Capítulo 50: Siguiendo adelante.
Cuando las últimas notas se apagaron y el pesado telón de terciopelo descendió, una oleada de aplausos recorrió la sala de la ópera. Penélope, con el corazón aliviado por las revelaciones de la velada, se vio obligada a separarse a regañadientes de la compañía de la reina.
—Su Majestad —Penélope hizo una reverencia con gracia, su vestido color zafiro brillando a la luz de las velas—. Me temo que debo despedirme ahora. Mi familia estará esperando.
Los ojos de la reina brillaron divertidos. —Por supuesto, querida. No debemos hacer esperar al vizconde, ¿no te parece?
Lord Fletcher, siempre atento cortesano, hizo una profunda reverencia. —Ha sido un absoluto placer, Lady Bridgerton. Su ingenio y encanto han hecho que esta velada sea verdaderamente memorable.
Penélope le ofreció una sonrisa educada, pensando ya en encontrar a Anthony. Sólo cuando Lady Danbury se acercó, golpeando con su bastón el suelo pulido a un ritmo entrecortado, Penélope encontró la oportunidad de escabullirse.
Mientras corría por los pasillos vacíos, sus pies calzados apenas hacían ruido sobre las mullidas alfombras, Penélope pensó en Anthony. Dobló una esquina, con la intención de llegar a la gran escalera, cuando unas voces familiares la detuvieron.
—Anthony, por favor... —dijo con un tono sensual y suplicante que Penélope reconoció al instante como el de Siena Ross—. ¿Seguro que no has olvidado la pasión que compartimos?
Penélope se quedó helada, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho. Se apoyó contra una columna cercana, cuyo frío mármol contrastaba marcadamente con su piel sonrojada.
La voz de Anthony, cuando llegó, fue firme e inflexible. —Señorita Ross, debo insistir en que desista de este comportamiento indecoroso de inmediato. Soy un hombre casado y cualquier aventura que hayamos compartido en el pasado es precisamente eso el pasado.
—Pero Anthony... —ronroneó Siena, con la voz llena de veneno meloso—. ¿Puede esa esposa tuya satisfacerte de verdad como yo lo hice una vez? ¿Te enciende la sangre, te hace arder de deseo? Seguramente tu gusto por las mujeres no se ha vuelto tan amargo.
Penélope se quedó sin aliento y una mezcla de dolor e indignación le inundó las venas. Pero antes de que pudiera salir y enfrentarlos, se escuchó la voz de Anthony, llena de una furia que nunca antes había escuchado.
—No hables así de mi esposa —gruñó, cada palabra precisa y cortante—. Penélope es todo lo que podría haber soñado y más. Su gracia, su inteligencia, su belleza... no tienen parangón en todo Londres, ni siquiera en toda Inglaterra.
El corazón de Penélope se aceleró y las lágrimas le pincharon las comisuras de los ojos.
Anthony continuó, su voz se suavizó con evidente afecto. —Y su figura, que tan crudamente menosprecias, es la perfección misma. Es el cuerpo de una mujer hecha para dar a luz a mis hijos, para ser la madre de la próxima generación de Bridgerton. Amo cada centímetro de ella, desde la curva de su mejilla hasta la suavidad de su piel. Nada, ni nadie, podría jamás compararse con ella.
Hubo un momento de silencio atónito antes de que Anthony volviera a hablar, con un tono frío y amenazador. —Sea claro, señorita Ross. Si alguna vez vuelve a buscarme o se atreve a insultar a mi esposa, no dudaré en utilizar todos los medios a mi disposición para asegurarme de que nunca más vuelva a pisar un escenario de Londres. ¿Me he hecho entender?
Penélope oyó un sollozo ahogado y el sonido de pasos que se alejaban. Su corazón latía con fuerza, no por miedo o inseguridad ahora, sino por un amor abrumador por su esposo. Todas las dudas, todas las preocupaciones persistentes sobre el pasado de Anthony con Siena se habían desvanecido como la niebla matinal bajo el sol.
El pasillo de la Ópera quedó en silencio cuando Penélope salió de su escondite; su vestido color zafiro crujió suavemente contra el piso de mármol pulido. El aire parecía crujir por la tensión mientras se acercaba a Anthony y Siena, con la barbilla en alto y los ojos brillando con una confianza recién adquirida.
—Anthony, querido —gritó Penélope con voz firme y cálida.
Anthony giró la cabeza hacia ella y su expresión pasó de sorpresa a alegría desenfrenada. —Penélope —suspiró, moviéndose inmediatamente a su lado y colocando una mano posesiva en su cintura. El gesto no pasó desapercibido para Siena, cuyos ojos se abrieron de par en par por la sorpresa ante esa muestra pública de afecto.
La mirada de Penélope se posó en la cantante de ópera, sus labios se curvaron en una sonrisa educada pero inequívocamente sardónica. —¿No es la señorita Ross? —preguntó, con un tono que destilaba veneno meloso—. Permítame presentarme adecuadamente. Soy la vizcondesa Bridgerton, la esmeralda favorita de la reina de la temporada y, lo que es más importante, la esposa de Anthony.
Siena permaneció congelada, con la boca abierta mientras Penélope continuaba, su voz adquiriendo un tono de acero debajo de su exterior aterciopelado.
—Siento la necesidad de recordarle, señorita Ross, que antes de convertirme en vizcondesa, era hija de un barón. Como tal, espero que se me trate con el respeto que corresponde a mi posición. Algo que usted parece haber olvidado en sus... fallidos intentos de reavivar una llama extinguida hace mucho tiempo.
El brazo de Anthony se apretó alrededor de la cintura de Penélope, una mezcla de orgullo y asombro evidente en sus rasgos mientras observaba a su esposa afirmarse.
La mirada de Penélope se suavizó cuando se volvió hacia Anthony, aunque sus palabras seguían dirigidas a Siena. —Creo que es hora de que despiertes de este sueño inútil, señorita Ross. Mi marido ha dejado muy claros sus sentimientos. —Una sonrisa triunfante adornó sus labios—. Ahora llevo la prueba más preciosa de la devoción y el amor de Anthony.
La brusca inhalación de Anthony se escuchó en el silencio atónito que siguió. Sus ojos, abiertos por la sorpresa y la alegría, escrutaron el rostro de Penélope. —Mi amor... —susurró, con la voz cargada de emoción—. ¿Quieres decir que... realmente vamos a ser padres?
Penélope levantó la mano y acarició la mejilla de Anthony; sus ojos brillaban con lágrimas de felicidad contenidas. —Sí, mi amor— confirmó con suavidad. —Lo descubrí durante mi visita a la finca de mamá. El médico de familia lo confirmó vamos a tener un bebé.
Anthony soltó una carcajada de pura euforia, abrazó a Penélope y la hizo girar, sin prestarle atención a la audiencia. Cuando la bajó, le sujetó el rostro con las manos y con los pulgares secó suavemente las lágrimas que se habían derramado sobre sus mejillas.
—Oh, mi amor... —murmuró, con la voz temblorosa por la emoción—. ¡Me has hecho el hombre más feliz de toda Inglaterra! ¡No, del mundo entero!
Siena, que había estado observando el intercambio con una mezcla de sorpresa y creciente comprensión, finalmente encontró su voz. —Veo que he entendido mal la situación —tartamudeó, su anterior bravuconería se disipó por completo—. Por favor, acepte mis más sinceras disculpas, Lady Bridgerton. Me despediré y no la molestaré más.
Mientras Siena se alejaba apresuradamente, sus pasos resonando en el pasillo ahora vacío, Anthony se volvió hacia Penélope, con los ojos iluminados por el amor y el asombro.
—Mi querida y amada esposa —dijo en voz baja e intensa—. Nunca dejas de sorprenderme. Tu fuerza, tu gracia bajo presión... Eres verdaderamente extraordinaria.
Penélope le sonrió y su anterior bravuconería se suavizó hasta convertirse en tierno afecto. —Es tu amor lo que me da fuerza, Anthony. Y ahora, con nuestro hijo creciendo dentro de mí, siento que podría conquistar el mundo.
Anthony colocó una mano delicada sobre el vientre aún plano de Penélope, con una expresión de asombro en su rostro. —Nuestra hija...— susurró con reverencia. —Les juro a ambos que pasaré todos los días de mi vida asegurando su felicidad y seguridad.
Mientras permanecían allí, abrazados, el mundo que los rodeaba dejó de existir. La ópera, la alta sociedad, incluso la propia reina, todo se desvaneció en la insignificancia. En ese momento, solo estaban Anthony y Penélope, y la preciosa nueva vida que habían creado juntos, un testimonio de su amor perdurable y del brillante futuro que le esperaba a la familia Bridgerton.
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Recuerdos (Anthony Bridgerton) ✔️
ФанфикDespués de los desafortunados acontecimientos en el baile de su madre, Penélope decidió que era hora de abandonar Londres. Al oír a Colin pronunciar palabras despectivas sobre ella hacia sus amigos, Penélope perdió el respeto hacia el hombre que hab...