38. Somos libres

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🎶Banda sonora:  Home again - Michael Kiwanuka🎶

Miércoles 2 de junio.

Miró por la esquina de la gran lavadora industrial al hombre parado en medio de la sala. Apretó los puños, con el miedo arremolinándose en su pecho, tratando de controlar sus latidos. No podía evitarlo, no podría evitarlo nunca.

Su hermano le había asustado desde que tenía uso de razón. Dongyoon era un terrible ser humano, mucho más terrible de lo que I.N llegó alguna vez a imaginar.

Si él era el rey del infierno, su hermano era el puto dios del inframundo. Su control abarcaba un área tan grande que no había nada que se escapase de su vista. La sombra de Dongyoon era alargada y oscura como una noche sin luna.

Y por eso todavía no entendía cómo demonios había conseguido colarse en la lavandería en el "horario de madrugada reservado para Señor Dongyoon". Llevaba apenas una semana en esa prisión y había evitado a toda costa cruzarse con él. I.N permanecía en un módulo específico protegido, por suerte o desgracia para él.

No veía a nadie más que a algunos guardias, comía en un turno separado del resto de los reclusos y el patio era un pequeño espacio en la parte lateral del edificio con altos muros desde los que no podía ver a nadie y nadie podía verle. Hyunjin había dicho que era por su propia seguridad, I.N creía que se volvería loco pronto si seguía así.

Esa era la maldita razón por la que le extrañó que hubiese sido tan fácil bajar a la lavandería fuera de su turno, cuando debería estar durmiendo. Dongyoon había aparecido allí con otro recluso, el hombre había lavado su ropa diligentemente mientras su hermano se sentaba en una silla con un libro y una taza de lo que imaginaba que era té verde. Asqueroso té verde.

Apretó en su mano el cuchillo que había encontrado bajo su almohada esa misma tarde. No sabía quién coño lo había puesto ahí, pero no iba a quejarse.

Un guardia entró a la sala y I.N se tensó desde su escondite. Llamó directamente al preso que lavaba la ropa de Dongyoon y le pidió que le acompañara para buscar las sábanas de su hyung. El hijo de puta tenía tanto poder que tenía malditos sirvientes en la cárcel. La rabia ciega bulló en sus venas.

Calculó que tendría unos minutos antes de que alguien volviera. No pensó más, no se planteó ni un segundo que quizá su hermano sería quien le matara a él. Eso estaba bien, I.N se sentía tranquilo sobre eso. No podía imaginar un mejor final que ese. 

Hoy moriría alguien, Dongyoon o él.

Salió con cuidado de detrás de la lavadora industrial y se deslizó por la sombra de la pared. Se acercó con sigilo a espaldas del hombre que más había odiado en su vida, además del padre de ambos. I.N quería golpearle con tanta violencia que solo quedase de él un amasijo de carne destrozada, pero sabía que no podía hacerlo, no podía entretenerse si quería salir vivo de allí.

—Por fin sales, Yang Jeongin —dijo Dongyoon y I.N sintió como si sus pulmones dejasen de funcionar.

Se quedó paralizado, con la mano en el bolsillo donde guardaba el cuchillo y el pecho ardiendo de miedo y rabia. ¿Qué pasaría si moría? ¿Iría de nuevo a por Minho y Felix? ¿Encontraría a Seungmin? ¿Buscaría otra vez a los chiquillos Han?

—No pensarás que entraste aquí por casualidad, ¿verdad? —El hijo de puta rió en voz alta —. Cada día me sorprende más tu estupidez, Yang Jeongin —Se levantó de la silla dejando encima la taza y el libro—. Si estás aquí es única y exclusivamente porque voy a matarte por ser un puto traidor.

—Me gustaría verte intentarlo —susurró I.N, aunque no se sentía tan valiente como fingió.

—¡Qué desastre! —Le miró con cara de asco—. ¿No tienes sentido del decoro? ¿Cómo demonios se te ocurre ir con el uniforme tan sucio y arrugado? ¿No te enseñé nada en el pasado o qué?

Estación de lluvias 2: OTOÑO| Minsung | Changlix | HyunInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora