VAMOS
No falló ninguna prueba de Epsilon y oficialmente he abandonado el taller, mi mochila carga con el peso de todas las tonterías que almacené sobre el escritorio por tres años, y ahora tengo enfrente una lista de empresas que están esperando por mí.
Muerdo la paleta de hielo, que empieza a gotear y un líquido verde resbala por mi mano. He salido de la universidad antes y decidí quedarme sentada en la banqueta por un rato. No quiero que mi día llegue a su final sin ver a Marta.
Pero la calle está desierta, no hay rastros de tipos raros, enormes camionetas o la aplastante presión de su sola presencia.
Anoche estuvo en mi habitación hasta las 3 am, soportando cada una de mis canciones favoritas y dándome un discurso donde explicaba a detalle lo espantoso de mi gusto musical.
Pero ahora no hay llamadas, ni mensajes, y claramente en esta zona de la ciudad no se encuentra. Empiezo a pensar que lo mejor será irme cuando veo a dos sujetos hablando por teléfono en la acera de enfrente y sonrío para mis adentros. Así funciona la seguridad de Marta, un grupo considerable de personas la siguen a todas partes, pero no son los típicos guardias de traje negro. Apuesto que esos atractivos jóvenes de aspecto relajado cargan un arma letal y tienen permiso para usarla en cuanto alguien no autorizado intente acercarse a su majestad.
Vuelvo a mirar la hoja y espero pacientemente, cinco minutos después ya hay una persona sentándose a mi lado.
La observo en silencio y no puedo ocultar mi sonrisa. Hoy luce más casual, trae una camisa de rayas lila y un pantalón negro.
—Malas opciones —voltea, adoro la primavera en sus ojos.
—Por algo se empieza —doblo el papel— y puedo aprender mucho.
—Oficinas de tonos amarillentos, equipos obsoletos, retos mínimos y nula oportunidad de…
No sigue hablando porque pongo lo que queda de mi paleta entre sus labios.
—Pensé que no vendría —no puedo decir esto y mirarla, así que finjo interés en las grietas de la calle.
—Ya no puedo pasar un día sin verla —el último pedazo de hielo se deshace en su boca— sé que desconfía de lo cursi, pero no encontré otra forma de decirlo.
También mira al frente, supongo que hoy no tiene ganas de ser arrogante y mi orgullo perdió energía.
¿Ahora qué, doctora de la Reina?
—Por primera vez no quiero pedirle que se vaya —admito agachando la vista.
—Intente pedir lo contrario —baja la voz.
Sonrío con amargura.
—Resulta un tanto irónico, porque es lo único que usted no me puede dar.
Y sé que la realidad es una fuerza de la que no podemos escapar.
—¿Confía en mí? —hace un gesto con la mano que no entiendo muy bien, supongo que va dirigido a alguien de su personal.
—No —me río de su pregunta— por su culpa, ahora vivo con una planta que podría asesinarme mientras duermo.
—Sigo sus reglas —se levanta y justo en ese momento un vehículo blanco se acerca a nosotras— quiero que me acompañe.
Frunzo el ceño.
—¿A dónde?
Extiende su mano y dudo por un segundo antes de aceptarla y levantarme.
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PÍDEME LO QUE QUIERAS (MAFIN)
RomanceADAPTACIÓN: lib. Pídeme lo que Quieras. Altanera. Enigmática. Dominante. Provocadora. Marta de la Reina es tan guapa como peligrosa. Debo salir corriendo... En la lógica como en el amor, los polos opuestos se atraen para destruirse. MARTA DE LA...