CAPÍTULO 3

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Capítulo 3: Su condición.

Cuando Portia entró en la finca familiar de Londres, una sensación de inquietud se apoderó de ella cuando fue recibida por su mayordomo Briarly y su ama de llaves, la señora Varley, ambos con miradas nerviosas y preocupadas. Su comportamiento ansioso aumentó de inmediato la aprensión de Portia, y se preparó para cualquier noticia urgente que la aguardara en el salón.

—Sea lo que sea, dígalo —dice Portia con impaciencia, pues sabe que habrá novedades que compartir por parte de su mayordomo y ama de llaves.

—Mi señora... Hay un hombre buscándola, está en el salón. Dice que es urgente —dice Briarly cortésmente mientras reúne todo el coraje de su anciano cuerpo.

Portia frunció el ceño ante las palabras del mayordomo. Ni ella ni Prudence esperaban a nadie que los visitara ese día. —¿Le dijo cuál era el propósito de su visita?

Fue la señora Varley quien respondió a la pregunta de la baronesa viuda —Mencionó algo sobre un carruaje. Tal vez el de la señorita Penélope— En la voz de la señora Varley había un dejo de preocupación que hizo que la tez de Portia comenzara a palidecer.

Al enterarse de que un hombre la esperaba en el salón con noticias urgentes sobre el carruaje familiar, la mente de Portia se dirigió inmediatamente a su hija menor, que había partido hacia Escocia el día anterior.

A pesar de no haber mostrado nunca ningún interés maternal evidente por sus hijas, el corazón de Portia se aceleró de miedo y aprensión cuando entró en el salón. Cuando saludó al hombre desconocido que la esperaba, su fachada cortés desmintió la agitación que la azotaba por dentro.

Al ver al inesperado visitante, Portia examinó rápidamente al hombre de arriba abajo y tuvo la impresión de que era un hombre de la clase media. Sus pantalones y su abrigo estaban sucios, las prendas de su ropa eran de tela ordinaria y su atuendo general era simplemente demasiado barato para los estándares de la clase alta de Londres.

—Buenas tardes, señor —lo saludó Portia, con la voz ligeramente temblorosa a pesar de sus esfuerzos por mantener la compostura—. Tengo entendido que tiene noticias urgentes para mí sobre nuestro carruaje familiar. Por favor, dígame, ¿qué ha sucedido?

El hombre, con expresión grave pero serena, miró a la baronesa viuda con ojos comprensivos. —Señora, lamento informarle que ha ocurrido un accidente con el carruaje de su familia —comenzó, con voz firme a pesar del peso de sus palabras.

La mamá pelirroja se quedó sin aliento mientras escuchaba, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho. —¿Un accidente? —repitió, su voz apenas por encima de un susurro—. Pero... mi hija, mi Penélope, viajaba en ese carruaje. ¿Está ella...?

La expresión del hombre se suavizó con empatía mientras daba la devastadora noticia. —Lo siento mucho, señora— respondió con gentileza. —El cochero sobrevivió, pero la pasajera, una dama noble con un llamativo cabello rojo como el suyo, se encuentra en estado crítico.

Las manos de Portia temblaban cuando extendió la mano para aceptar el pergamino que le ofrecía, sus dedos temblaban mientras agarraba el documento con fuerza. —¿Dónde está? ¿Dónde está mi hija?— exigió, su voz llena de urgencia y miedo.

El hombre dudó un momento antes de responder, con la voz teñida de tristeza. —Está retenida para recibir atención médica en un lugar cercano al del accidente— explicó, con los ojos llenos de compasión. —He proporcionado los detalles en el pergamino, señora.

El corazón de Portia se hundió al leer las palabras del pergamino, su mente dando vueltas ante la gravedad de la situación. Se volvió hacia la señora Varley y Briarly, sus sirvientes de confianza, y sus ojos suplicaban en silencio su apoyo. Le entregó el pergamino a Briarly para que el mayordomo supiera la dirección a la que Portia tendría que dirigirse.

Recuerdos (Anthony Bridgerton) ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora