0. Primera muerte

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Dongyoon caminó tras el guardia con pasos seguros. Era un hombre grande, bastante idiota la mayoría del tiempo y muy barato de convencer. Como el resto de los imbéciles que se suponía que le vigilaban.

No debería estar caminando por ese pasillo a esa hora de la noche. De hecho, no debería siquiera estar en ese edificio. El lugar estaba reservado para los funcionarios de la prisión y un convicto como él debería estar en su celda durmiendo, al otro lado del patio.

No era la primera vez que pisaba ese edificio. Dongyoon había conseguido vivir dentro de la cárcel casi tan bien como en el exterior. Si no contabas lo asqueroso que era compartir el espacio con gente que masticaba como si se hubieran criado en un establo; o la nula higiene personal de la mayoría de los reclusos.

Por suerte, su celda siempre estaba impoluta. Absolutamente impecable hasta en el más mínimo detalle. Y, por supuesto, su ropa se lavaba a parte, nada de coladas en la lavandería industrial. Su comida era distinta, sus tareas eran distintas y el trato con "los que mandaban" también lo era.

A pesar de la serie de comodidades que había conseguido, cuatro años dentro de aquel inmundo agujero eran demasiado tiempo. Y necesitaba salir de allí cuanto antes porque fuera se gestaba una tormenta.

El guardia inclinó ligeramente la cabeza y abrió la puerta del despacho. Dongyoon le regaló una sonrisa complacida y entró en la absoluta oscuridad de la habitación.

Sabía quién estaba allí. Y también sabía por qué todo estaba tan cerrado y lúgubre que no entraba ni un haz de luz por la ventana. Escuchó una silla moverse y unos pasos que recorrieron la habitación.

—Está hecho, Dongyoon —dijo.

—¿Seguro? Sabe que no me gustan las mentiras —susurró.

—Sobre el escritorio tienes una tablet con la prueba. Solo pulsa en la pantalla.

Dongyoon caminó tres pasos hasta que su rodilla se topó con la silla. Se sentó y tanteó la madera hasta encontrarse con el dispositivo. Tocó la pantalla y se iluminó con un brillo azul suave. Dio al play sobre el video y observó con una sonrisa.

El primer golpe que el torturador asestó en la cara masculina lo hizo sangrar; el cabrón resistente que estaba atado a una silla no emitió ni un sonido. Llevaba los ojos vendados, pero no cabía duda de que quién estaba ahí, en la pantalla, no era otro que Lim Namsik.

Sik había terminado apaleado, con el sudor cubriendo su cuerpo desnudo y las laceraciones estropeando su piel. Dongyoon se llevó una mano a la barbilla y trató de contener el estremecimiento cuando el martillo golpeó sobre la rodilla del hombre. Entonces sí que gritó.

El rugido grave y escandaloso le puso los pelos de punta. El torturador, con la cara cubierta por un pasamontañas, reventó la otra rótula antes de cambiar de objeto. Dongyoon era incapaz de quitar los ojos de aquel desagradable espectáculo. Las tenazas sacaron una de las uñas de un tirón y una náusea trató de abrirse paso por su garganta. Respiró por la nariz para contenerla.

—¿Cuánto dura el vídeo? —preguntó sin quitar los ojos de la pantalla de la tablet.

—Tres horas y cincuenta y un minutos hasta su muerte certificada. Cuatro horas y treinta minutos hasta que se apaga la cámara.

—¿Por qué esos 39 minutos? —continuó por encima de los lamentos torturados del hombre en el video.

—Fue lo que tardó mi hombre en darse una ducha, cambiarse de ropa, buscar la bolsa en el coche y limpiar.

—Entiendo... —Se dio cuenta de que el asco había disminuido hasta hacerle prácticamente inmune a las tenazas metálicas que arrancaban brutalmente las uñas de Sik—. No le importa que lo adelante, ¿verdad? No creo que quiera quedarse aquí cuatro horas —comentó con una sonrisa lobuna.

—Me parece bien. —Su visitante volvió a sentarse en el escritorio frente a él y Dongyoon logró atisbar algunas de sus facciones gracias al brillo suave de la pantalla.

Deslizó su índice sobre la línea de tiempo, y lo arrastró hasta las 3 horas y 40 minutos. Ladeó un poco la cabeza estudiando la imagen ante él. El cuerpo de Sik estaba tan golpeado que resultaba casi amorfo. Su cabeza colgaba prácticamente inerte hacia delante, con un asqueroso hilo de fluidos goteando desde la boca hasta sus muslos.

La persona que llevaba el pasamontañas se acercó y le levantó la cabeza con un tirón de pelo. No había dientes. Le mantuvo con la cabeza alta durante unos segundos y utilizó la hoja estrecha de un bisturí para seccionar la vena yugular con un corte de apenas dos centímetros en paralelo.

El cuerpo inconsciente no se movió mientras la sangre borboteaba fuera del pequeño agujero. Su pecho y su hombro se cubrieron con un río de líquido rojo que caía al suelo. Dongyoon no recordaba ni haber parpadeado en los minutos siguientes.

El otro hombre en el video se marchó, escuchó el sonido de una puerta metálica en alguna parte, mientras el cuerpo de Sik yacía atado a una silla, desnudo, torturado y desangrado.

Dongyoon sonrió y se lamió los labios avanzando hasta el final de la grabación, donde el chico del pasamontañas utilizaba una manguera a presión para limpiar todos los restos del cuerpo y el suelo eficientemente. Le causó cierto placer comprobar lo escrupulosamente higiénico que era con su trabajo.

—¿Quién es? —preguntó señalándole, parando el video en el momento en el que el torturador caminaba hacia la cámara.

—No creo que te importe. Ahora, debo marcharme.

—¿Puedo quedarme la tablet? —pidió con una sonrisa infantil.

—Por supuesto que no.

Su visitante tiró con fuerza del dispositivo y desapareció en la oscuridad de nuevo. Escuchó el sonido del tejido y una cremallera cerrándose.

—Bien, hasta aquí llega nuestro camino, Park Dongyoon-ssi. He hecho mi parte y he pagado mi deuda. Ahora, destruye a ese asqueroso rastrero.

—No se equivoque. Usted y yo estaremos unidos hasta la muerte. No podemos cambiar la sangre que corre por nuestras venas, ¿verdad?

—Vete al infierno.

—Ya estoy en él.

Escuchó el sonido de los pasos y cómo salía por una puerta lateral del despacho. Dongyoon sonrió y se levantó de la silla. Llamó dos veces desde dentro y el mismo guardia estúpido le abrió la puerta y le acompañó por los pasillos oscuros los cuatro minutos que tardaba en llegar hasta su celda.

Voy a salir del infierno y nadie podrá evitarlo.

***

¿Cómo iba a dejar el anterior libro como acabó, navegantes?

Ahora, un poco más de sufrimiento para que al final sean felices (prometo que tienen un final feliz todos los que lo merecen)

¡Nos vemos en el infierno!

Estación de lluvias 2: OTOÑO| Minsung | Changlix | HyunInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora