Epílogo

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Al separarse los tres guardianes, lo que ellos no sabían era que la oscuridad no se había disipado. Eternal no solo era una ciudad, en sus profundidades existía una energía, equilibrando el bien y el mal en el mundo. En los rincones de aquella profundidad, donde no llegaba la luz, una oscuridad comenzaba a formarse.

Su presencia, aunque todavía imperceptible, se expandía contaminando todo a su paso desde las raíces del bosque. La energía de Eternal siempre había estado llena de vida, pero empezó a mostrar cambios; los habitantes mágicos que vivían en el bosque notaron como las hojas se marchitaban antes de tiempo y los ríos comenzaban a secarse. Al igual que los cazadores se dieron cuenta de que los conejos habían abandonado sus madrigueras.

Pero el mundo continuaba, ajeno al peligro que se cernía. Pasaron seis años desde que la triada de guardianes tomaran caminos individuales, y Eternal se transformó en un lugar repleto de encanto custodiado por el consejo de la magia.

Jonan fue el que se quedó custodiando Eternal, velando por ella en cada rincón, como un guardián dedicado a mantener el equilibrio de su ciudad. Gracias a sus lazos con el núcleo mágico de la zona, fue el único que se percató que algo malo se cernía sobre la ciudad.

Lo primero que pasó por su mente fue llamar a sus amigos, que después de haber estado seis años sin verse, seguían manteniendo la unidad que había salvado Eternal.

Cass, había seguido entrenando bajo la tutela de su abuela. Gracias a ella y Lumin, había conseguido desarrollar los poderes de sus anillos, pero de forma atenuada, uniéndose al aquelarre de la bruja suprema, siendo muy aceptada por la comunidad, ya que la valentía de haberse enfrentado a la sombra roja no había pasado desapercibida, reconociendo en ella un espíritu digno de su legado. Fue su coraje inquebrantable lo que les demostró que merecía ser parte de su orden, unirse a su círculo y compartir el poder y los secretos que solo se revelan a aquellos con un corazón puro y audaz.

Jake, ahora un hombre con una presencia imponente había pasado los últimos años junto a su padre, Alaric, en el Valle de los guardianes. Greta y él continuaron con la tarea de protección del valle mágico que Alaric había comenzado hace décadas.

Hace seis años, cuando había llegado al valle, Alaric le había recibido con los brazos abiertos y le había llevado a un pequeño taller que había en el templo de los guardianes, donde sobre una mesa de roble descansaba una espada recién forjada. La hoja relucía bajo la luz, y la empuñadura llevaba símbolos que contaban la historia de sus orígenes. Alaric había forjado la espada como un símbolo de gratitud, imbuyendo en cada golpe del martillo el sentimiento de culpa por no haber tenido la oportunidad de conocer realmente a su hijo.

A pesar de sus complicaciones, los tres valientes guardianes seguían en contacto, hablando las trivialidades de su vida. Por una parte, Cass solo habla sobre su relación con las brujas y la magia que empezaba a desarrollar; Jake contaba las desastrosas tareas que realizaba Greta, causando una risa grupal; Jonan les avisaba de que todo estaba bien por el corazón de Eternal, hasta que les comunicó la mala noticia.

¿Tendrán los tres guardianes la fuerza y la determinación necesarias para enfrentar de nuevo a la oscuridad y salvar la ciudad una vez más; o decidirán seguir con sus vidas confiando que el consejo de la magia logrará detenerlo?

EL BOSQUE DE MYSTVALEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora