Capitulo 23

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ATRAPADA

Paso los días escuchando a Zoé, Luz tiene una pequeña biblioteca donde encontré un libro titulado “Los Ojos De Mi Princesa”. Es una novela de amor adolescente donde un perdedor, idéntico a mí, se enamora locamente de una chica hermosa y llena de misterio, tan parecida a Marta, que al final resulta ser una puta.

¿Ya dije que se parece a Marta? 

El libro contiene varios poemas, pero hay uno que se tatuó en mi piel desde la primera vez que lo leí, fue escrito por Juan de Dios Peza y me mantuvo llorando toda una noche. Al día siguiente lo escribí en una hoja de papel que doblé cuidadosamente y lo guarde debajo de la almohada, para leerlo cada vez que lo necesito. Porque estar triste se ha convertido en una necesidad, mi sufrimiento me recuerda que sigo viva, que Marta fue real, que un día estuve entre sus brazos y le robé mil besos.  

Dicen que las mujeres solo lloran  

cuando quieren fingir hondos pesares;  

los que tan falsa máxima atesoran  

muy torpes deben ser, o muy vulgares.  

Si llegara mi llanto hasta la hoja  

donde temblando está la mano mía,  

para poder decirte mis congojas,  

con lágrimas la carta escribiría.  

Más si el llanto es tan claro que no pinta  

y hay que usar otra tinta más oscura,  

la negra escogeré porque es la tinta  

donde más refleja mi amargura.  

Aunque yo soy para soñar esquiva,  

sé que para soñar nací despierta  

Me he sentido morir y aún estoy viva;  

tengo ansias de vivir y ya estoy muerta.  

Golpean la puerta de la habitación despacio. 

—Adelante.  

—Espero no haberte despert... —se calla.  

Mira la cama tendida y me mira a mí. Trata de parecer molesta, pero esa actitud no le queda en lo absoluto.  

— ¿No pudiste dormir?  

—No lo intenté —admito— tenía mucho en que pensar.  

—No se trata sobre querer o no — alega— tienes que dormir.  

—Lo lamento, solo fue por esta noche, no volverá a pasar.  

Me mira con desconfianza.  

—Estoy considerando mudarme a esta habitación.  

Pongo los ojos en blanco.  

—No volverá a ocurrir.  

—Vamos a desayunar.  

—No tengo hambre.  

Esta vez es Carmen quien gira los ojos.  

—Anoche no cenaste, si no bajas ahora a desayunar mudaré el comedor a esta habitación, te lo juro.  

—Es en serio, no tengo hambre...  

—No vamos a discutir y Luz ha preparado todo, si yo muero intoxicada, tú vienes conmigo. 

Mi cerebro ha identificado la broma y les manda señales a los músculos de mi cara para que creen una sonrisa. 

—Tú ganas.  

Luz es sensacional. Terminó la carrera de medicina en tiempo récord, estuvo a punto de casarse con un chico y de camino a la iglesia escapó. Sus padres, a diferencia de los míos, la aman tal como es. Tiene seis hermanos menores que también la adoran. Es una mujer consentida y Carmen y yo nos limitamos a seguir sus órdenes. 

—Tal vez necesita antidepresivos —opina mi hermana al ver que no he tocado la comida. 

—No estoy deprimida.  

—No comes, no duermes, te quedas en trance mirando al vacío. Obviamente estás deprimida. Necesitas medicamentos.  

—Voy a fingir que no estoy escuchando ese diagnóstico — Luz ojea una revista.  

Pruebo un bocado. 

—Problema resuelto —le digo.  

Luz sonríe y niega con la cabeza sin levantar la mirada.  

—Solo necesita tiempo —opina. 

— ¿Por qué esperar por algo que unas pastillas pueden resolver de inmediato?  

—No voy a drogar a tu hermana.  

En ese momento suena el teléfono de Carmen y esta se levanta para contestar afuera. La mirada que Luz le dirige cuando abandona la mesa me deja pensado. 

—¿Cómo va el trabajo? 

—Bien, en realidad me han dado un gran proyecto, no pensé que en FxCision se desarrollaran ese tipo de sistemas.  

—Debes concentrarte en eso por ahora —me aconseja— las cosas llevan su tiempo. 

Asiento.

Sé que solo cuando estoy trabajando consigo sacar a de la Reina de mi cabeza y supongo que eso es bueno. 

Lo que más me gusta de Luz es que me da mi espacio, no me ve como algo que se va a romper de un momento a otro y por eso se siente bien su compañía. Pregunta algunas cosas de mi proyecto y al final sugiere que use el jeep para dar una vuelta el fin de semana. 

Terminamos de comer y Carmen continua en su llamada, siempre que su maldito teléfono suena, se va y tarda horas hablando. Varias veces me he preguntado si la idiota de mi hermana sería capaz de traicionar a una mujer como Luz. 

Supongo que no debo meterme en su relación, pero cuando voy a subir las escaleras para llegar a mi habitación la curiosidad me gana y empiezo a caminar por la casa buscándola.  

No es difícil localizarla, principalmente porque sus gritos salen de las paredes. 

—… me importa un demonio lo que tú quieras, te dije que no te voy a esperar toda la vida. 

Voy a matarte, Carmen.  

—Es la misma excusa de siempre —me pego más a la puerta de su habitación— debería mandarte al diablo. 

Deberías, claro que deberías. O mejor, Luz debería mandarte al diablo a ti. 

—Esa estupidez no será suficiente, tu puta empresa no es suficiente, la estúpida camioneta no es suficiente y ni siquiera usa la maldita tarjeta que le di… 

Siento que un huracán se abre paso en mi estómago. 

—No me hables como si fuera tu empleada —grita Carmen. 

Esa tarde supo dónde encontrarme. Estaba en un parque muy lejos de casa y ella simplemente llegó por mí. 

—¿¡Un año!? —escucho que reclama— tu sí estás muy loca, querida. 

En FxCision nadie cuestiona mi desempeño y tengo la mejor oficina del edificio. 

—¿Esa es una amenaza? 

Me compró un jeep, no me falta absolutamente nada desde que estoy viviendo con ella. 

—Le tengo una contraoferta, váyase a la mierda, doctora de la Reina. 

No me muevo y cuando la puerta se abre de golpe mi hermana palidece. 

—Supongo que tendremos una charla muy interesante —cruzo los brazos. 

Carmen mira a los lados buscando ayuda, y al final de nuevo pone los ojos en mí y se muerde el labio. 

—A Marta la obligaron a dejarte.







PÍDEME LO QUE QUIERAS (MAFIN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora