FOBIAS
Su majestad va hasta el sofá y se sienta como si estuviera en su casa.
La seguridad en los movimientos de esta mujer me supera, pero me quedo corta, no parece que está en su casa, Marta actúa como si el puto mundo fuera suyo. Es la emperatriz de un reino inmenso y yo el estúpido roedor que se ha colado a su castillo.
—Es broma, por cierto —declara pasando el pulgar por su barbilla y toma un pequeño cuaderno de pasta roja que está en el sofá— únicamente me doy a la tarea de corroborar algunas teorías.
Me apresuro para llegar hasta ella y no soy nada gentil al arrebatarle mi cuaderno.
—¿Qué teorías? —pregunto con el ceño fruncido, sin poder decidir qué parte de su cara mirar para que mis pensamientos no cojan direcciones extrañas.
— ¿Ese es su diario?
—Yo pregunté primero.
Me dirige una mirada calculadora, puedo afirmar con sobrada seguridad que no está acostumbrada a que la enfrenten y de nuevo sus labios recuperan la pequeña sonrisa de hace un rato. Ese gesto me pone nerviosa.
—Quiere ser escuchada, pero no soporta que la observen con atención. Se ruboriza ante los halagos y se enoja cuando intentan seducirla —de nuevo desliza el pulgar sobre su mentón— Pareciera que no está familiarizada con ello y, siendo honesta, eso me sorprende bastante, porque usted es muy hermosa.
Houston, tenemos un problema.
La señal de radio tarda en llegar a mi planeta. Y sobre mi frente da vueltas un reloj de arena pixelado. ¿Seducirme? ¿Hermosa? Mi cerebro obtiene datos de un lugar para correr a procesarlos en el otro extremo. Hay secciones completas en llamas, algunas de mis neuronas se han desconectado y corren en círculos, provocando que los sentimientos y la imaginación se mezclen, mientras intento darle una explicación racional al hormigueo que recorre mi cuerpo. En cualquier momento la cabeza me va a estallar. Necesito respirar y pensar con calma, debo poner en orden mis ideas, definirme.
Houston, tengo miedo, quiero bajarme de aquí.
Es toda una proeza actuar inteligentemente, cuando estoy a solas en mi habitación con una mujer rubia mirándome atenta, mantiene las piernas cruzadas y esa ligera curva en sus labios no es el gesto inocente que todos podrían imaginar.
Trago saliva y clavo la vista en la madera desgastada que luce el suelo de la habitación. No quiero mirarla, así que me obligo a continuar de esa manera. Mi imaginación avanza a una velocidad vertiginosa en dirección a lugares que le prohibí visitar junto a la pedante de Marta.
—¿Lo ve? Precisamente de eso estoy hablando. Se ha ruborizado y enfadado —comenta apuntándome con su largo dedo índice— ¿Es su diario?
No respondo, tiene la habilidad de usar en mi contra cualquier sonido que escapa de mis labios.
Su majestad suspira, claramente no le importa pasar toda la noche burlándose de mí.
—Algo así —al darme cuenta de que no se dará por vencida, decido responder.
—¿Algo así? —repite curiosa.
—Es un cuaderno con estúpidas anotaciones —busco palabras que no tengan huecos, donde ella pueda meterse a hurgar o peor, que pueda utilizar para flirtear —anoto cosas irrelevantes como letras de canciones o reseñas de películas... tonterías de ese tipo.
—¿Le inquieta que yo lea la letra de una canción?
Joder, esta mujer para todo tiene una respuesta que le da ventaja.
—Lo que me molesta es que hurguen en mis cosas —abrazo el cuaderno con ahínco, me preocupa que con su mirada de rayos x pueda leer el contenido.
Me sonríe con esos dientes perfectamente alineados y blancos y un escalofrío recorre mi cuerpo.
— ¿Hija única?
Cambia de tema tan drásticamente que el reloj de arena aparece una vez más girando sobre mi cara y me limito a mirarla como tonta por unos segundos, hasta que mi atrofiado cerebro reacciona.
Te está preguntando si tienes hermanos, so idiota.
—Algo así —debo recordarme que estoy frente a una de las mujeres más importantes del mundo.
¿Esto en verdad está pasando?
— ¿Algo así? —enarca una ceja esperando detalles.
Me muerdo el labio, ese tema es un campo minado, a decir verdad, con de la Reina hasta una charla sobre el clima parece peligrosa.
—Tenía una hermana —mi voz suena ronca y lejana.
Por la manera en la que me mira comprendo que necesita más información. Sé que “Tenía” no es el verbo correcto, no se trata de una gripe o un dolor de cabeza.
— ¿Tenía? —demasiado lista para pasarlo por alto.
¿Hablaré de esto con una desconocida?
Respiro profundo, sentándome a su lado y aferrándome aún más al cuaderno. Como si guardase en él los secretos del universo. Todo pasó muy rápido con Carmen, decir su nombre en mi casa es como lanzar una granada en medio de la cocina y nunca pude desahogarme con mis amigas, porque son de esas personas que creen que los únicos problemas reales son los suyos, muy parecidas a mí, supongo.
—Hace casi dos años la echaron de casa —confieso en voz baja— mis padres decidieron que no es la clase de hija que quieren.
— ¿Y tampoco es la clase de hermana que usted quiere?
Me encojo de hombros.
—Supongo que no tenía otra opción. Ellos mandan —suena como una excusa ridícula, pero es la verdad.
— ¿No la ha buscado?
—Sé dónde está —declaro sin ánimos— pero después de todo lo que pasó nunca volví a hablarle, y a ella tampoco le interesé.
Marta me observa fijamente, y repite ese gesto de acariciar su barbilla con la yema del pulgar. Noto que intenta comprenderme, pero no tiene todos los detalles a la mano.
— ¿Tan malo fue lo que hizo? —pregunta despacio— ¿O solo fue malo para sus padres?
La miro intentando descifrar qué hay en el interior de su cabeza. Sus ojos son tan jodidamente hermosos que por unos segundos solamente puedo pensar en lo atractiva que es. No su físico, sino su rostro. Es… atrayente. Esta vez no tiene esa mirada altiva, ni la intimidante, ni la burlona. Por primera vez desde que llegó, puedo ver a la mujer y no a la genio exitosa y millonaria. Y debo confesar que siendo simplemente Marta me gusta más.
La calidez de sus pupilas me envuelve, consigue trasladarme a otro sitio. Posiblemente en un par de días la guapa rubia que está frente a mí se encuentre al otro lado del mundo, sin recordar esta historia. Supongo que no tiene nada de malo confiar en ella por unos minutos. Después de todo necesito liberarme de esto.
—Carmen es lesbiana.
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PÍDEME LO QUE QUIERAS (MAFIN)
RomantizmADAPTACIÓN: lib. Pídeme lo que Quieras. Altanera. Enigmática. Dominante. Provocadora. Marta de la Reina es tan guapa como peligrosa. Debo salir corriendo... En la lógica como en el amor, los polos opuestos se atraen para destruirse. MARTA DE LA...