Capitulo 12

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DESPLOME

Al otro día decido no presentarme a las primeras tres clases, ya encontraré tiempo para ponerme al corriente. Camino por los pasillos sin ver al frente y por eso me sobresalto cuando alguien sujeta mi brazo con tanta fuerza que se me hace daño. 

Pongo mala cara y giro, para mi sorpresa es Claudia la que me tiene atrapada y Laura está a su lado. Hago una mueca de hastío, pensé que ya todo había quedado claro entre nosotras. 

—¿Qué? —pregunto grosera y doy un tirón para que me suelte, pero no lo hace. 

 —Hay que hablar… 

Bufo, seguramente Tasio les fue con el chisme, no debí decirle nada ayer. Pero antes de poder replicar, Claudia empieza a jalarme. 

—Tengo clases, no me interesa nada de… 

—No actúes como una niña —me regaña Claudia— esto es importante… 

—Eres la última que podría sugerirme cómo actuar —estallo. 

Llegamos a los baños que están más cerca y mi compañera azota la puerta para dejarnos encerradas. 

—¿Por qué te ayudé a acostarte con una mujer? 

Abro la boca, en serio esta imbécil acaba de decir que me ayudó.  

—Gracias por tu ayuda, ¿te debo algo? —le grito. 

—No seas tonta, además no te fue tan mal. 

He estado en el maldito infierno, me duele cada vez que respiro porque Marta no está cerca. 

—No quiero volver a hablar contigo —murmuro con desprecio y voy hacia la puerta, pero Claudia se interpone. 

―Hay que calmarnos... ―interfiere Laura— necesitas escuchar esto. 

—¿Cuánto les debo porque me acosté con una idiota? —pregunto irónica. 

Mueve la cabeza a los lados mientras dice. 

—La doctora de la Reina está aquí. 

Sí, admito que tuve fantasías con esto.  

—¿Aquí? —pregunto como si la escena fuera parte de un sueño— ¿Está en la ciudad? 

Vuelve a mover la cabeza. 

—Está en la universidad —aclara. 

—Para ser tu primera vez no salió nada mal —comenta Claudia— nuestra querida doctora quiere repetir. 

Mi cuerpo me traiciona, el masoquista desea correr a sus brazos. 

—No estoy para sus juegos —les digo molesta— apártate de mi camino. 

Claudia me deja libre la salida, supongo que esperaban que con esta tontería nuestra amistad siguiera igual que antes.  

¿Ella está aquí? Claramente se trata de una broma y no quiero saber nada de Claudia. 

Entro al taller donde realizamos los proyectos de grado, hoy el profesor revisa avances, al menos aquí todos estamos demasiado ocupados para husmear en la vida de los demás, Claudia y Laura olvidan el tema de Marta y se concentran en sus programas. 

Trabajamos en un enorme auditorio y cada quien cuenta con el espacio suficiente para completar sus tareas sin molestar al resto, no es el típico salón de clases donde nos sentamos para escuchar a un profesor. Cuando empezamos la universidad nos asignaron una letra del alfabeto griego, y ese es el nombre de la zona que ocupamos. 

La carrera me ha enseñado que las cosas siempre se pueden poner peor. Mi consola se llena de mensajes, entrecierro los ojos y me acerco al monitor para leer las alertas, pero no soy lo suficientemente rápida y todo se va al carajo. 

En ese momento el profesor pasa por mi lado y hace un gesto negativo con la cabeza, al ver que mis cuatro pantallas se han apagado después de lanzar un destello azul. 

Frustrada abro mi libreta y comienzo a pasar las hojas como si ellas fueran culpables por el fracaso. 

—¿Epsilon ha muerto de nuevo? —Laura camina hacia mí, ya que el profesor me puso como claro ejemplo de todo lo que no se debe hacer. 

Solo asiento con la cabeza y empiezo a hacer algunas anotaciones sobre el pizarrón movible. 

—Me quedaré esta noche a resolverlo —digo con voz seca. 

Laura se acerca más. 

—No mentí —dice de forma extraña parándose detrás del pizarrón, luce nerviosa y hay algo extraño en sus ojos — de la Reina está aquí porque va a invertir millones en el área de desarrollo, esa excusa no se la cree ni Dios. Esto es Instituto Educativo de Aston no Harvard. 

—Yo no tengo nada que ver —le respondo cortante— eso es seguro. 

Laura se aclara la garganta y mira por encima de mi hombro. 

—Entonces, ¿por qué no deja de mirarte? 

Me quedo estática, en mi cerebro se ha encendido una alarma y luces rojas golpean las paredes mientras todo se incendia. 

—Por Dios, viene hacia acá —murmura Laura y agacha la mirada. 

Entonces volteo y un segundo basta para que me deje al borde del abismo. Toda mi energía escapa en una exhalación y el mundo gira más rápido. 

Luce perfecta, lleva un traje completamente negro, varios collares dorados caen sobre su pecho y su mano izquierda se abre y se cierra alrededor de una pequeña pelota antiestrés. Sigue siendo la Diosa que recordaba, la más bella entre las hijas de Zeus.  

Mientras avanza me observa fijamente, no me dejo intimidar y le sostengo la mirada, aunque esos lindos ojos son un muro impenetrable. 

—Buenas tardes, doctora de la Reina— interviene Laura al ver que estamos una frente a la otra sin decirnos nada— bienvenida al Instituto Educativo de Aston, es un honor tenerla de visita. 

Pero decide no atender a mi amiga, se concentra en mí, como si el resto del mundo se hubiese esfumado. 

—Hola, Fina —saluda y hay una sonrisa invisible en sus labios. 

Ese maldito acento ha estado en mis pesadillas desde que la conocí.  

Le respondo con una bofetada, una bofetada que hace eco en las paredes del taller. Siento un montón de ojos sobre mí. Marta está fría, prácticamente en shock, resulta evidente que su cerebro se niega a procesar lo que acaba de ocurrir. Nadie habla, no se atreven a mover ni un solo músculo. Pero yo no estoy avergonzada ni arrepentida. Esa bofetada es todo lo que necesitaba para liberarme de esa obsesión enfermiza que crecía dentro de mí.  

Y se siente bien. 

Me doy cuenta que ya no nos debemos nada. 

—Ahora ya sabes quién soy —le digo con voz gélida. 

Camino hacia la puerta manteniendo la cabeza en alto. El dolor se ha ido. 








PÍDEME LO QUE QUIERAS (MAFIN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora