Siga con esa papa, mijo

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—Laura, no voy a repetir la pregunta—ella me miraba atenta, abrió la boca para hablar, pero en ese momento Luisa salió del habitación

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—Laura, no voy a repetir la pregunta—ella me miraba atenta, abrió la boca para hablar, pero en ese momento Luisa salió del habitación. 

—Uy, perdón— se chocó conmigo al abrir la puerta—Gabriela despertó, y quiere hablar contigo— me dijo, ignorando completamente la existencia de Laura.

—¿El doctor dijo algo más?—le pregunté. 

—Tiene agua en los pulmones, lo cual hace que le dificulte respirar, la tienen con una cánula nasal por ahora, pero dependiendo de cómo avance la situación, pueden dejarla con máscara de oxígeno. Le van a administrar diuréticos, eso la va a ayudar a eliminar el exceso de líquido.— Ella me explicó, yo asentí, y Luisa me dijo que no la dejara sola, ya que ella iba a ir por la asistente de Gabriela, creo que se llama Claudia, se despidió—solo de mí— y salió del hospital. 

—La conversación no ha terminado, Laura. No quiero saber que usted tiene algo que ver con los sabotajes a la iniciativa de Gabriela. 

Ella abrió sus ojos, impactada. 

—¿Estaban intentando sabotearla?

—¿Me está tomando el pelo o qué? Usted sabe eso perfectamente, y créame Laura que usted no me ha dado razones para desconfiar, pero esa actitud suya no me gusta. Donde yo me entere que usted está haciendo vainas para perjudicar mi trabajo, se me va a olvidar completamente la disculpa que me dio, y voy a volver a pensar que sigue siendo la mierda de persona que fue conmigo—la amenacé. Ni siquiera me paré a ver que expresión hizo, me volteé y entré a la habitación donde estaba Gabriela. 

Noté que habían levantado un poco la camilla para que ella pudiera sentarse, seguramente estaba cansada de estar acostada. Estaba mirando el amanecer a través de la ventana, creo que no me di cuenta de la noción del tiempo, no había dormido nada. Ella me dedicó una media sonrisa, se la correspondí, y agarré una silla para sentarme al lado de su camilla.

—Parece un mapache—me dijo. 

—Le salvo la vida y lo primero que hace es reírse de mí—me cruzo de brazos. Ella se rió un poco pero luego empezó a toser. Me acerqué a ella para acomodar mejor la almohada en su espalda.

—Gracias, por todo, de verdad. Ayer fuiste una ayuda muy grande para mí.— ella empezó, ahora su voz estaba un poco ronca. 

—¿Está anestesiada o por qué tan amable?— ella cambió su expresión a una seria, pero yo sé que ella sabía perfectamente que se lo decía en joda. Porque después se rió.

—Bobo— yo me reí.— Lo digo en serio, se lo agradezco mucho.

—No me tiene que agradecer nada, cualquiera lo hubiera hecho.

—Pues Laura no, ella fue la que me hizo esto—se señaló a sí misma. Yo fruncí el ceño.

—¿Qué?

ODIOSA ATRACCIÓN - RICHARD RÍOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora