Capitulo 10

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DE RODILLAS

 

En la habitación hay un caos. ¡Te odio, Claudia! 

—Ya sé que es un desastre, mis amigas tienen muchos problemas a la hora de elegir ropa y… 

Volteo, hay un brillo singular en sus ojos. 

—También fui joven. 

—Una muy curiosa, si aquel artículo es real. 

Mira al frente, hacia el empañado cristal de la ventana. 

—Deje de escribir mi nombre en el buscador —bromea— estoy aquí, puede preguntar. 

Me miro las manos, luego abrazo mi cuerpo y me muerdo los labios, extrañando sus besos, ¿por qué está tan lejos? 

—Jamás había escuchado hablar de usted —admito— únicamente tengo curiosidad. 

—Con esa información a su alcance, ¿Me hubiese abofeteado? —cuando lo pregunta camina hasta mí. 

—Por supuesto que no —admito enseguida. 

Envuelve su brazo alrededor de mi cintura, atrayéndome más cerca. Siento su sonrisa mientras me besaba la sien. 

—Por eso eligió saltar al agua. —entiende atrapando mis ojos.

—En parte… 

—Puede darme una bofetada ahora si necesita que me detenga, por favor no corra hacia la ventana —me ruborizo y se inclina para acariciarme la nariz con la suya— o se me ocurre algo mejor, diga que no quiere continuar. 

—¿Me hubiese escuchado en la playa? 

—Sí —afirma con ternura— la escucho ahora, la escucharé en cuarenta minutos… no importa lo que ocurra, si usted lo pide yo me detengo. 

Y apenas termina de decir esto, se apodera de mi boca. No puedo hacer mucho, mi cuerpo anhela ser el almuerzo de ese lobo y sus enormes fauces me destrozan. Nunca pensé que la muerte se sintiera tan bien, es verdad eso de que hay placer en el sufrimiento.  

Hay partes de mi cuerpo que despiertan en el ataque, zonas que exigen su turno de ser devoradas. Pero las dudas me golpean violentamente y sin que yo lo decida mis labios se quedan estáticos. 

—Quiero saltar… —murmuro sin aliento. 

De la Reina me sostiene con más fuerza. 

—Saltaría contigo —afirma sin abrir los ojos. 

Intento recuperarme, Marta no se aleja, pero tampoco insiste en continuar con el beso. Espera pacientemente que yo decida nuestro siguiente movimiento. 

—Es que yo... —tal vez son los nervios o tal vez el alcohol, pero no encuentro palabras—Es la primera vez que... jamás he estado con alguien…  

El brillo de sus pupilas me ilumina y sonríe acariciando mi rostro con una delicadeza exquisita. 

—Confía en mí —pide en voz baja.  

Cierro los ojos al sentir sus labios sobre mi cuello y con mucha paciencia besa cada centímetro, no lleva prisa, me permite acostumbrarme a las sensaciones y disfrutar de ellas. Empieza con mi oreja, primero son ligeras mordidas, la punta de su lengua baila sobre mi hélix y con esto la excitación brota de mi intimidad. Aumenta la intensidad gradualmente, no ha tocado mucho y ya mi cuerpo se pega al suyo exigiendo más fricción. 

—¿Puedo? —pregunta con los ojos fijos en mi escote.  

Asiento, levantando la cabeza para mirarla.  

PÍDEME LO QUE QUIERAS (MAFIN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora