Dudas, preguntas, años cuestionando hasta el más mínimo movimiento del viento. Viento el cual pasa como torbellino acariciando la superficie del mar. Mar del que conocemos muy poco. Al igual que las personas, a quienes, a pesar de conocer de años, solo conocemos su exterior, jamás su corazón. Preguntas sobre la oscuridad, la mente, el amor y la amistad. Las preguntas están en todos lados, pero, donde están las respuestas. ¿Están escondidas en las sombras? Quizás sí, pero muchas veces, están frente a nosotros, mirándonos pacientemente mientras, como ciegos, caminamos por un pasillo oscuro tropezando con dificultades, buscando esa respuesta que pasea a nuestro lado.
Era invierno, y todo el lugar estaba cubierto por una gruesa capa de nieve. Los copos caían y cada respiración quedaba marcada en el viento. Los pasos de Chin-Hae y Ae-Young quedaban marcados en el suelo, y también, en sus mentes.
Ambos habían recorrido un largo camino en el que cada pisada se sentía como un último paso, el sonido del aire, que con delicadeza movía el vestido de Ae-Young, y los largos suspiros que, sin convertirse en palabras, decían:
Te extrañare...
El pueblo se había convertido en un callejón infinito, donde ambos caminaban sin detenerse, sin hablarse. Simplemente pensando, conversando a base de miradas tristes, miradas nostálgicas, y esperanzadoras.
Habían pasado por muchas bromas, risas, momentos de pánico y de dolor, pasaron tormentas y jardines, y exploraron su corazón. Este no era el final, pero era una pausa no deseada. El impulso del primer beso se redujo a una simple mirada. No tenían palabras para despedirse, pues sabían que no era definitivo, pero si indefinido. Cuando Chin-Hae se detuvo en seco, adentrándose en los oscuros ojos de su amada. Con la esperanza de encontrar ahí la valentía que tanto deseaba para, sin prejuicios, decir lo que pensaba. Pero no fue el caso, su mente quedo en blanco.
De un pequeño aliento que aún tenía luego de tanto suspirar, salió una palaba, o más bien, un nombre:
- Ae-Young...
No tuvo oportunidad de seguir, fue silenciado, tras recibir un brusco, pero cálido abraso. Uno que fue fue sellado con una promesa que Chin-Hae se juró cumplir, aunque de eso dependiera su vida.
- Sin importar que pase, resolveré todo este caos. Hare que vuelvas al palacio, al pueblo, a mí. Me asegurare de que pronto volvamos a sentarnos junto al árbol de cerezo mirando los pétalos caer al lago. Antes de que este invierno termine. Estarás aquí. Conmigo.-
Pasaron las horas, fue el momento de despedirse, la princesa entraría al palacio y tomaría el camino a sus aposentos donde terminaría de prepararse, Chin-Hae iría a la dirección contraria para seguir investigando en su casa al atacante. Estando ya frente a los enormes portones, soltar sus manos fue para ellos como si rompieran un hilo invisible que los mantenía unidos. Cada paso que los alejaba les hizo sentir un peso sobre ellos que les impedía caminar. Solo querían detenerse para correr a los brazos del otro. Así que, con miedo a cumplir sus deseos, ninguno miro hacia atrás.
Luego de una larga caminata, Chin-Hae se reunió con su amigo el historiador en su hogar, este lo estaba esperando con varios registros antiguos del palacio. Nam Chin-Hae se los pidió para aclarar algunas sospechas que tenía desde la muerte de la reina madre. Sin embargo, la información era escasa. Tras leer juntos varios registros, Kim Woong-Sik encontró algo prometedor. Uno de estos libros tenía un listado con los nombres y los puestos de cada persona que trabajaba en el palacio en la época en la que nació la princesa heredera. Muchos de estos registros fueron eliminados, pero el padre de Woong-Sik, un honesto trabajador de la corte, había mantenido este a salvo.
Chin-Hae observo detalladamente esta lista. Sus manos empezaron a temblar y su mirada confusa se elevó para encontrarse con la de su amigo. Sin decir nada, afirmo, ya sabiendo que en la mente de ambos solo había una idea.
Las personas que se encontraban ahí nombradas, en su mayoría, murieron durante el ataque que sufrió el palacio aquella vez. Sin embargo, los que aún estaban vivos fueron las únicas víctimas del atacante. Desde el médico, hasta la reina madre. Solo quedaban unas pocas personas, quienes no eran presa fácil debido a que su estatus era bastante alto, lo que dificultaba el alcance de alguien sin recursos más que una flor robada. Misma flor que se utilizó en ese ataque donde tantos murieron.
Chin-Hae no lo pensó más, se dirigió a donde se encontraba la princesa lo más rápido que pudo con los registros en sus manos. Llego en un suspiro, pero al parecer fue en vano, no se le fue permitido ver a la heredera. No le quedaba otra opción más que hablar con la reina.
Al principio su encuentro con Su Majestad también se le seria denegado. Pero al ella escuchar la voz de Chin-Hae insistiendo en entrar, la curiosidad llego a su mente y lo permitió.
Nam Chin-Hae, apenas le dieron camino libre se dirigió desesperado a los interiores de los aposentos de la reina. Donde le explico detalladamente su nuevo avance en la investigación. Por alguna razón, mientras hablaba, pudo percibir una extraña inquietud en reina parecía, su mirada inquieta y manos temblorosas eran prueba evidente de que ella había notado algo que el no. Al este terminar de hablar, observo a su majestad esperando instrucciones, su opinión, o cualquier comentario que ella quisiera agregar a la conversación.
Sin embargo, esta guardo un incómodo silencio y mantuvo una mirada intranquila. Su mano sudorosa se levantó lentamente para pedir a Chin Hae que dejara el lugar.
- Ahora mismo no me siento del todo bien. Creo que mejor terminamos esta conversación después.- Antes de que el joven pudiera irse, ella lo detuvo para darle una advertencia sigilosa. – Algunas veces hay cosas que no debemos saber, y me temo que esta es una de ellas. No te diré que detengas tu brusquedad. Pero actúa con más prudencia, no le cuentes a cualquiera lo que descubres. No todos en esta familia son honestos… ni humanos.
Ya era seguro, algo sabia la reina. Algo importante que él se propuso descubrir. Así que para llevar a cabo su objetivo se quedó deambulando como una sombra en los oscuros pasillos del palacio una vez que el sol se ocultó en el horizonte.
Ya escondido bajo el estrellado cielo, Chin-Hae noto una figura femenina que salía de los aposentos de la reina y caminaba a paso lento y cauteloso, como si quisiera pasar desapercibida. Nam Chin-Hae se acercó con sigilo a este personaje tratando de reconocer su rostro. Y justo como lo sospechaba, esta mujer era la reina. Quien en el desierto jardín del palacio se reunió con su esposo, el rey.
Chin Hae se mantuvo en completo silencio mientras observaba y escuchaba detalladamente esta reunión entre ambos reyes. Luego de un largo tiempo escuchando y soportando sus parpados cerrarse lentamente. El rey menciono algo que llamo su atención y le robo el sueño de un golpe.
- Este chico está jugando con mi paciencia hace meses. Le perdone la vida a pesar de fingir ser hijo del primer ministro solamente porque estaría fuera del país. Ahora no puedo deshacerme de él porque generara sospechas. Déjalo que juegue al detective, mientras no se encuentre con Cheon Yi-Seok puedo soportarlo. Tu solo ruega para que yo no descubra que le das información innecesaria a ese jovencito. No querrás averiguar lo que podría pasar contigo por traicionarme.
Ese nombre, Cheon Yi-Seok, Chin-Hae lo recordaba tan bien como en su infancia. Es dueño de aquel apellido que el nunca quiso aceptar como suyo. Apellido el cual odio mucho mas luego de descubrir el lugar que tuvo su padre en aquel ataque.
- ¿Por qué encubre tanto a ese atacante? No lo entiendo.- Pregunto la reina, aterrada por la reacción que tendría el rey ante su curiosidad.
- No preguntes nada si quieres seguir con tu consciencia tranquila. Si estuvieras en mi lugar harías lo mismo, es lo único que te diré.- respondió el, y se retiró molesto.
Aun tenía muchas preguntas, demasiado que investigar y mucho que comprender. Sin hacer ni el más mínimo ruido, se fue lentamente como mapache volviendo a su oscura madriguera.
El rey camino con calma a sus aposentos y sobre su mesa empezó a escribir, era un mensaje cuyo remitente no estaba especificado.
- ¡Puede pasar!- dijo, y un guardia leal, su mano derecha, tomo la carta y se marchó. Sabiendo perfectamente a quien entregarla, sin necesidad de ningún tipo de instrucción.
No necesitaba alejarse, debía entregarla a alguien que permanecía quieto, muy cerca de la heredera. En el recorrido vio como ella se escabullía fuera de sus aposentos, pero ya que no era la primera vez que sucedía, lo ignoro y continúo su camino. Lo desafortunado era que debido a esto la entrega debía retrasarse. Esta noticia enfureció al rey.
- ¡Debiste buscar una forma de cumplir con mi petición! ¡Su Alteza no puede estar afuera a estas horas! Debías haberla hecho volver a sus aposentos. El hombre se marchara mañana y no tengo como hacerle llegar el mensaje. ¡Fuera!- la furia del rey era inigualable, pero el guardia solo podía bajar su cabeza, no tuvo el valor siquiera de pedir perdón. Solo se retiró sin mediar palabra.
El rey necesitaba hacer que esa persona recibiera el mensaje, pero debido a que la princesa heredera se iría él tampoco se quedaría. No tenía nada que hacer en el palacio si ella, su objetivo, no estaba presente.
Mientras corría a las afueras del palacio, una persona cuyo rostro no lograba ver choco con el bruscamente, mientras esta desconocida se levantaba comenzó a quejarse. Regañándolo por no mirar su camino. Inmediatamente Chin-Hae reconoció la firme y elevada voz de Ae-Young.
- Perdone Su Alteza.- dijo Chin-Hae entre risas y se inclinó. – Por favor perdónele la vida a este leal hombre enamorado.
Ae Young empezó a reír y lo retuvo aferrándose a su brazo. Ambas miradas se encontraron, y una sonrisa leve que mostraba la calma y felicidad de volver a encontrarse nació en sus rostros como una flor que recién comenzaba a florecer.
Ambos, con ayuda del guardaespaldas de Ae-Young, lograron salir del palacio sin que nadie los viera, así comenzaron su caminata con destino a la casa de Hwang Min-Jae, la mejor amiga de Ae-Young, quien esperaba por ella para despedirse antes de que tuviera que marcharse la mañana siguiente.
Finalmente se encontraron y un cálido abrazo recibió a la heredera que tanto ansiaba ver a su amiga. Estaban alegres pero una extraña sensación tenso el ambiente, Min-Jae parecía estar extremadamente nerviosa y no les permitió pasar a su casa. Ae-Young tuvo un mal presentimiento.
Chin-Hae observo detalladamente hacia la ventana de la casa, estaba oscura y silenciosa. Pero entre aquella opacidad del lugar logro ver una silueta que caminaba sigilosamente adentro. Chin-Hae se dio cuenta de que ella no estaba sola, y decidido descubrir quien era esa persona.
Mientras ambas amigas se encontraban profundamente enfrascadas en su dialogo, Chin-Hae camino lentamente dentro de la casa. No encontró a nadie así que salió por la parte trasera del lugar, ahí alzo su mirada y vio a aquel hombre a la cara. Su rostro estaba maltratado y viejo, su piel estaba tan arrugada como pergamino antiguo, sus ojos oscuros y cargados de lágrimas miraron al chico con nostalgia para luego darse la vuelta e irse. Chin-Hae no lo persiguió. De inmediato reconoció al anciano que vivía en las montañas. Pero esa no fue la única razón, finalmente comprendió el por qué le pareció tan familiar antes. Al momento entendió quién era la persona frente a él, era un hombre que el llego a odiar toda su vida y al que creyó muerto, su padre. Fue tan grande el dolor al verlo nuevamente luego de tantos a años, que solo se paralizo y lo dejo ir. Tenía una pequeña esperanza de que volvería a desaparecer de su vida, tal y como lo hizo 22 años atrás.
Salió de la casa y al parecer ninguna de las dos chicas había notado su ausencia, ambas se dijeron adiós y despidieron en ese instante, dejando detrás un silencio que decía mucho de la situación.
Un rayo de luz tornasol le dio la bienvenida a la mañana, eran apenas las 4:00 a.m., Lin Ae Young se levantó acompañada del alba que se dejaba ver en el horizonte. Con sus manos aparto la suave seda de las ventanas y observo como lentamente se alejaba de su hogar, del cual muchas veces deseó escapar, pero esta vez, no quería dejar ir.
Su mirada perdida en el camino decía un último adiós al pueblo. Un último suspiro marcaba el cambio de aires. Y una última lágrima perdida mostraba su angustia.
Apenas llego al lugar, unos guardias se aseguraron de encerrarla en una habitación. Con la fama que se había ganado en los últimos meses de escapar de sus aposentos, debían aumentar la seguridad y evitar que repitiera esas acciones estando fuera de la capital. Su guardaespaldas era su única compañía, pues era el único que tenía permitido entrar.

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Amor de Palacio
Romansa✮ Lin Ae-Young, una heredera al trono atada a un pasado sangriento escondido en los muros del palacio. ✮ Nam Chin-Hae, un plebeyo que heredó la traición de su padre y paga con lealtad. ✮ Dos personas, tan diferentes, pero unidos por el mismo miedo...