sobre lo que pasará con el reino después de la muerte del Rey de los Caballeros... y de la Mesa Redonda. Creen que todo ha terminado.

Ashira suspiró profundamente. Ya había anticipado esto. Se sentía cansada, pero sabía que no podía permitirse detenerse. No ahora.

—Déjalos a mí. —Su tono se tornó serio mientras sus ojos se endurecían. Se dirigió con paso firme hacia el salón donde todos estaban reunidos.

Al entrar en la sala, el bullicio se detuvo. Los nobles y caballeros se callaron al verla. La tensión era palpable en el aire. Algunos no podían evitar mirar con desconfianza, y entre ellos estaba Sir Aldric, cuyas dudas sobre Ashira eran más que evidentes.

Ashira avanzó hacia la mesa central y se sentó con calma, su mirada fría recorriendo a cada uno de los presentes antes de hablar en un tono tranquilo pero cargado de autoridad.

—Yo seré la Reina —declaró sin rodeos, sus ojos destellando con decisión—. Soy la única capaz de tomar el mando. Aprendí mucho más que a manejar una espada bajo el liderazgo del Rey de los Caballeros. Si alguno de ustedes tiene un problema con esto, pueden largarse de mi reino. Pero si escucho que alguien intenta un golpe de estado, lo mataré sin dudar.

El silencio que siguió a sus palabras fue sofocante. Algunos de los nobles intercambiaron miradas incrédulas, y luego, uno de ellos, un hombre corpulento y de rostro altivo llamado Lord Bramwell, estalló en carcajadas.

—¿Reina? —dijo con tono burlón—. ¿Tú, la hija de Morgan Le Fay, crees que los caballeros, los nobles... la gente de Camelot te seguirá? ¡Estás loca si piensas que...

Ashira no le permitió terminar. Con un gesto de su mano, invocó la brillante Excalibur, y la espada legendaria apareció en su mano. Con calma la dejó caer sobre la mesa, el sonido metálico resonando en la sala. De repente, la risa se apagó. Algunos nobles retrocedieron ligeramente en sus asientos, nerviosos al ver la espada. Todos sabían lo que esa espada representaba.

—No me importa lo que piensen de mí —continuó Ashira, su voz ahora cargada de amenaza—. Pero lucharé por el legado de mi maestro. Camelot aún no ha caído. No necesito que luchen por mí. Luchen por el Rey de los Caballeros, por la gente de Camelot, por sus familias. Si fuera por mí, no estaría aquí ahora mismo. Pero si intentan arrebatarme este reino, si alguien se atreve a desafiarme, les mostraré el lado oscuro de la hija de Morgan Le Fay. Soy la única aprendiz del Rey de los Caballeros, y la última que queda con vida de la Mesa Redonda. Si no pueden soportar eso, están libres de irse. Pero si se quedan, que sea con lealtad. O les mostraré lo que significa mi furia.

Herencia de Luz y SombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora