Pese a que la misión de los chicos no duró más de un día, llegaron pésimas noticias a todos los pilares. Su compañero Kyojurou Rengoku se encontraba en un estado crítico para su salud. La luz del alba lo había logrado salvar de un agujero en el estómago, pero no de las consecuencias del golpe en su abdomen. Tenía huesos fracturados, heridas por doquier, su corazón latia débilmente y su respiración no ayudaba. Lo trasladaron rápidamente a la mansión mariposa, donde estuvieron toda la mañana tratando de salvar su vida.
Por suerte, los métodos de Kochō lograron funcionar, pero el pilar había quedado en coma, y no sabían cuando despertaría. Había quedado ciego del ojo izquierdo y con una cicatriz desde el pectoral hasta la costilla. Su vida ya no corria peligro, pero sus compañeros no dudaron en ir a visitarlo a primera hora.
-Mierda Kochō, ¿dónde está? -llegó preguntando el de cabello plateado, su rostro mostraba claramente su preocupación, ni siquiera se molestó en maquillarse-.
-Está al fondo del pasillo, en la habitación más grande, Uzui-san. -respondió aún abrumada.- No lo molestes mucho, está inconsciente.
-Está bien, gracias. -asintió y corrió hacia la habitación indicada-.
No tardaron mucho en llegar todos los demás. En instante la habitación se encontraba llena con siete pilares llorando preocupados por su compañero. Shinobū se encontraba en la habitación de al lado, revisando a los otros tres cazadores que también estaban inconscientes debido a la anestesia.
-No te preocupes, Kanroji. Él es fuerte, estará bien. -consolaba Tengen a su compañera que lloraba a mares-.
-Malditos demonios... -murmuraba Sanemi apretando los puños pero tratando de controlar sus emociones, no quería transformarse en el ser que más odiaba en ese momento-.
Tomioka estaba abrazando a Muichirou quien estaba en shock al ver el estado de Kyojurou. Gyomei rezaba en voz baja. Nadie quería acercarse a Obanai, pues sabían que no era el mejor momento para él. El azabac
he estaba en silencio, sus vendas estaban mojadas debido a las lágrimas, su cabello caía y tapaba sus ojos, apretaba las sabanas con fuerza mientras veía a Kyojurou.
-Salgamos un momento, Iguro necesita algo de espacio... -susurró Uzui a Mitsuri, la cual les avisó a los demás-.
Cuando salieron de la habitación, decidieron ir a comer algo, no querían que los ánimos estuvieran tan bajos. Pero Giyū se separó del grupo para entrar a la habitación donde se encontraban Tanjirou y los otros.
-¿Tomioka-san, donde vas?
-Hay otros cazadores también están heridos... quiero verlos. -mencionó en voz baja y cerró la puerta-.
-Oh, suerte. -sonrió a medias la pilar y continuaron caminando, ya en la salida se toparon con Shinobū-.
-Chicos, ¿han visto a Tomioka-san? -preguntó la de ojos morados que venía recién llegando, estaba de la mano con un niño pequeño que iba llorando-.
-Uhm... acaba de entrar a una habitación, dijo que iba a ver a unos cazadores.
-Muchas gracias, Uzui-san. -asintió y se dió la vuelta en dirección a la habitación-.
-¿Quien es ese niño? -habló con voz algo apagada Muichirou-.
-Oh, es... uhm... -se rascó la nuca nerviosa.- El hijo de Tomioka. -sonrió pues sabía que no debería haberles dicho y se fué corriendo con el pequeño-.
Sanemi la miró sorprendido y confundido.-¡¿Ah?! -gritaron todos, provocando que un eco se generase en la finca. Corrieron detrás de la de puntas moradas pero esta cerró con seguro la puerta. Finalmente salieron de la finca confundidos por la situación y aún tristes por lo de Rengoku.