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POV SAMY
—Si se pasaron un ratito, un ratote, lo que sea que se hayan pasado se los agradezco muchísimo, bye — Dije despidiéndome del chat. — Pórtense bien, los quiero mucho, bye.
Apagué la cámara y me dirigí a mi habitación encontrando a una Victoria durmiendo, anoche fue un poco estresante para ella y tal vez yo tengo parte de la culpa. Me acerqué a ella lentamente y se veía hermosa durmiendo tenía sus labios entreabiertos y soltaba pequeños ronquidos bastantes tiernos.
Le di un beso en la frente, salí de la habitación cerrando suavemente la puerta para dejarla descansar y me dirigí a la cocina para prepararle una deliciosa comida. En estos últimos años he aprendido muchas cosas entre ellas cocinar, Vicky a tenido mucha paciencia y tiempo para explicarme cómo preparar algo sin quemarlo y creo que por fin lo estoy logrando.
Hoy tendremos una cena familiar, ya que Victoria quiere darles una sorpresa. Para la cena decidí hacer pasta a la Carbonara porque se que es la favorita de Vicky y ella se lo merece, me ha tenido que aguantar por cuatro largos años y lo que nos falta. Nuestra relación es muy bonita o eso dicen las personas que nos ven juntas.
Y ni hablar de los pollitos, ellos definitivamente la aman si por ellos fuera Vicky sería la dueña del canal y yo aparecería cada año, pero no les voy a dar ese lujo.
—¿Qué haces, mon beau ciel? — Brinqué levemente al escuchar su voz y sus manos deslizándose por mi cintura. — Perdón. — Dijo con una risita.
—Te preparo pasta a la Carbonara. — Dije dando media vuelta robándole un pequeño beso.
—Que delicia ¿Hace cuánto no comía una de tus pastas?
—¿Hace cuánto fue tu último concierto?
—Umm… Como ¿Un año? Tal vez.
Yo di un pequeño asentimiento en señal de que esa era su respuesta.
—¿Recuerdas aquella canción que escribiste sobre nosotros? — Pregunte, sonriendo.
—Por supuesto, cada nota me recuerda lo que siento por ti — Responde Vicky, comenzando a tocar suavemente la melodía. La música llena el aire, envolviendo el momento en una atmósfera de paz y felicidad.
Me uní a la canción tarareando suavemente, y juntas creamos una hermosa armonía. De repente, el sonido de pequeños pies corriendo se escucha por el pasillo. Mis sobrinos entran a la sala, llenos de energía y risas.
—¡Tía Samy, tía Vicky! — Gritan al unísono, corriendo hacia nosotras.
Yo rio y abro mis brazos, recibiendo a los pequeños en un abrazo cálido. Vicky, aún tocando la guitarra, se une al abrazo, llenando la sala de risas y amor.
—¿Pueden enseñarnos a tocar? — Pregunto Santi, mirando a Vicky con ojos brillantes.
—Por supuesto, pero primero, ¿Quién quiere una galleta? — Respondí, levantándome con dificultad, mientras los niños saltan de emoción.
