Date cuenta, Richard

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Mientras estaba en medio de una conversación con un grupo de invitados, noté a Laura entrar al salón, en su rostro divisé algo que me alertó: miedo

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Mientras estaba en medio de una conversación con un grupo de invitados, noté a Laura entrar al salón, en su rostro divisé algo que me alertó: miedo. Su voz aguda cortó el aire, gritando algo que al principio no entendí. Pero cuando finalmente mis oídos captaron las palabras "Gabriela" y "ahogando", mi corazón se detuvo.

Sin pensarlo dos veces, me lancé hacia la puerta. Los rostros de los presentes se mezclaban en un mar de confusión, pero nada de eso me importaba. Solo podía pensar en una cosa: Gabriela. Cuando llegué a la piscina, el agua estaba en calma, salvo por una sombra bajo la superficie. Mi sangre se congeló en mis venas.

Salté al agua con la ropa y todo, el frío mordiendo mi piel. En cuestión de segundos, la vi. Su cuerpo flotaba, inmóvil, como una muñeca rota. Mi corazón se aceleró mientras nadaba con todas mis fuerzas hacia ella. Cuando finalmente la alcancé, la tomé por los brazos y la jalé hacia mí. Su piel estaba helada y pálida, y el agua teñida de rojo me dijo que las cosas eran mucho peores de lo que parecían.

Con un esfuerzo que apenas sentí, la llevé hacia la superficie. El aire era más frío de lo que recordaba cuando por fin emergí, pero no me detuve. Arrastré a Gabriela hacia el borde de la piscina y la subí, mi respiración entrecortada, mi mente en blanco de todo lo que no fuera ella.

Me arrodillé a su lado, su rostro pálido y piel fría era como un golpe en el estómago. Le aparté el cabello empapado del rostro, presionando suavemente su cuello en busca de un pulso, no había, el pánico me heló, mi mente se bloqueó.

—No, por favor no— Inicié RCP, empujando con fuerza en su pecho.—Mierda, respira, por favor, respira. ¡Gabriela!—mi corazón latía con fuerza, y ver su rostro pálido, sus labios morados, solo hizo que mis ojos se aguaran, nublando mi vista.

Conté las compresiones en mi mente, bloqueando cualquier otra cosa. Tras unos segundos que se sintieron como una eternidad, Gabriela finalmente tosió, expulsando agua por su boca. El alivio fue instantáneo, aunque sabía que aún no estaba fuera de peligro.

La levanté con cuidado, notando el rastro de sangre que se escapaba de su pierna. No me importó el dolor en mis músculos, solo sabía que tenía que sacarla de allí. Laura apareció de nuevo en el borde de mi visión, pero la ignoré. Ya hablaría con ella.

Salí al exterior del hotel, esperando encontrar el camino despejado. Pero, para mi disgusto, un enjambre de paparazzis casi me cayeron encima, listos para capturar cualquier imagen que pudieran. Los flashes estallaron en mi cara, cegándome por un segundo, y las preguntas comenzaron a dispararse como balas. Curiosamente solo eran en español.

—¡Richard, ¿qué le pasó a Gabriela?!—uno de ellos me empujó, haciéndome perder el equilibrio, y casi caer, me volteé enseguida, buscando al culpable.

—¡Mira aquí, Richard!—los flahes me impedían ver bien a mi alrededor.

El sonido de los obturadores y las voces entrelazadas eran como un zumbido constante en mis oídos. Pero lo que me enfureció aún más fue ver cómo enfocaban sus cámaras en el rostro pálido de Gabriela, capturando cada detalle de su fragilidad.

ODIOSA ATRACCIÓN - RICHARD RÍOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora