Incomodidad

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El sol me golpeó en la cara, haciéndome cerrar mis ojos con más fuerza, de repente sentí la necesidad de quitarme el gran edredón que tenía encima, me froté los ojos y me levanté con pereza pero me enredé con sábanas en el piso y casi me doy en la...

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El sol me golpeó en la cara, haciéndome cerrar mis ojos con más fuerza, de repente sentí la necesidad de quitarme el gran edredón que tenía encima, me froté los ojos y me levanté con pereza pero me enredé con sábanas en el piso y casi me doy en la jeta.

Ahora tenía dolor de cabeza y en la rodilla. Empezando el día bien.

Bajé por las escaleras como de costumbre para hacerme un café, aún me estaba frotando los ojos y estaba bostezando. Cuando escuché una voz en la cocina, y obviamente, no era Luisa.

—Buenos días—me volteé enseguida, y al ver a quién tenía el frente, casi me da la pálida.

Pegué un grito y me llevé una mano al pecho, después me dí cuenta y con un delantal tapé mi pijama de satín, ni siquiera recordaba en qué momento me la había puesto.

—¡¿Qué está haciendo usted aquí?!—le grité, Richard se sobresaltó por el grito que pegué.

—Ombe, uno haciéndole el desayuno, el café, y tras de eso le dejé la pastilla y el agua para el dolor de cabeza, y me grita, así no se puede hermana—me regañó.

—¡¿Por qué tiene la cara así?!—me asusté aún más cuando le ví el pómulo y la mandíbula moreteados, una curita tapándole una herida de la frente y otra, de nuevo, en el pómulo.

—Así que no se acuerda de nada de lo que pasó anoche—me miró con la ceja levantada.

—¿Qué pasó, Richard?—solo recordaba haber bailado demasiado, y su regalo, Dios, seguramente Claudia se lo había llevado, tenía que llamarla.

—Pues nada, solo haber bailado—el soltó un "mm",—y su regalo—ahí me observó, yo le sonreí—. De verdad muchas gracias—él me devolvió la sonrisa y escuché que murmuró un de nada.—¿Me va a decir como terminó en mi apartamento con la cara así?

—Pues nada. Un bobo marica hablando maricadas, me enojé y le metí su puño, digamos que no le gustó mucho—se señaló la cara, yo me reí, sarcástica.

Aunque sé que si no específico qué dijo el otro "marica" no era porque sí y ya.

—Usted siempre ha sido fosforito para eso, por cualquier cosita ya estaba agarrandose a puños—él se encogió de hombros.

—Uno tiene que hacerse respetar, y hacer respetar—contestó. Jumm, entonces no había dicho algo sobre él.

—¿Entonces yo lo traje aquí?—indagué.

—Ajá, y debo reconocerle que es hábil con esos tacones, estaba borracha, y me trajo casi cargándome hasta aquí—. Yo medio le sonreí, y él sirvió el desayuno, arepas con huevo y café con leche.

—Le quedaron casi tan ricas como las de su mamá, casi—. Lo molesté.

—Siga y se queda sin desayunar—me reí. —Ella me la pregunta mucho.— creo que se le salió ese comentario, porque luego carraspeó.

ODIOSA ATRACCIÓN - RICHARD RÍOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora